Un visionario lleno de ideas
Siempre percibí a Thomas Krens como un visionario lleno de ideas novedosas. Le conocí cuando yo dirigía el Centro Nacional de Exposiciones. Juntos llevamos a buen término proyectos que parecían imposibles, como las muestras dedicadas a las colecciones Panza di Biumo, Sonnabend, Nasher. Le entusiasmaba entonces el plan que yo estaba realizando y el espacio en el que trabajaba, el Reina Sofía de los primeros años. Él estaba al frente del Williams College Museum of Art, la institución en la que también era profesor. Estuvo allí hasta 1988, año en el que lo nombraron director del Guggenheim. Inmediatamente me invitó a formar parte de su equipo.
Fue el primero en hablar de un modelo de museo basado en varias sucursales, y lo hizo en España, un país sin colecciones, lo que producía mucho nerviosismo. Gracias a gente del Ministerio de Cultura conseguí que conectara con gente de Bilbao. Creyó siempre que el museo transformaría radicalmente la ciudad. En aquel momento yo estaba asustada, pero al final fue un gran éxito como todos hemos visto. Krens se llevó muy bien con Vidarte, y el triunfo fue tan rotundo que el modelo ha sido después copiado por prestigiosos museos como la Tate, el Pompidou o el Louvre.
Los 19 años que he trabajado con él han sido fundamentales. Es tan imaginativo como generoso. Da confianza y deja hacer. Es una persona única. A diferencia de otros directores de museos, no quiere ser curator, sino hacer un museo diferente.
Ha añadido una dimensión extra al mundo de los museos. Les ha dado universalidad. Gracias a él, todo el mundo conoce el Guggenheim de Nueva York. Pasó de tener 200.000 visitas al año a un millón. ¿Cómo lo ha hecho? Creando, por ejemplo, un estilo de exposición muy abierto. Todo el mundo se acuerda de las exposiciones dedicadas a China, Brasil, los aztecas, el Siglo de Oro español. Cree que el arte es algo abierto, y no se le pone nada por delante porque es un gran negociador y un gran diplomático. Un auténtico mago a la hora de quedarse con las mejores exposiciones
Por si fuera poco, nadie se relaciona mejor que él con los artistas. Es su amigo. Es íntimo de Serra, de Rauschenberg. Sabe ver su obra y cómo debe de ser contemplada. Sabe ver. Su mirada es grande e inteligente. Siempre va a lo esencial. No se queda en lo mezquino ni en lo pequeño. Si no fuera por él no habríamos hecho la exposición De El Greco a Picasso, premiada, por cierto, por la Asociación de Críticos de Arte de Nueva York.
Carmen Giménez es conservadora jefa del siglo XX del Museo Guggenheim.
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