La huelga de hoy pone a prueba la resistencia de Osakidetza

La sanidad pública vasca afronta hoy una huelga general que de nuevo medirá la capacidad de resistencia de Osakidetza. Desde que en 2004 comenzaran las primeras movilizaciones sindicales hasta hoy, no ha habido prácticamente ningún mes sin sobresalto en el Servicio Vasco de Salud. La sanidad ha conseguido capear todos los paros. Ninguno de los tres generales registrados hasta ahora ha llegado a colapsar el sistema, pero han ido haciendo mella.

Los 24.000 trabajadores de Osakidetza están llamados a secundar el paro, aunque previsiblemente la mayoría de los médicos (alrededor de 5.500) no tomarán parte después del acuerdo alcanzado con el Sindicato Médico de Euskadi (SME) el pasado junio.

La huelga se inició a las 12 de la noche y se prolongará hoy hasta la misma hora. Los servicios mínimos decretados por el Departamento de Empleo, Justicia y Seguridad Social establecen que en los centros de salud debe haber el mismo personal que un sábado, pero debe considerarse como un día normal en lo que a horarios se refiere. Eso significa que deberán abrir también por la tarde.

En cuanto a los hospitales, la atención prestada será similar a la de un día festivo. En Urgencias el personal estará al 100%, pero no habrá consultas externas ni se realizarán pruebas diagnósticas. Los quirófanos suspenderán la actividad salvo en casos de necesidad.

Últimos cartuchos

Con la huelga de hoy y, sobre todo, con la prevista para el próximo 6 de marzo, tres días antes de las elecciones generales, los sindicatos son conscientes de que van a quemar sus últimos cartuchos. Una vez que se celebren los comicios, el Gobierno vasco será más refractario a la negociación. Y esta guerra de desgaste en la que se ha convertido el enfrentamiento entre Osakidetza y los sindicatos puede terminar por pasar una factura mayor a éstos, con una plantilla ya muy cansada.

El paro ha sido organizado por todas las centrales, salvo por el Sindicato Médico de Euskadi. El malestar en el mundo sanitario comenzó a tomar cuerpo a finales de 2004. Mientras la carga de trabajo no ha dejado de crecer, la plantilla y las inversiones en infraestructuras no lo han hecho de la misma forma, provocando un desfase que con el paso de los años se ha cronificado, denuncian las centrales. La ausencia de una política de personal que atienda las necesidades actuales y futuras de la plantilla asistencial, así como los aspectos retributivos y de carrera profesional centran las críticas sindicales.