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Columna
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Competitivos

En su mensaje de Navidad el presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), Francisco Pons, expresó la voluntad encomiable, aunque bastante utópica, de que los grandes partidos que deciden el destino de España, PP y PSOE, alcancen un acuerdo en los grandes temas estratégicos para la dotación de medios materiales y planes a medio o largo plazo para que la Comunidad Valenciana no sea más bonita, que ya lo es bastante, sino para que definitivamente sea más competitiva. En lo que suspendemos los valencianos y también el resto de los españoles, es en capacidad competitiva y en la productividad de nuestras unidades de negocio. Si no lo conseguimos, seremos desplazados del mercado y de nada nos servirá la Ciudad de las Ciencias y de las Artes, el Oceanográfico, la Ciudad de la Luz, la Copa del América, el Circuito de Fórmula 1 o el aeropuerto de Castellón.

Hemos de ser capaces de fabricar de acuerdo con las tendencias del mercado y sobre todo tenemos que vender lo que fabricamos con todo el valor añadido que nuestra habilidad y nuestro saber hacer nos permitan. Hemos desperdiciado algunas oportunidades y varias alianzas estratégicas, por ejemplo, con Cataluña y Aragón, pero aún así gran parte de nuestra tarea está por hacer. Está bien que los signos que aglutinan a los valencianos desde varias generaciones, sean las naranjas, las fallas y la paella. Son tres elementos que han logrado configurar una imagen productiva, lúdica y vitalista que todavía nos aporta notoriedad. Pero no podemos resignarnos a ser un pueblo vinculado a la huerta, que sabe divertirse y que come con la sapiencia universal de la gastronomía.

A estas alturas del siglo XXI nos conviene despuntar por otros aspectos que tenemos bastante descuidados. La industria, la tecnología, el diseño, la innovación, la calidad, la cultura, el arte y la reinvención del territorio como crisol de oportunidades son un conjunto de atributos que necesitamos los valencianos, al tiempo que los merecemos. Podríamos aprender de suizos y alemanes que han sabido relanzar la imagen de la relojería suiza y del potencial industrial de Alemania. Nosotros, mientras tanto, hemos colocado ladrillos por doquier y no lo hemos hecho mal, pero no es suficiente. En servicios lo hacemos bien y lo tendremos que hacer mejor. La agricultura también tiene considerables oportunidades. Los productos hortofrutícolas como los industriales requieren un profundo estudio de las condiciones del mercado. Las técnicas innovadoras, la aplicación de nuevas formas de comercialización y la superación de antiguas organizaciones y estructuras, son urgentes para un sector, como el agrario, que permanece anclado en el pasado.

Sin embargo, una estructura económica desequilibrada está abocada al fracaso, siempre a remolque de otras zonas más avanzadas. No hay economía consistente para ser considerada en el panorama globalizado, que no disponga de una potente industria que la respalde. Todo es importante y los valencianos que supimos conseguir el despegue industrial en los sectores tradicionales (mueble, textil, juguete, cerámica) tendremos que relanzar nuestras posibilidades aportando los valores que demanda el mercado. De nada sirve fabricar productos buenos y bonitos, si finalmente no se venden. El consumo se ha resentido por los síntomas de recesión económica que no sólo afectan al poder adquisitivo de los consumidores, sino que, sobre todo, minan su confianza en el futuro. Las políticas consensuadas para fortalecer a la Comunidad Valenciana son un horizonte deseable y atractivo siempre que los políticos fueran capaces de hacer política de Estado para estar a la altura de las circunstancias.

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