El Pana, toreo y surrealismo
Se llama Rodolfo Rodríguez. Se apoda El Pana y hoy llega al Palacio de Vista Alegre de Madrid, en un mano a mano con Morante de la Puebla. El Pana es uno de los últimos románticos que quedan en el mundo y no es un azar que para expresar su mística, su bohemia y su gran personalidad haya elegido ser lidiador de reses bravas. Nació en Apizaco, en el Estado mexicano de Tlaxcala, y antes de ser torero fue panadero -de ahí el apodo-, paracaidista, sepulturero y vendedor de golosinas.
Suele fumarse un puro antes de hacer el paseíllo, y en lugar de un bordado capote de paseo de inspiración mística y religiosa suele lucir un sarape de potentes colores que evocan la artesanía de su país. Lleva en esto del toro más de 30 años, pues tomó la alternativa en la Monumental Plaza México el 18 de marzo de 1979. Pero antes de esa fecha emblemática en la carrera de todo profesional del toreo padeció dos tremendas cornadas de novillero, y en ambas un novillo le seccionó la arteria femoral, poniendo en riesgo su vida.
El diestro mexicano llega hoy a Madrid en un mano a mano con Morante
Tras tomar la alternativa, y llevado de un halo de rebeldía, se acostumbró a insultar a los toreros más importantes de su país, por lo que sufrió el veto de sus propios compañeros y de las empresas. Tardó mucho en tomar la alternativa, porque no había compañero que quisiera ser su padrino ni empresa que organizara esa ceremonia.
Ha estado muchos años a la sombra por diversos delitos, y una de sus hazañas más celebradas se produjo cuando, en 1995, coincidiendo con la visita a México del presidente francés Jacques Chirac, se tiró de espontáneo en la Plaza México para protestar por los experimentos nucleares franceses en Mururoa con un cartel que decía: "Chirac, ya párale, cabrón, con tus bombitas". El empresario de la plaza no lo contrató más, aunque luego fue perdonado.
Estaba totalmente olvidado cuando el pasado 7 de enero de 2007 la empresa de la Monumental Plaza México le dio la oportunidad de tener una digna despedida. Y su éxito fue tan clamoroso con un precioso toro de nombre Rey Mago que decidió continuar en activo. Un año después va a debutar en España, rodeado de una expectación no sólo taurina sino popular, pues es persona dotada para el ingenio, la ocurrencia y la genialidad, y capaz de lo mejor y de lo peor en breves instantes.
Cuando se le dijo que en Vista Alegre no podría fumar según la ley española, contestó que no le importaría ir a la cárcel o pagar una multa, pero que no quería privarse de ese último capricho: "Cuando uno va a torear no sabe si va a volver vivo a casa, así que me siento como un condenado a muerte al que se le concede una última voluntad".
Habla de sí mismo en tercera persona. Rodolfo Rodríguez habla de El Pana como si éste fuera un personaje: "Siempre he creído que El Pana va a morir en el ruedo. Y lo deseo, mucho más que morir borracho atropellado por un carro". Al toro le llama "el señor de negro", y confiesa: "No existe muerte más bella que en la plaza, como Manolete".
Y para los que se aproximen a él con prevención casticista pero con la mente abierta a la genialidad, reproduzco aquí el texto del brindis ofrecido a las prostitutas el pasado 7 de enero de 2007, la tarde de su despedida, y por el que merecería ocupar un sillón vacante de la Real Academia Española: "Brindo por las damitas, damiselas, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas, las de tacón dorado y pico colorado, las putas, las buñis, pues mitigaron mi sed y saciaron mi hambre y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haber amado tanto".
Su éxito en la tarde de la que iba a ser su despedida fue tal que el presidente Felipe Calderón se disculpó por no haber asistido al festejo.
Babelia
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