Una mentira repetida, sin atenuantes
Los medios de comunicación de Estados Unidos fueron un instrumento de la Administración de George W. Bush en la campaña de propaganda para justificar, desde primeros de septiembre de 2002, la inminente guerra de Irak. La estrella del periodismo norteamericano, Bob Woodward, confesó a EL PAÍS que él tenía datos para dudar sobre las armas de destrucción masiva y que se equivocó al no investigar más el asunto.
Pero la prensa tuvo una nueva oportunidad para recuperar el honor perdido. Fue con ocasión del caso de Valerie Plame, en julio de 2003, tres meses y medio después de la invasión de Irak. Sin embargo, los medios volvieron a mirar hacia otro lado.
En el caso Plame, los colaboradores de Bush revelaron a través de un plumífero la identidad de una agente secreta de la CIA, Valerie Plame, para minar la credibilidad de su marido, el embajador Joseph Wilson, quien acababa de denunciar al presidente Bush, el 6 de julio de 2003, por intoxicar a la opinión pública.
Ahora, el que fuera portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, canta la gallina y revela que la exculpación que él hizo de los altos cargos se debió a que le engañaron. Queda entonces claro que el equipo de Bush (Libby, Dick Cheney, Karl Rove y el propio presidente) mintieron. El senador demócrata y aspirante a la presidencia Chris Dodd solicitó ayer al nuevo fiscal general una investigación sobre el caso. "Deberá determinar hasta qué punto ha habido encubrimiento".
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