"Siento como si tuviera un pacto con mi padre"
Ya lleva en pie dos horas cuando llega a desayunar; se ha tomado "un café horroroso" que le revuelve el estómago, en "una cafetería cochambrosa" donde le suelen dar un cruasán "que sabe a demonios". Pero sin esa rutina no es nada. Después se pone "a vender espectáculos". Ahora, en este mismo instante, cuando llega a la rotonda del Palace ("¡esto es mítico!"), está feliz, le pide a Pilar Esquinas, la camarera que estudia Derecho, una macedonia de frutas, y habla como si estuviera en trance.