"Componer música es como resolver las matemáticas"
Cuando le preguntan a qué se dedica, contesta: "Al violín y a los cálculos". Ante las expresiones de sorpresa de sus interlocutores, Diego Ramos aclara: "Quiero dedicarme a la música, pero también estudio matemáticas a distancia, por no perder el ritmo". No es una parodia del estudiante aplicado. Así es la vida de un madrileño de carne y hueso de 18 años, el alumno que mejor nota logró en las últimas pruebas de selectividad. Y que ahora tiene hambre: "También me gustan las croquetas. ¿Vamos a comer? Conozco un sitio tranquilo cerca del Conservatorio".
El estudiante que mejor nota logró en Selectividad sueña con ser violinista
Tocar el violín, escuchar a Shostakóvich o Brahms y, en los ratos libres, resolver integrales. Su actividad frenética, inevitablemente, le ha costado el apodo de empollón desde que se sentó en un pupitre. Pero a él no parece importarle. "Yo sólo intento organizarme, así todo resulta más fácil", explica, con los codos bien anclados en una mesa de una taberna vasca a dos pasos del Centro de arte Reina Sofía. Y mientras estudia la carta, añade: "Además, éste es mi deseo: componer, que es como resolver problemas matemáticos. Se trata de juntar piezas distintas". Por eso, no quiso invertir su asombroso 9,99 en la clásica carrera del estudiante brillante -universidad, master y prácticas en el extranjero- y prefirió perseguir ese sueño que se encuentra a tres kilómetros de su casa. Del barrio de Vallecas al Conservatorio de Atocha de Madrid.
"Diego, ¿nos dejas los apuntes?". La fama de primero de la clase le precede, pero Ramos, muy solicitado por los compañeros, quita hierro al asunto con una sonrisa. Antes de pedir, aclara: "Algo ligero, por favor. Esto es como ser un atleta. Tengo que entrenar todos los días y hay que estar en forma", explica antes de elegir un pincho y una ensalada de pasta. Diego usa una metáfora deportiva, pero no le apasiona el fútbol. "El baloncesto me llama más la atención. Además, intento ir a correr", añade.
Ramos pone el acento en el verbo "intento", porque cuando sale del Conservatorio -a las 21.30- suele más bien repasar los temarios que le envía la UNED. ¿Parejas? "No, no". ¿Discotecas? "Prefiero ir a conciertos, al cine, o a sesiones de música jazz". Atípico para un adolescente, pero a él le gusta. Se le nota en una sonrisa cuando una chica pasa al lado de la mesa y le saluda. Ramos se ruboriza pero enseguida se pone tranquilo, recordando los hallazgos de Pitágoras: "Las secuencias numéricas no son conceptos áridos. Pueden comunicar algo gracias a los instrumentos musicales".
Tras las pruebas de selectividad y un descanso con sus padres, médicos, Ramos aprovechó las vacaciones para hacer un curso en la Universidad de Granada. ¿Y después? "Escribir poemas, leer libros de poesía... Eso sí, nunca en otros idiomas, no me gustan las traducciones", cuenta. No es por nada: el examen que peor le salió en selectividad fue el de inglés, en el que logró un 9,8. A dos décimas de la perfección. Y de ese sueño que empezó a acariciar a los cinco años, cuando sus padres le hicieron un regalo. "Me pusieron en la mano un violín, y todavía no lo he soltado".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.