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Columna
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Diagnósticos para una crisis

Mi compañero y colega de profesión Jordi Palafox publicó un interesante artículo en este periódico (1-2-2008) en el que intentaba proporcionar algunas claves para un correcto diagnóstico de la situación económica en la Comunidad Valenciana (en puertas de una desaceleración de la que aún desconocemos su alcance preciso). Creo necesario sin embargo realizar unas breves precisiones sobre determinados aspectos de su argumentación.

Para empezar, identificar industria con manufactura, como parece hacer Palafox en su escrito, es un error de apreciación que puede conducir a conclusiones equivocadas. Las empresas que podemos seguir definiendo como industriales, y que muestran niveles de competitividad fuera de toda duda, como Inditex o Ikea, en el caso de España, o Porcelanosa y Pikolinos, en la Comunidad Valenciana (por referirnos solo a sectores tradicionales considerados como de demanda débil) en las que la organización en red, la logística, la innovación de productos y la absorción de la función comercial, son elementos decisivos de su estrategia de globalización, no se parecen en nada a la vieja concepción de la manufactura. Es más, su expansión, en cierto modo, ha ido de la mano de una reducción proporcional del empleo directamente creado en planta, para crecer en aquellos otros que, a la larga, son los que realmente importan: los relacionados con las actividades de conocimiento, principales impulsores de la innovación.

En segundo lugar, identificar competitividad con creación de empleo tampoco ayuda mucho a la obtención de un buen diagnóstico. Una empresa industrial determinada puede ser competitiva sin crear empleo "manufacturero" debido a su mayor facilidad para asimilar el cambio tecnológico y aumentar su productividad, mientras que la mayoría de los servicios solo pueden crecer creando empleo, a causa de su relativa impermeabilidad a los avances de aquella.

Por otra parte, es verdad que muchos servicios a las empresas (no todos) son adquiridos, a su vez, por empresas de servicios (lógicamente, puesto que éstos suponen casi dos tercios del PIB), pero también lo es que algunas empresas de servicios generan importantes actividades industriales conexas, gracias al impulso proporcionado por las innovaciones de carácter organizativo llevados a cabo por ellas (como en el caso de Mercadona).

Desde mi punto de vista, el error principal en el diagnóstico proviene del hecho de seguir pensando en términos de sectores (manufactura, servicios, agricultura o construcción), en vez de hacerlo en términos de innovación y modelos de gestión empresarial exitosos. En rigor, la verdadera fortaleza productiva de un territorio no reside en el hecho de que se disponga de muchos servicios y poca industria; o viceversa, sino en su capacidad para generar continuas innovaciones de carácter productivo y organizativo, capaces de dar adecuada respuesta a las nuevas, complejas y exigentes condiciones de los mercados en un mundo globalizado.

Por tanto, el problema de fondo no es que en estos últimos diez años se haya "desatendido a la industria" (lo que es cierto), sino, sobre todo, que se haya ignorado al sistema de innovación en su conjunto, impidiendo así que el conocimiento (bajo forma de capital humano y servicios especializados) afluya en cantidad y calidad suficiente a un tejido productivo fuertemente necesitado de ello, ya esté compuesto éste por zapatos, muebles, hoteles, productos hortícolas o torres de edificios. Es solo a partir de aquí cuando podríamos ponernos todos de acuerdo.

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