Demasiado caro para tan pocas explicaciones

Jaime García, que tiene una fábrica de harina en el pueblo soriano de San Esteban de Gormaz, reconoce que la subida del precio del trigo que él compra le ha obligado a vender su producto hasta un 33% más caro que antes del verano. Gloria, que no tiene ni idea de quién es Jaime, sólo sabe que desde el fin del verano paga cinco céntimos más por cada barra en el ultramarino del centro de Madrid donde hace la compra.

Es razonable pensar que el mayor coste de la materia prima haya disparado el precio del pan. Lo que tanto desde las asociaciones de consumidores como desde el propio Ministerio de Agricultura dudan es que toda la subida se pueda explicar por este factor. El pan fue en octubre uno de los tres productos de consumo más inflacionistas al alcanzar una tasa interanual del 13,4%. En la serie histórica del IPC, que empieza en 2002, no se encuentra un dato tan catastrófico como el del mes pasado: un encarecimiento del 4,7% en sólo 30 días.

Agricultura califica de "abuso" lo que está ocurriendo en los comercios

Y el coste del cereal no puede ser la única explicación, ya que sólo supone un 10% del precio final del pan. Así, si el kilo de harina se duplicara, el impacto teórico sobre una barra de 60 céntimos debería de ser tan sólo de seis céntimos. "Es verdad que también han subido los combustibles, pero aun así no nos salen los números para llegar a los niveles en los que estamos", aseguran en Agricultura. Aunque en el ministerio prefieren esperar para hacer un juicio más atinado a que concluya la investigación iniciada por la Comisión Nacional de Competencia, consideran "un abuso" lo que está ocurriendo en los comercios.

Quien sí va más lejos es la Organización de Consumidores y Usuarios, donde aseguran que al mismo tiempo que las pistolas se ponen por las nubes, los intermediarios que van desde el agricultor hasta el consumidor final se han beneficiado de un "enriquecimiento injustificado".

Lorenzo Alonso, presidente de Ceopan, asociación que aglutina al 80% de la industria panificadora, niega cualquier atisbo de concertación. "Las harinas han subido en el último año entre un 70% y un 80% y no conozco a ningún empresario que haga frente a unos costes disparados de una materia prima sin repercutirlo en el precio final. El sector productivo no es el culpable; la distribución también ha repercutido sus costes", dijo la semana pasada en Santander.

El órgano que regula la competencia abrió el mes pasado, a instancias de dos organizaciones de consumidores, una investigación para dilucidar si algunos se han puesto de acuerdo para subir los precios. Tiene 18 meses para llegar a una conclusión.

La subida del precio de los cereales llega, paradójicamente, el año en el que el campo español ha tenido la mejor cosecha de las últimas cinco temporadas. El problema es que con esta buena producción coinciden otros factores: el aumento imparable del consumo en países emergentes, entre los que destaca, como no, China; las sequías en tradicionales productores como Australia, Ucrania o Argentina; y la falta de stocks en la UE.

Uno de los mitos que hay que desmontar es que la culpa de las alzas en los cereales es de los biocombustibles. En un futuro podrá ser determinante, pero por ahora España sólo destina a este uso el 1,4% de su consumo; mientras que la UE no llega al 2%.

Mientras pasa el año y medio que Competencia tiene para decidir si ha habido concertación, las familias españolas continuarán dejándose cada vez más dinero por un producto básico. Las quejas que se oyen en los mercados afectan más a las alzas de la leche o los huevos que al pan. Quizás porque los cinco céntimos que paga ahora más Gloria por una barra significan, suponiendo un consumo estándar de 56 kilos por persona y año, un desembolso adicional de poco más de 11 euros en un año.