Gilabertus, autor medieval
Una exposición en Vic muestra obras del escultor francés
"Gilabertus, que no era un desconocido, me ha esculpido". Con esta inscripción en latín -destruida accidentalmente en 1864- a los pies de los bajorrelieves de San Andrés y Santo Tomás, que se conservan en el Museo de los Agustinos de Toulouse (Francia), Gilabertus ha pasado a la posteridad por la singularidad de firmar sus obras, práctica inédita en la Edad Media. Su vida, sin embargo, es prácticamente un misterio. Apenas se sabe que regentaba un taller de escultura a mitad del siglo XII en el entorno de Toulouse, donde se conservan la mayor parte de sus obras, y que su particular estilo, en el que las figuras adquieren una inusitada humanidad para la época, le sitúa como artista clave en la historia del precursor del arte gótico. Una selección de sus obras expuestas en la exposición Gilabertus. Un viaje decisivo en el descubrimiento del románico, que se exhibe en el Museo Episcopal de Vic (Barcelona) hasta el 4 de febrero, permite ahora ver la influencia que ejerció su obra y estilo en la escultura medieval y en el arte románico catalán.
El estilo de Gilabertus supuso, en palabras de Jordi Camps, conservador de arte románico del Museo Nacional de Arte de Cataluña, un paso adelante en la historia de la escultura románica. Huía de los arquetipos tradicionales, de las representaciones planas, hieráticas y de ojos grandes e inexpresivos tradicionales. Apostó por darle relieve a sus obras y un cierto sentido del movimiento. Sus figuras son más humanas, y las escenas que representa presentan "una cierta dosis de componente narrativo, de dramatismo", apunta Camps. Preciso en los detalles, "buscaba la sensualidad en la ropa, los cabellos y las caras", asegura el historiador Eduard Riu-Barrera, comisario de la exposición.
La exposición recorre el viaje que hace ahora cien años emprendieron cinco expertos catalanes en arte comisionados por el Institut d'Estudis Catalans, la academia catalana, para fotografiar e inventariar todo el arte románico o del valle de Arán, en el Pirineo catalán. La expedición partió de Barcelona rumbo a Toulouse para visitar el Museo de los Agustinos, donde descubrieron a Gilabertus, y de allí dirigirse al valle de Arán.
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