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Reportaje:GOYAS. LOS ESCENARIOS

Aquí sucedió todo

Maite Nieto

Las películas cuentan historias. Y esas historias pueden ser de misterio, ro¬¬mánticas, sociales, futuristas, cotidianas, aterradoras… Pero ¿alguien se imagina a Simón y Laura (Roger Princep y Belén Rueda), los personajes principales de El orfanato, viviendo su angustia en un piso de barrio obrero; a Ángela y Charo (Maribel Verdú y Blanca Portillo) reabriendo unos billares para encontrar un nuevo sentido a su vida, en un conjunto residencial con vistas al mar, o a las protagonistas de Las 13 Rosas, en una cárcel con celdas que se cerrarán eléctricamente en lugar de a seco golpe de cerrojo?

El cine tiene magia, trucos y pequeñas-grandes mentiras que suceden antes de que se apaguen las luces de la sala y empiece la proyección. En ese momento, el espectador tiene que quedar atrapado y, sobre todo, creer lo que ve. Las localizaciones y su ambientación, los decorados, la luz, los encuadres, el vestuario, la peluquería, el maquillaje… arropan la historia y envuelven a los personajes. Cómo son y cómo se presentan ante el espectador esos escenarios del crimen depende de unos profesionales imprescindibles que, con el director, forman la santísima trinidad de cualquier película: el director de fotografía y el director artístico.

Ambos son, además, de los primeros en incorporarse al proyecto, porque, como explica Ángel Iguacel, director de fotografía de Siete mesas de billar francés, son los que tienen que "hacer posibles las imágenes que ha imaginado el director". El realizador dice qué película quiere hacer; el productor, qué película se puede hacer, y en medio del sándwich, los responsables de fotografía y arte, que se encargan de hacer posible el milagro.

"Los directores artísticos somos los responsables de todo lo que se ve en la película que no son los actores: encontrar los espacios adecuados, ambientarlos…, supervisar que la película tenga una unidad estilística", explica Ion Arretxe, director artístico de La soledad. Josep Rossel, que ha realizado la misma labor para El orfanato, recurre a la descripción que hizo un director artístico de la Warner: "Somos responsables de todo aquello que está quieto, que no se mueve, está negro o fuera de foco". Una irónica manera de reivindicar un minucioso trabajo habitualmente desconocido para el público.

Eduardo Hidalgo, responsable artístico de Las 13 Rosas, recuerda lo complicado que resultó hacer su parte en esta película. "Yo quería darle el mayor realismo posible. No quería hacer la típica peli de Guerra Civil guarra. Después de una intensa documentación se proyectó hacer un gran decorado y el resto en digital, pero hubo que desecharlo porque salía muy caro. En Madrid encontramos las calles, pero todo había que ambientarlo, disfrazarlo, y además hacerlo contrarreloj. Rodar en una gran ciudad es complicado e incómodo porque no puedes cortar las calles durante mucho tiempo".

Un gigantesco Arco del Triunfo, una misa de campaña bajo el Acueducto de Segovia, una cárcel repleta de presas que ya no existe, y que hubo que ambientar en el antiguo centro penitenciario de Segovia, ahora abandonado…, todo había que desnudarlo primero para recrearlo después. "Soy muy simbólico", continúa explicando Hidalgo. "Los que trabajan conmigo acaban hasta… Una taza, una tulipa, una escribanía o un simple lapicero tienen que tener sentido. Hasta el mínimo detalle habla. Todo debe informar, pero sin molestar ni interferir en la historia".

"Cuando te tienes que preocupar", matiza sonriendo Llorenç Miguel, director de arte de Siete mesas…, "es cuando las con¬versaciones empiezan con 'se trata de una película sencilla'. Eso sólo significa menos presupuesto, menos medios, menos gente. Tienes que documentarte igual, ofrecer atmósferas…, el reto y la implicación son los mismos. Lo más fácil es hacer un decorado a medida y a tu escala, pero en Siete mesas… buscábamos autenticidad. Tanto Gracia, la directora, como Elías Querejeta, el productor, quieren que los escenarios transpiren realidad, les molesta que las cosas canten en los decorados".

