Metáfora de Nápoles
La alarmante crisis de la basura es un síntoma más de la debilidad institucional italiana
No es extraño que los italianos tengan invariablemente una percepción de declive cuando responden a las encuestas de opinión más autorizadas. Y que el pesimismo sobre el futuro de su modelo político-social sea denominador común. Italia es la tercera economía de la eurozona, pero sus infraestructuras están anticuadas y son poco funcionales. El crecimiento de su PIB desde 1990 ha sido 15 puntos menor que la media de la UE. Su vida política es más estable que durante los largos años de Gobiernos de temporada, pero poco sustancial ha cambiado en este terreno, hipotecado por una plétora de partidos con intereses opuestos -a veces incluso dentro de la misma formación- que impide sistemáticamente una acción de gobierno eficaz o pronta. La inercia política alumbra leyes y reformas que tardan años en ser operativas, en el mejor de los casos como sombras de aquello para lo que fueron concebidas.
El caso alarmante de las basuras de Nápoles, donde los vertederos rebosan y no hay incineradores modernos, es una metáfora adecuada de la Italia de hoy, un país donde el Estado abdica con frecuencia de su función de procurar el bienestar ciudadano y soluciones a los problemas graves. Las miles de toneladas de desperdicios que asfixian Nápoles y la Campania -donde convergen desidia pública, hostilidad de muchos al tratamiento de residuos y los poderosísimos intereses de la Camorra- no son un problema alumbrado de la noche a la mañana. Viene de antiguo y había sido avisado la última vez hace un año en carta pública de la alcaldesa de la ciudad al primer ministro Romano Prodi.
La desidia del Gobierno ilustra el marasmo político ante una situación impulsada por la mafia local, su principal beneficiaria, que hace abundante caja con el uso de basureros ilegales. Prodi, tras recurrir al Ejército, ha nombrado al habitual comisionado y prometido urgentemente nuevos vertederos y plantas incineradoras... que tardan años en construirse. Nápoles hace mucho tiempo que dejó de ser cuestión de competencias regionales para convertirse en una lacra más de un Estado con déficit de credibilidad. La Camorra resuelve lo que Roma no resuelve. Y la mafia, las mafias, no son un problema técnico, sino político. Crecientemente globalizado y amenazador, como demuestran los hechos.
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