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Columna
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El carnaval patriótico

José María Ridao

Como si fuese una hoguera que todo lo devora, la crispación ha hecho que los incidentes con Marruecos y Venezuela se tomen como una nueva ocasión para proseguir el enfrentamiento interno cuando, como es obvio, se trata de dos episodios de política exterior, que requerirían otro tipo de respuesta.

Mientras el ruido no deja de crecer en torno a lo que pasó o no pasó, a lo que se dijo o no se dijo, parece olvidarse que lo que corresponde en estos momentos es que el Gobierno elabore una estrategia de solución, la comunique a la oposición parlamentaria y, por parte de ésta, se haga el esfuerzo de facilitar un espacio de no confrontación en el que la diplomacia pueda hacer su trabajo.

Es difícil saber la influencia de estos incidentes en las preferencias electorales, puesto que la política exterior no suele ser decisiva en el voto. Lo que es seguro, sin embargo, es que la posición internacional de España y la defensa de sus intereses pueden salir dañadas si no se resuelve la actual tensión en dos áreas prioritarias de nuestra proyección exterior. Cualquiera que sea el resultado electoral del próximo mes de marzo, el problema seguirá ahí, puesto que el Partido Popular partiría con el pesado lastre de su política pasada hacia Marruecos y Venezuela, y el PSOE, por su parte, no podría desentenderse de las turbulencias que se han ido produciendo bajo su mandato.

El viaje de los Reyes a Ceuta y Melilla se ha justificado con el argumento de que el jefe del Estado tiene derecho a visitar cualquier territorio español. El problema de ese argumento es que olvida que, junto al derecho indiscutible de visitar, está la obligación inexcusable de proteger, y que la manera en la que se creyó durante décadas que mejor se protegía la condición de ciudades españolas de Ceuta y Melilla era no convirtiéndolas en materia de disputa con Marruecos. Quizá existan maneras más eficaces de hacerlo, aunque no parece que la infinidad de Gobiernos de todo signo y condición que se han sucedido entre la visita de Alfonso XIII y del rey Juan Carlos la encontrasen.

En cualquier caso, ha sido seguramente una temeridad prescindir de la estrategia que se había seguido durante un siglo, no para sustituirla por otra estrategia de largo recorrido, sino por un gesto enfático pero aislado y desentendido de sus previsibles consecuencias. El mensaje que queriéndolo o no se ha hecho llegar a Marruecos con esta visita es que Ceuta y Melilla están en la agenda de la relación, y en ese simple estar en la agenda España pierde y Marruecos gana. ¿Dejará Rabat pasar una oportunidad de avanzar sus posiciones cuando se le ha puesto tan fácil?

Por lo que se refiere a Venezuela, y mientras en España se consumen todas las energías en la querella interna, Hugo Chávez va administrando con implacable puntualidad el uso que se propone hacer del incidente en favor de su revolución bolivariana, tanto dentro como fuera de Venezuela.

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A juzgar por algunas reacciones procedentes de América Latina, su diplomacia no ha dejado de trabajar para lograr un cierre de filas alrededor de sus exabruptos apoyándose, entre otras cosas, en las dificultades de imagen que atraviesa la inversión española en el continente. Primero fue el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien no perdió la ocasión de mostrar su alineamiento con Chávez en la misma Cumbre. Luego saltó a escena el inevitable Fidel Castro, siempre dispuesto a sumarse a cualquier búsqueda de enemigos exteriores para justificar la realidad de su país.

Si el último dirigente de la nómina hubiera sido Evo Morales, presidente de Bolivia, habría razones para suponer que Chávez sólo ha obtenido el respaldo de sus fieles. Pero es que el partido de Lula se ha manifestado también en estas posiciones y falta por ver qué hará el presidente venezolano en las próximas cumbres multilaterales en las que participe, a tenor de lo que ha hecho en la de los países productores de petróleo. Puesto que el incidente con la delegación española en Santiago de Chile tuvo resonancia mundial, no sería de extrañar que Hugo Chávez use las citas internacionales para mantenerlo vivo, y explotarlo.

Frente a este horizonte repleto de nubarrones que sólo el temple y el buen hacer político podrían despejar, en España arrecia la ensordecedora disputa de patio de vecinos, con patriotas jaleando desde las ventanas los desplantes taurinos prodigados por el mundo durante las últimas semanas, con desfiles de majos y majas proclamando hoy su lealtad a quien ayer vituperaban, con pases cotidianos de chulapos y chulapas contentos de ver que su lenguaje ha terminado por alcanzar las Cumbres internacionales.

En definitiva, el rancio carnaval patriótico se ha echado a las calles y, mientras tanto, seguimos sin preguntarnos qué hacer, ni cómo, para salir de donde estamos.

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