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Columna
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El club de los callados

Los imputados en el caso Malaya se han convertido en una legión de mudos que no saben ni contestan ni opinan ni manifiestan. Uno tras otro, callados pero siempre ruidosos, han estado varios días desfilando ante el juez Óscar Pérez, el magistrado de Marbella que ha iniciado la fase indagatoria -el paso previo a que las partes formulen su escrito de calificación de los hechos- del mayor caso de corrupción de la democracia en España. El magistrado está notificando a cada uno de los investigados los autos de procesamiento y casi todos, además de rechazar las imputaciones, se acogen a su derecho de no declarar. Los integrantes de este antiguo club de deslenguados, pillados in fraganti en sus tejemanejes en miles de conversaciones por teléfono móvil incorporadas al sumario, han perdido el habla, lo que les rebaja de categoría en la evolución de la especie, ya que la capacidad de hablar era casi lo único que les diferenciaba hasta ahora de algunos animales. En esta nueva fase de la instrucción del sumario, y asesorados por sus abogados, están descubriendo las ventajas del silencio.

El otro día se conoció el último informe del Tribunal de Cuentas sobre el estado de las arcas del consistorio marbellí en los gobiernos del GIL. Algunos de los que callan ahora estuvieron en corporaciones que dejaron un pufo en el consistorio de 335 millones de euros, más del 181% del presupuesto municipal. Entre 2002 y marzo de 2006, los técnicos del Estado no han encontrado ni un solo expediente administrativo sujeto a la ley. Ni tan siquiera una excepción que confirmara la regla. Los que callan ahora son también algunos de los que llegaron a transferir más de 650 millones de euros a las empresas municipales sin que en la contabilidad municipal apareciera al menos un recibí. Ni uno. Entonces todo lo hacían de boquilla.

El nivel de nepotismo llegó a tal extremo que las contrataciones se notificaban a los jefes de área mediante un mensaje manuscrito en una servilleta. Ni proceso de selección ni examen oral alguno. Todo por lo bajini. En este trozo de papel, el edil comunicaba el salario del enchufado, el rango y la sociedad municipal donde prestaría sus servicios. Por ello, y sin mediar palabra alguna, en 15 años hubo que gastar mucho en servilletas de papel, ya que la plantilla municipal pasó de 736 a más de 3.000 trabajadores. Sólo para echar a 41 cargos de confianza de la etapa del GIL, la gestora que se puso al frente del consistorio tuvo que indemnizarles con 1,2 millones de euros.

Uno de los que habla ahora de otras cosas, pero que también calla sobre Marbella ha vuelto a aparecer en este informe del Tribunal de Cuentas. Se trata del abogado José María del Nido, que percibió en poco más de 20 meses tres millones de euros por trabajos de asesoría facturados al ayuntamiento. El tribunal subraya que recibió los últimos pagos cuando faltaba poco para la moción de censura contra Julián Muñoz y que se realizaron sin atender al orden de prioridades que establece la ley. Lo que demuestra que además de un caro abogado, es un lince para cobrar los negocios. Tan bien le pagaba el ayuntamiento, que fue desligarse de sus servicios y bajar un 62% el coste de los servicios jurídicos externos del consistorio.

El club de los callados, que tiene otros muchos socios además de los imputados en Malaya, tiene quien vele por su derecho al silencio. Algunos abogados en Marbella se han llegado a manifestar con pancartas alegando que "la intimidad está en peligro". Ha ocurrido tras un requerimiento informativo que les ha dirigido la Comisión de Prevención de Blanqueo de capitales por operaciones dudosas en varios despachos. Ya sólo queda que este poderoso club de los callados no exija a los demás que guardemos un silencio de corderos.

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