Problemas que minan la calidad del Sistema Nacional de Salud
La salud de los ciudadanos es uno de los recursos más positivos y productivos que una sociedad puede tener. En 1977, la resolución de la 30ª Asamblea Mundial de la Salud declaraba que el principal objetivo de los gobiernos debería ser conseguir el nivel más alto posible de salud para todos en el año 2000. España suscribió esta carta en 1985 y, aunque en líneas generales tiene un aceptable Sistema Nacional de Salud (SNS), en los últimos años se ha visto que de la forma en que está siendo planificado, administrado y analizado, es y continuará siendo vulnerable.
La inversión española en la sanidad pública supone el 7% de su producto interior bruto, cerca de dos puntos por debajo de la mayoría de los países europeos. El Gobierno se queja de la escalada del gasto; médicos, enfermeras y directivos se quejan de la falta de información, autonomía y motivación; los pacientes tienen que esperar mucho tiempo para una cita, una cama hospitalaria o una exploración especial. Un problema grave de nuestro SNS es la fragmentación de sus servicios y la inadecuada homogeneización y armonización de los sistemas autonómicos de salud. La coordinación entre las tres fases de la atención sanitaria no es buena, los recursos sanitarios están muy concentrados en la asistencia hospitalaria, la atención domiciliaria (el hospital en casa) no funciona adecuadamente, hacen falta programas de educación sanitaria para la comunidad, y los centros de salud se han convertido en sucedáneos de los ambulatorios.
La medicalización de toda la experiencia humana conduce a un aumento masivo del gasto sanitario
La estrategia política de contentar a toda la población con programas y posiciones irreales y de ofertar atención sanitaria sin modificaciones estructurales serias del sistema, empeorará las condiciones de trabajo del personal médico y de enfermería de las instituciones sanitarias, fomentará la demanda de servicios injustificados o de dudosa utilidad, y favorecerá la posibilidad de que llegue un día en que los pacientes no tengan quien los cuide. Las retribuciones de los médicos especialistas españoles del SNS no se corresponden con las funciones y responsabilidades por las que reciben unos salarios que representan la mitad o un tercio de lo que cobran los médicos de las 10 economías más importantes de Europa. En toda su vida profesional, el médico español del SNS sólo llega a incrementar su salario inicial el 15%. Y si esta situación injusta e inmoral ha ocurrido y sigue ocurriendo, sólo puede entenderse por la complicidad de algunas organizaciones profesionales y sindicales que les representan.
El SNS está pensado para ofrecer atención médica a más de 44 millones de ciudadanos sin que se consideren los tres determinantes básicos de cualquier sistema económico: precios, mercado y beneficios. En un sistema socializado como el nuestro, los burócratas y los políticos han reemplazado el sistema de precios y mercado, al ser ellos los que hacen los cálculos y deciden en función de criterios políticos. La participación de competidores privados podría mejorar la atención médica y la racionalización del gasto sanitario, como sucede en Suecia, pero la realidad en España es bien distinta: se genera mayor desigualdad y fragmentación del SNS y los ciudadanos pueden sentirse discriminados en el acceso y la calidad de la atención sanitaria.
En España, las clínicas privadas no comparten la misma misión y los valores que los grandes hospitales públicos del país: ellas están fundamentalmente para ganar dinero. Más del 15% del presupuesto sanitario dedicado a la medicina especializada va a parar a los centros sanitarios privados concertados, sin que exista una evaluación rigurosa de sus procedimientos y resultados, a pesar de que muchos de los especialistas médicos y profesionales de enfermería que trabajan en esos centros privados son excelentes profesionales que también trabajan en los hospitales docentes del SNS.
¿Cómo puede asegurarse un buen nivel de calidad sanitaria en España cuando hay escasez de médicos especialistas, de profesionales de enfermería, de investigadores médicos, de gestores profesionales en administración sanitaria y de educadores sanitarios? La prestación sanitaria depende de las necesidades que la sociedad se plantee, pero la medicalización de toda la experiencia humana conduce a una hipertrofia de recursos sanitarios, a un aumento masivo del gasto sanitario y a frustración cuando las intervenciones médicas fracasan.
Varios estudios científicos han documentado que existen grandes variaciones en el número total de intervenciones quirúrgicas, que algunas aumentan el riesgo de morir y que algunos procedimientos diagnósticos y quirúrgicos son innecesarios. Según la Oficina Americana de Tecnología, sólo el 20% de los procedimientos médicos es de probada efectividad. Además, el hospital no debe ser necesariamente el lugar en el que el paciente pase sus últimos días de vida. En definitiva, las prioridades que se fijen hoy y las acciones tomadas en los próximos años serán el fundamento de una sociedad más sana. Cualquier decisión política equivocada, por pequeña que sea, va a tener consecuencias catastróficas en el futuro.
Jesús Villar es director de la Unidad de Investigación del Hospital de la Candelaria, de Santa Cruz de Tenerife, e investigador asociado en el Mount Sinai Hospital Research Institute de Toronto (Canadá)
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