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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabras de Bush

El presidente de EE UU no convence al situar a Irán como origen de los males de la región

A punto de concluir, hay que reconocer que el primer periplo de George Bush por Oriente Próximo -adonde ha prometido regresar durante su presidencia- dejará huella, aunque sólo sea porque es la primera vez que un presidente de EE UU pisa Ramala, sede del Gobierno palestino en Cisjordania. Tal como se esperaba, han sido las palabras solemnes más que los hechos las que han marcado el viaje.

En tierra de los principales aliados de Washington en el mundo árabe, Bush se ha dedicado a dos cosas: atacar verbalmente a Irán, para tranquilizar al mundo suní ante la nueva hegemonía del chiismo persa, y repartir contratos de venta de armas avanzadas. Algo que poco aliviará a kuwaitíes, saudíes o egipcios, pues la influencia que ha ganado Irán en la zona se debe, en buena parte, a los errores estratégicos cometidos por la Administración de Bush en Irak, en Líbano o incluso en la mal llevada guerra de Afganistán. Y los vecinos, aunque temen a los iraníes, tienen preferencia por el método diplomático a la hora de tratar con Teherán.

La retórica de Bush se ha centrado en el apoyo de Irán al terrorismo de Hezbolá, Hamás o algunos grupos chiíes en Irak, visto que las propias agencias de inteligencia han certificado que Teherán abandonó tres años atrás su programa militar nuclear y que el Gobierno iraní se ha mostrado dispuesto a colaborar con el Organismo Internacional de la Energía Atómica para disipar las dudas que quedan. Pero la preocupación local y global está hoy en el terrorismo de Al Qaeda, que precisamente es suní y no chií.

En cuanto al conflicto entre israelíes y palestinos, Bush no se ha salido del guión esperado y ha apremiado a las partes a llegar a un acuerdo para firmar un tratado de paz basado en dos Estados antes de que acabe el año. Si mencionó las fronteras de 1967, también se refirió a la realidad sobre el terreno, una forma de avalar los grandes asentamientos y de suavizar la presión al Gobierno de Olmert para que desmonte las colonias salvajes y frene la construcción de nuevas.

Este viaje demuestra que el proceso de paz puede resucitar, pero hará falta mucha energía para que no desfallezca de nuevo. Y no bastará toda la que tenga el presidente norteamericano, el actual o el siguiente, sino que será precisa también toda la voluntad internacional.

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