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Reportaje:Los premios de Hollywood: la cuenta atrás

'Supermanes' de andar por casa

Héroes de pega y 'oscars' de plástico, carne de 'turisteo kitch' en Hollywood Boulevard

Gregorio Belinchón

Se llama Christopher Dennis, y todas las mañanas desde hace 13 años se levanta, se pone el traje de Superman, se ata la capa y se va a trabajar. Este tejano, que acaba de cumplir los 41, es una de las grandes atracciones de Hollywood Boulevard, la calle principal de la meca del cine, la de la acera con las 2.000 baldosas con estrellas dedicadas a las grandes figuras del espectáculo.

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Dennis se fotografía con niños y mayores en la puerta del Teatro Chino de Grauman -construido en 1927 para el estreno de Rey de reyes, de Cecil B. DeMille-, justo donde las estrellas imprimen sus manos y sus pies en cemento... hasta que lustros más tarde renuevan la plazoleta para que aterrice una nueva generación de huellas. Aun así, como sabe todo turista que haya curioseado por Los Ángeles, los hermanos Marx, Marilyn Monroe o John Wayne han resistido el paso del tiempo.

Anteayer, Dennis seguía con su rutina diaria. En un buen día gana hasta 500 dólares. No puede pedir dinero (la ley lo prohíbe), sino que sus clientes le dan lo que les parece. Alrededor de Dennis ha proliferado el negocio, y más en una semana como ésta, porque el Teatro Chino está pared con pared, casi deglutido, por el centro comercial Hollywood & Highland Center, que alberga el teatro Kodak, el lugar de la ceremonia de los Oscar.

Junto a Dennis, el miércoles posaban un Snoopy, un Elmo de Barrio Sésamo y una Supergirl, mientras a pocas manzanas se cruzaban dos capitanes Sparrow. Pero sólo Dennis tiene la exclusividad sobre su personaje. Del resto (Spiderman, Batman, La Masa, Wonder Woman, Darth Vader...) hay varios actores que, respetando la regla de oro del negocio, se coordinan para no coincidir en el boulevard. Porque ¿qué dirían los niños si vieran dos Chewbaccas?

En cuanto a Superman, da el pego. Más de 1,90 de altura, musculado, ojos azules, Dennis, un fanático coleccionista de todo tipo de recuerdos del último superviviente de Kripton, descubrió un buen día su parecido a Christopher Reeve, el actor que encarnó al Hombre de Acero, y decidió teñirse el pelo (el suyo es rubio) y dedicarse al mundo del espectáculo, como su madre, Sandy Dennis, ganadora de un Oscar por ¿Quién teme a Virginia Woolf?

Desde entonces, Chris Dennis ha protagonizado un par de documentales, y pone buena cara incluso en jornadas como las de esta semana, en la que el ruido del montaje de la alfombra roja con la pérgola que aguantará un techo traslúcido impiden la charla tranquila. El techo probablemente sobre en la noche del domingo al lunes -los pronósticos del tiempo anuncian sol-, pero estos días llueve en Los Ángeles. Entre tanto trajín, la presencia de Gil Cates, veterano productor de la ceremonia, y de Sid Ganis, el presidente de la Academia, que charlan rodeados de ayudantes y guardaespaldas, pasa bastante inadvertida.

Dentro del centro comercial -una oda al oropel de pega, mimético en su estilo de falsas paredes de piedra arenisca al madrileño outlet Las Rozas Village o al barcelonés La Roca Village-, y cerca de los obreros que mueven grandes réplicas de la estatuilla de Hollywood, fijan las diversas piezas de la alfombra y cubren con telones y cortinajes las entradas a las tiendas, algunos curiosos (la mayor parte, turistas japoneses) hacen cola para entrar en la exposición Meet the oscars. Organizada por la Academia, los visitantes pueden ver 25 de los 50 premios que se entregarán el domingo -la otra mitad está en una muestra gemela en Nueva York-, el proceso de fabricación de las estatuillas (realizadas en una aleación de metal llamada britannia, más una capa de anticorrosivo, otra de plata, una tercera de oro de 24 quilates y un lacado final), y algunos oscars de la primera ceremonia (1928), así como diversos juegos interactivos sobre el mundo del cine.

Pero el plato fuerte se esconde al final. Tras recorrer 10 metros de falsa alfombra roja deslumbrados por golpes de flas y encajonados y ensordecidos entre dos paredes donde se proyectan imágenes de admiradores y periodistas que gritan por un autógrafo o una declaración, a los cinéfilos les espera un auténtico oscar, que pueden coger en sus manos (está encadenado en la peana como los bolígrafos en las sucursales bancarias) y fotografiarse. La estatuilla mide 33 centímetros y pesa 3,6 kilos. Hasta el sábado cualquiera tiene la oportunidad de soltar allí su propio discurso de agradecimiento. El domingo, es cosa de los elegidos.

Christopher Dennis (hijo de Sandy Dennis, ganadora de un Oscar por <i>¿Quién teme a Virginia Woolf?),</i> con su atavío diario como Supermán en Hollywood Boulevard.
Christopher Dennis (hijo de Sandy Dennis, ganadora de un Oscar por ¿Quién teme a Virginia Woolf?), con su atavío diario como Supermán en Hollywood Boulevard.
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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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