Una de asociaciones

Hace un tiempo dediqué uno de estos artículos a las estratagemas que podemos utilizar los hacia-viejos para mantener ágil la cebolla. Consejos tales como no señalar con un punto el lugar del libro en que interrumpimos lectura, sino memorizar el número de página y hasta la última frase que hemos leído. Tales como recorrer una habitación contemplando los objetos que en ella se encuentran e intentar recordar la procedencia de cada uno; hacer lo mismo con la bisutería o las corbatas… Aquella piececita obtuvo una agradable repercusión entre médicos dedicados al cuidado de víctimas de la desmemoria arbitraria. Y, en fin, se me ha ocurrido otro un poco más elaborado y con más intenciones de entretener y punzar. Éste, que podríamos llamar el Juego de las Asociaciones, las personas de mi edad, o un poco menos o un poco más, es decir, de los 60 a los 70 años, y que no hayan vivido en Babia, lo podrán ejecutar con gracejo.

Ello consiste en que, cuando se tropieza con una frase, una imagen, un sucedido o un frenesí cotidiano, algo que nos avasalla en lo público o nos acontece en la intimidad, venga rápidamente a nuestra mente aquello que el dicho evento -que nos debe pillar con las antenas puestas- nos sugiere.

Voy a señalarles unos ejemplos útiles, de los que ustedes podrán partir para componer sus respectivos aliños.

Asociación 1. Digamos que estoy preparándome un zumo de naranjas invernales llamadas de sangre. ¿Qué me viene de inmediato a la cabeza? Los fetos de siete meses que fueron arrojados a la trituradora y que ahora persiguen en sus noches de insomnio a la Botella con más intensidad que el fantasma de su predecesor en la campaña Totus Fetus, su tío el difunto ginecólogo doctor pre Botella, o la idea de que Alejandro Agag le pise el pelo a Aznar con un Fórmula 1.

Asociación 2. Aparece David Beckham en su anuncio, luciendo tremendo paquetón bajo el calzoncillo modelo Eva de Emporio Armani. Aparte de gritar "¡Victoria!" inmediatamente, pienso en los niños negritos de África -o afro africanos- a quienes el ídolo del arte balompédico ha visitado recientemente, en su papel de embajador de buenas intenciones. Y me pregunto si a esos niños, más que tanto visiteo, no les sentaría mejor una buena razón de criadillas a la plancha, que tanto alimentan.

Asociación 3. Veo a Esperanza Aguirre. Sólo la veo. No necesito ni que hable para que se me ocurra inmediatamente la brillante idea de que la Doña es atacada -falsamente: vamos a poner que en la consulta privada le dieron un dictamen erróneo, ellos también pueden equivocarse- por un virus tropical transmitido por megaserpientes que sólo tiene tratamiento en el hospital de Leganés, sector alivio de picores. El resto de lo que sucede me lo guardo para mí misma y las largas noches invernales que paso en Beirut contándome cuentos.

Asociación 4. Lo bueno que tuvo cuando la produje hace unas horas (quince días antes de que ustedes me lean) es que encontré ambos ingredientes, provocación y reacción, en la misma página. Provocación: Israel continúa el asedio de Gaza. Reacción: Israel pide perdón a los Beatles. Este ejercicio puede realizarse con cualquier misma página cualquier mismo día en cualquier mismo estado de estupefacción, no importan los ingredientes ni el orden del montante.

Asociación 5. ¿Con qué ligar la palabra Irak? ¿Con George W. Bush vendiendo a los empresarios españoles los pingües beneficios de la invasión? ¿Con los cientos de miles de víctimas, los hospitales destruidos, los profesores asesinados? Con los resultados: según una ley preparada por Bush para que la firme el Congreso iraquí, el control de 67 de los 80 campos de petróleo que existen en este país, así como de toda su producción de crudo, pasará a manos de las compañías petrolíferas occidentales. Bush se retirará y disfrutará de las comisiones en su rancho de Crawford (información facilitada por Jim Holt el 28 de octubre de 2007, en un artículo publicado en la London Review of Books).

Es lo que podríamos llamar ejercitar la memoria en todos los sentidos.