Pues dicho y hecho. Un local vacío en Coslada (una población del extrarradio de Madrid), un piso justo encima del que se mudó una familia entera durante los meses que duró el rodaje, dibujos, pintores, carpinteros, decoradores…, y ya tenían los billares y la casa de la protagonista de la película. "Se buscaba crear una atmósfera muy real y se optó por colores tenues. En este caso lo importante era la historia y los personajes, y no queríamos despistar con decorados relevantes o colores vibrantes".

¿Y el otro lado del triángulo? Si los directores artísticos dibujan la película, los directores de fotografía son los encar¬¬gados de pintarla. ¿Cómo? Básicamente a través de la luz, el soporte elegido para rodar y los encuadres de cámara.

"Sí, se puede comparar a lo que hacen los pintores, darle un fondo al cuadro para que todo tenga un cierto tono", dice José Luis Alcaine, director de fotografía de Las 13 Rosas. "Lo básico", continúa, "es encontrar de dónde viene la luz y colocarla donde más conviene. Yo siempre pido que marquen el tiempo físico y hasta el horario de rodaje, porque la luz es distinta cada hora del día y hay que adecuarla o crearla para mantener el tono. Estoy muy contento con el resultado de Las 13 Rosas, aunque me hubiese gustado un poco más oscura. Condiciona que se trata de una película de chicas que necesitan una luz especial para conseguir que estén atrayentes aun en el momento más dramático. Además, el director y el productor querían que, aunque el hecho es triste, la película no lo fuera".

En el caso de La soledad, Óscar Durán, su director de fotografía, lo tenía claro: "A Jaime Rosales [el realizador] y a mí nos gusta una luz muy transparente. Algo así como los cuadros de Antonio López, que son de un naturalismo absoluto, pero transmiten sensación de eternidad". En esta película, en la que se experimentó con la polivisión (dividir en dos la pantalla para proyectar a la vez dos personajes o dos espacios distintos), y donde los planos fijos se mantienen durante un tiempo más largo de lo habitual, el reto adicional fue rodar con dos cámaras a la vez, siempre quietas. Y cuando era imposible, la dificultad se trasladaba a los actores, que tenían que dar pie a partir de la toma buena, con naturalidad, a otro compañero que en la película aparecía a su lado en la misma secuencia, pero en otro plano y en la otra mitad de la pantalla.

También el director de fotografía Óscar Faura se inspiró en la obra de un pintor, el francés Balthus, para crear la paleta de color de El orfanato. "De él cogimos los tonos verdes y granates, y a partir de ahí se propusieron un montón de ideas. El misterio pedía luz oscura, pero se tenía que ver toda la historia, por lo que se optó por una luz sostenida. La clave la tenía Juan Antonio Bayona: quería una película de terror de los años setenta. Cuando empezamos a rodar la película se había dibujado entera previamente. No había que preguntar mucho porque la teníamos toda en la cabeza".

Entusiasmo es lo que transmiten estos profesionales, que se vuelven a emocionar al evocar sus trabajos más recientes, ahora situados en la parrilla de salida de la carrera a los premios más importantes del cine español. "En nuestro trabajo es básico tener ganas de hacer una historia", mantiene Ángel Iguacel, encargado de la dirección fotográfica de Siete mesas… "Hay que hacer muchas pruebas para buscar el aspecto visual de una película. Desgraciadamente, en el cine español ha sido la parte más olvidada, y nos tiramos de cabeza sin tanta preparación previa como nos gustaría. Al final se trata de una cuestión de dinero. Pero emociona poner tu oficio a favor de una película. También tenemos la obligación de cuidar mucho a los actores, para que desde la parte técnica estén lo más cómodos posible. Al fin y al cabo ellos son los que ponen la cara, y luego nos lo tenemos que creer. Ése es el secreto, hacer lo necesario para creernos lo que vemos".

Palacio de Partarriu, un casona de Llanes.
Palacio de Partarriu, un casona de Llanes.Óscar Faura

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Sobre la firma

Maite Nieto
Redactora que cubre información en la sección de Sociedad. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local de Madrid, subjefa en 'El País Semanal' y en la sección de Gente y Estilo donde formó parte del equipo de columnistas. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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