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Columna
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¿Dónde está el escándalo?

Lo sucedido durante la reciente Cumbre Iberoamericana me lo represento conectado con otra anécdota política: la que protagonizaron Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy durante las presidenciales francesas. En un momento del debate televisivo que les enfrentó en vísperas de la segunda vuelta, Ségoléne Royal subió el tono de su discurso (en el sentido de la indignación y el enfado), lo que fue interpretado por su interlocutor, y después por una parte de los analistas políticos, como un perder los papeles, por no decir los nervios. El tema que provocó el sucedido era la escolarización de los niños con discapacidades, y Ségolène Royal defendió su postura diciendo: "Hay cóleras que son sanas". Es una frase que mayormente comparto y que en aquel momento me hizo pensar en su opuesto: en la enfermedad (personal y social) que supone no encolerizarse, no indignarse por nada, o enfrentarse sin signos de emoción a los problemas reales de la gente, al sufrimiento humano. Porque de eso finalmente se trata: de ver qué actitud adoptan nuestros mandatarios frente a los problemas -que son sufrimientos- de los ciudadanos.

Lo escandaloso es el silencio: no hablar más de la pobreza

Personalmente, prefiero dirigentes que muestren emociones, aunque a veces sean de acaloramiento o impaciencia. Y en general, a la gente que no ha perdido la capacidad de conmoverse ni de indignarse frente a los atropellos, aunque a veces lo exprese fuera del tono del guión. En cualquier caso, de aquella subida de registro de Ségolène Royal se habló mucho en la prensa y a través de Internet; mucho más de la forma que del fondo del asunto, que eran las condiciones de escolarización de los niños discapacitados. Y lo enlazo con la Cumbre Iberoamericana porque de la forma del "¿Por qué no te callas?" se está hablando mucho más que de cualquier fondo. Y digo yo que, puestos a no elegir más que un titular para resumir la cumbre y difundirla a lo largo y ancho de este pobre mundo, puestos a elegir una frase para estrujarla mediáticamente podían haber elegido la que pronunció la presidenta Bachelet el día de su inauguración: "En Latinoamérica hay más de 205 millones de pobres". Y van cambiando las caras mandatarias en las cumbres, pero eso no cambia, los millones de pobres no cambian como no sea para ir a peor. Y entonces dónde está el escándalo: en el ¿por qué no te callas? o en el ¿por qué los políticos se callan tantas cosas? Yo creo que lo escandaloso es el silencio: no hablar más o no hablar sólo de la pobreza, constantemente, de los 205 millones de desesperanzas de vida; no poner las verdaderas palabras en el auténtico fondo del asunto, para acabar de una vez con las miserias y violencias que siguen, cumbre tras cumbre, azotando América Latina.

Aunque no tenemos que irnos fuera de Euskadi para representarnos lo escandaloso que puede resultar el silencio: lo que se calla o no se dice alto y claro. Lo escandaloso de los debates de forma-formato que se amplifican para acallar o cubrir los auténticos temas de fondo, de cimiento social. Porque -por poner sólo el ejemplo-, en una sociedad donde hay gente que vive amenazada, condicionada, impedida de tantos gestos simples, inhibida de naturalidades cotidianas, ¿qué determina su determinación? ¿qué le sucede a su capacidad de decisión? ¿Dónde está o qué queda del sano escándalo?

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