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Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
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Un hospital dentro de otro hospital

Uno de los signos que define una sociedad civilizada es el nivel de cuidados que presta al anciano, al incapacitado y al enfermo. Los cuidados médicos intensivos son un aspecto muy importante de ese nivel. Quien haya visitado o haya estado ingresado en una Unidad de Medicina Intensiva (UMI), o de Cuidados Intensivos como también se la conoce, no ha podido evitar la impresión que se siente al estar rodeado de tanta maquinaria, resultado de la aplicación de la alta tecnología en los cuidados sanitarios. Son elementos característicos de los cuidados intensivos el bip-bip y los gráficos rítmicos en las pantallas que registran las frecuencias y las presiones de varias funciones vitales, el ruido de los respiradores mecánicos que inflan los pulmones con oxígeno y también los cables y tubos que mantienen a los pacientes unidos a sueros y aparatos que ayudan a estabilizar los órganos y prolongar la vida.

Uno de los objetivos de las unidades de medicina intensiva es reducir la mortalidad hospitalaria

Lejos de impartir una medicina deshumanizada, la UMI es uno de los pocos lugares de un hospital en donde existe un balance real entre los valores de la sociedad y las metas de la medicina. La UMI es el lugar del hospital donde se plantean más frecuentemente los temas relacionados con la utilidad de los cuidados médicos y donde la voluntad del paciente y la familia deben ser considerados en primer lugar cuando se trata de ofrecer una serie de cuidados médicos que en algunos casos puede ser de dudoso beneficio. La medicina intensiva es una especialidad médica hospitalaria muy joven. El concepto moderno de la medicina intensiva nació durante la epidemia de poliomielitis que azotó Escandinavia en la década de 1950 y las primeras UMI se crearon en los EE UU a principios de la década de 1960. A lo largo de mi carrera profesional he tenido el privilegio de conocer personalmente a algunos de los pioneros norteamericanos, europeos y españoles que crearon esta especialidad.

El desarrollo de las UMI en los hospitales ha ido paralelo con el desarrollo tecnológico y la adquisición de nuevos conocimientos para diagnosticar y tratar las enfermedades más graves. Las enfermedades que corrientemente se tratan en las modernas UMI son muy heterogéneas. El infarto agudo de miocardio, los traumatismos graves, las infecciones graves, los postoperatorios complicados y los trasplantes de órganos, son algunas de las enfermedades o situaciones clínicas más frecuentes que se tratan en esta misma área hospitalaria.

Las UMI concentran tres componentes importantes: los pacientes más críticos, la alta tecnología y los profesionales sanitarios con el conocimiento y experiencia para usar los aparatos y tratar a esos pacientes. Hoy día no se concibe un buen hospital sin una UMI.

Existe el mito de que, por lo general, los pacientes que ingresan en las UMI no sobreviven a su hospitalización. Sin embargo, ocurre todo lo contrario: uno de los objetivos de las UMI es precisamente reducir la mortalidad hospitalaria. Hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XX, muchas enfermedades eran el paso previo a la muerte. Hoy día, los cuidados intensivos han logrado mejorar las expectativas y la calidad de vida en la mayoría de las situaciones. Es cierto que en algunos casos sólo se consigue alargar el proceso de la muerte, pero un 70%-90% de los pacientes tratados en las UMI sobreviven a su enfermedad inicial. Más de dos tercios de estos pacientes logran salir del hospital en condiciones normales o capaces de llevar una vida con cierta calidad gracias al tipo de tratamiento agresivo recibido en las UMI. Sin esta clase de cuidados especiales, la mayoría de pacientes probablemente moriría.

La UMI es un ambiente muy estresante para su personal. El ritmo de trabajo es ininterrumpido durante las 24 horas del día, 365 días al año (sobre todo para la enfermería). Las UMI son servicios donde se consume una parte sustancial del presupuesto hospitalario y se destinan muchos recursos humanos. Por eso es de vital importancia que esté dirigida por un profesional médico competente con gran experiencia clínica multidisciplinar, con capacidad de liderazgo para una gestión adecuada, apropiada y con éxito de los recursos humanos y materiales. Que tenga conocimientos de la tecnología y capacidad para organizar y definir el papel de los miembros del grupo en un ambiente de confianza y tolerancia, asignando la coordinación de la formación continuada a quien tenga mayor experiencia docente y delegando las actividades de promoción y organización de la investigación en el investigador con mayor prestigio; con una actitud decidida y contraria a la sumisión por consignas políticas o coyunturales inaceptables que entren en conflicto con la propia UMI. Y, por último, que tenga una visión clara de futuro. Pocos individuos poseen estas cualidades. Por todo esto, la UMI es como si fuera un hospital dentro de otro hospital.

Jesús Villar es coordinador de la Red de Investigación Traslacional en Disfunción Orgánica en el Hospital Universitario Dr. Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, e investigador asociado del Keenan Research Institute del St. Michael's Hospital en Toronto (Canadá).

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