Puntualizaciones
Con referencia al artículo La sangría de la Amazonia, publicado en la sección Sociedad (página 39) de la edición de EL PAÍS del 10 de diciembre de 2007, la Embajada de Brasil en Madrid desea realizar una serie de aclaraciones.
De acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente de Brasil (www.mma.gov.br), el área deforestada en la región amazónica disminuyó de 18.793 kilómetros cuadrados, entre agosto de 2004 y julio de 2005, a 14.093 kilómetros cuadrados, entre agosto de 2005 y julio de 2006, lo que representa una caída del 25% en la tasa de deforestación. En comparación con el periodo 2003-2004, se registró una reducción del 49% en la tasa de deforestación. Para el periodo de agosto de 2006 a julio de 2007, los pronósticos indican una caída del 30% en relación al periodo 2005-2006, con un área deforestada probablemente inferior a los 10.000 kilómetros cuadrados.
Por tanto, al contrario de lo que se puede inferir de la lectura del artículo, que utiliza apenas datos para el periodo de 2000 a 2004, la tendencia actual de deforestación de la Amazonia es claramente decreciente.
En lo que respecta a la indicación de que una de las causas de la deforestación de la selva sería el crecimiento de la producción agrícola brasileña -entre otras cosas, con vistas al aumento de la producción de biocombustibles-, cabe aclarar, entre otros aspectos, que paralelamente a la reducción de la tasa de deforestación de la selva amazónica en Brasil entre 2004 y 2006 -como se indica más arriba-, la producción de biocombustibles en Brasil creció de manera significativa. La compatibilidad existente entre esos dos procesos deriva, entre otras razones, del hecho de que una parte significativa del biocombustible brasileño se obtiene de la caña de azúcar, cuya producción se concentra a más de 1.000 kilómetros de distancia de la región amazónica, donde, además, no es posible cultivar caña de azúcar de manera eficiente. Asimismo, el aumento de la producción de biocombustibles en Brasil contribuye por sí solo a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, por su naturaleza ecológicamente más "limpia" que los derivados del petróleo.
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