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"Estas cosas pasan, siempre psasaron y seguirán pasando"

Familiares de tripulantes y el armador del 'Cordero' culpan a la mala suerte

"Los partes del tiempo también se equivocan, ténganlo en cuenta cuando escriban". El padre de José Manuel Parada, el contramaestre que sobrevivió a la tragedia del Cordero, responde alejándose de la verja donde recibe, desde la distancia, a los periodistas. "Yo también soy marinero y lo sé bien, los partes no son la Biblia". Viene de la farmacia donde ha comprado medicamentos para su hijo que reposa en la casa de A Graña, parroquia de Carreira, recién llegado del hospital Juan Canalejo de A Coruña. "Mi hijo no va a hablar con nadie, está nervioso y le conviene descansar", concluye.

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De camino a la puerta de su casa, insiste: "El problema son los mapas del tiempo". El domingo a más tardar Parada padre volverá a enrolarse en un arrastrero para seguir pescando.

Tampoco hay reproches en la comitiva fúnebre que despide a Francisco Alboreda Rey, el primer mecánico del barco, que echa a andar por una angosta cuesta desde la vivienda del marinero fallecido hacia la iglesia de San Pedro de Muro en Porto do Son. Sólo resignación.

La marcha de dos kilómetros transcurre en medio de un conmovedor silencio. Por detrás de la viuda y del elenco de autoridades que presiden la conselleira de Pesca, Carmen Gallego, el delegado del Gobierno, Manuel Ameijeiras, y el alcalde de Ribeira, José Luis Torres Colomer, camina hundido junto a su familia, José María Santiago, el patrón del pesquero que el martes se hundió a más de 20 millas al norte de cabo Prioriño.

Los vecinos que aguardan con dolor fuera de la capilla repleta no encuentran más causa para el hundimiento que la fatalidad. Ni el temporal, ni la estabilidad del barco, "la mala suerte". "Estas cosas pasan, siempre pasaron y seguirán pasando", repite musitando una mujer de vuelta del cementerio.

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Y esa es también la explicación del armador que vuelve al coche para acompañar a las familias de los desaparecidos. Santiago tiene ganas de hablar, pero calla. "No es el momento, hay gente diciendo muchas cosas, en la tele, la radio y la prensa, se está tergiversando todo y poniendo nerviosos a los familiares de las víctimas", asegura acelerando el paso. Sin que medie pregunta alguna añade: "Nadie sale a pescar en medio de un temporal, pero aquí habla todo el mundo. Ahora habla del mar, hasta quien nunca estuvo en él". Uno de sus familiares se lo lleva y le pide que no diga nada a la prensa. No hay despedida. Pero en el gesto de Santiago es fácil adivinar que, como sus vecinos, atribuye el accidente a la desgracia. Muchas veces, ha contado estos días, él mismo faenó con partes meteorológicos más adversos.

Y algo de fatalidad hubo siempre en el Cordero desde antes incluso de su botadura. En la semana previa a su estreno falleció su propietario, obligando a José María y a su hermano, a seguir con el negocio familiar. José María, un hombre de tierra, se enroló en el barco y cuando no llevaba dos meses navegando se rompió el motor. La superstición de los marineros le colgó pronto el cartel de barco gafado al Cordero. La del martes era su primera faena después de salir del astillero.

A última hora de ayer, el arrastrero Don Inda, del Ministerio de Fomento, seguía buscando sin más esperanzas que la de recuperar los cuerpos a Alberto Otero, el motorista del barco, al engrasador, José Alfonso Sotelo, al tripulante indonesio Slamet Hermanto y a un compatriota de este último todavía, incomprensiblemente, no identificado. El Ayuntamiento de Ribeira, donde tenía base el pesquero, vive hoy el segundo de los tres días de luto oficial. El sábado, en la iglesia de la localidad se celebrarán los funerales por las víctimas del Cordero.

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