Por qué no habrá recesión en EE UU
Se trata de un titular-truco. Nadie sabe si a EE UU le espera una recesión inmediata o si, quizá, se ha instalado en ella. La parroquia se divide, aunque, según los últimos sondeos, seis de cada 10 norteamericanos perciben que ya sufren la recesión. Cada vez hay más expertos que indican que la recesión está servida y lo que se discute es si será más profunda o más duradera (véase el artículo de Stiglitz de ayer, en el suplemento Negocios de este periódico). En sus últimas intervenciones, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, y George Bush, evitaron el concepto. Quien no lo hace es el hasta ayer muy prudente Alan Greenspan, y hoy bocazas nacional. Recién fichado por el fondo de alto riesgo Paulson (uno de los máximos beneficiarios de la crisis de las hipotecas locas ya que obtuvo en 2007 un rendimiento del 590% al apostar por el debilitamiento del mercado de la vivienda y pérdida de valor de los activos hipotecarios), el ex presidente de la Fed no se recata de repetir que EE UU está en recesión o a punto de entrar en ella.
Se ha generado un consenso en la necesidad de medidas para estimular el consumo
La tendencia es mala: se estima que en el último trimestre del año pasado la economía pasó de crecer el 4,9% al 1%; el paró superó el 5% de la población activa por primera vez en bastante tiempo; la inflación es superior al 4%; se necesita la entrada de 2.000 millones de dólares al día en inversión extranjera para pagar la deuda; y se manifiesta una disminución del precio de los activos, un aumento de la tasa de impagos y condiciones mucho más estrictas en la concesión de créditos como efecto de la crisis de las subprime. El índice de confianza ha ido reduciéndose de modo paulatino, hasta alcanzar su nivel más bajo en Navidad (los consumidores son protagonistas de dos terceras partes del PIB).
Por ello, las dificultades económicas han entrado de modo compulsivo en la campaña electoral. Se recuerda que en 1992, en una coyuntura recesiva, un semidesconocido Bill Clinton ganó la Casa Blanca a George Bush padre, vencedor de la primera guerra del Golfo. Según un estudio, en los cuatro periodos en los que la economía de EE UU ha entrado en recesión coincidiendo con el principio de un año electoral (años 1920, 1932, 1960 y 1980), el partido que estaba en el Gobierno ha perdido las elecciones.
La economía de EE UU ha tenido hasta ahora dos tipos de estímulos: el monetario y el cambiario: la Fed ha bajado ya tres veces los tipos de interés y se da por seguro que en su próxima reunión, dos días después del discurso de Bush sobre el estado de la Unión, volverá a bajarlos medio punto, o hasta tres cuartos. Por otra parte, las exportaciones baten niveles récord ante la debilidad del dólar.
Pues bien, se ha generado un consenso unánime en la necesidad de más madera, esta vez a través del presupuesto: un paquete de estímulo al consumo, en el que participan la Casa Blanca, el Ejecutivo, el Legislativo, los principales candidatos presidenciales y la autoridad monetaria. Las diferencias están en su composición, pero no en su monto: alrededor de 150.000 millones de dólares, el 1% del PIB. Los republicanos se inclinan por una reducción de impuestos o por una devolución de parte de los cobrados; los demócratas, atendiendo a su tradición, prefieren combinar una bajada proporcional de impuestos con incrementos del gasto público y subsidios al desempleo.
Todavía no se sabe cómo se concretará este estímulo. Pero esta semana, en el anual Foro de Davos, mientras los europeos y su banco central desarrollen una actitud ortodoxa y prudente de la política económica ante la desaceleración, basada en el control de la inflación, los estadounidenses llegarán, una vez más, todos keynesianos ante los riesgos de recesión. Lo dijo el vicepresidente Cheney, rememorando a Reagan: el déficit no importa.
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