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Ministros por objetivos

La consultora que evaluará al Gobierno francés defiende que todos los resultados políticos son cuantificables

La consultora privada Mars & Co. se encargará de evaluar a los 33 ministros y secretarios de Estado del Gobierno francés. "Todos los objetivos fijados por el presidente Sarkozy son cuantificables", dice un portavoz de esta empresa creada en 1979, aunque no quiere extenderse sobre el trabajo encomendado: "Somos una sociedad que tiene la discreción como norma, y no estamos autorizados a comunicar el método utilizado para analizar el trabajo ministerial".

El encargado de la inmigración deberá deportar en un año a 25.000 ilegales
Una de las lógicas que respeta Sarkozy es la popularidad ante los medios

Aunque no quieran revelar los 30 parámetros que servirán para poner un notable, aprobar o suspender a cada ministro, algunos ya son conocidos porque fueron anunciados por Sarkozy. Por ejemplo, el ministro de la Inmigración, Brice Hortefeux, deberá deportar en un año a un mínimo de 25.000 ilegales. Esa cifra es un objetivo que se fijó el propio Sarkozy cuando era ministro del Interior. Como se fijó la obligación de aumentar el porcentaje de delitos resueltos o disminuir los atentados a bienes o personas. Ahora, como presidente, queda al margen del examen; a él le aprueban o suspenden los votantes.

La ministra de Universidades, Valèrie Pécresse, ha logrado aprobar una Ley de Autonomía Universitaria que concede a cada centro margen para la gestión y búsqueda de recursos. Es una ley voluntaria, pero a ella se la calificará según el número de universidades, y su importancia, que acepte autonomizarse.

Xavier Bertrand, el más hábil y trabajador de los ministros sarkozystas, al frente de Trabajo y Relaciones Sociales, necesita pocas huelgas y que no duren demasiado. Pero sobre todo necesita que sean millones los trabajadores que acepten recurrir a las llamadas horas extras para hacer bueno el objetivo de "trabajar más para ganar más".

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André Santini, secretario de Estado de la Función Pública, tiene como misión reducir el número de funcionarios. Si lo logra, tendrá una nota alta, pero si lo consigue, en medio de grandes protestas, se arriesga a perder el puesto. La ministra del Interior, Michèle Alliot-Marie, debería ser destituida tras las municipales a no ser que obtenga éxitos relevantes -de momento, no es así: le queman casi tantos coches como a Sarkozy cuando era el ministro-. En su caso no pesará la valoración objetiva de Mars & Co., sino aparecer implicada en el asunto Clairstream, es decir, conspirando con Jacques Chirac y Dominique de Villepin para impedir que Sarkozy ganase las presidenciales.

Hay casos insólitos como el de Fadela Amara, secretaria de Estado de Política de la Ciudad, que en el semanario Le Point anuncia que no votará a Sarkozy en 2012. "¡Y él lo sabe!", añade. Amara es la encarnación perfecta de una de las lógicas que de verdad respeta Sarkozy: la de la popularidad ante los medios de comunicación. El personaje se hizo célebre cuando, a pesar de ser de origen magrebí, se atrevió a crear una asociación de chicas de banlieue llamada Ni Putas ni Sumisas, que tuvo más éxito en la televisión que entre las jóvenes que decía representar.

Fadela Amara es un personaje mediático. Por eso está en el Gobierno. Como Bernard Kouchner (Exteriores) o como Rachida Dati y Rama Yade (símbolos de las minorías visibles, es decir, mujeres e hijas de inmigrantes magrebíes o del África negra).

La secretaría de Estado de Política de la Ciudad -una cartera que ha tenido 19 ministros en 17 años- ha consultado 33.000 personas para pergeñar un enésimo plan de reforma inaplicable por falta de medios y voluntad política. Pero mientras ella siga caracoleando en lo alto de las encuestas de opinión....

Preguntado un día por su hiperactividad, Sarkozy respondió: "Me pagan por ello", confundiendo votos y salario, Gobierno y consejo de administración. Y la confusión sigue. Mars & Co. es la empresa auditora escogida para dar apariencia de objetividad a las decisiones políticas. Para hacer comprender a los franceses que el espíritu de competitividad de la empresa privada lo invade todo. Y si la gestión política la valoran auditores privados, ¿qué hay de extraño en que el programa legislativo del partido en el poder lo elaboren miembros del Boston Consulting Group? Si el Estado francés no estuviese endeudado hasta las cejas, los ministros podrían reclamar reparto de dividendos.

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