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El juego empieza a abrir su abanico

Las tres nuevas casas de apuestas no creen que su modelo de negocio vaya a afectar a la actividad tradicional de la pelota y el deporte rural

El deporte profesional en Euskadi no sólo lo van a vivir los propios practicantes o los aficionados. Desde 2008, se sumará un nuevo colectivo: los apostantes. Las tres empresas a las que Interior ha concedido por concurso licencia para actuar (Ekasa, Garaipen Victoria Apustuak y Teleapostuak) coinciden en definir su actividad como "una manera más de ocio y entretenimiento". Cada una de ellas prevé abrir en los tres próximos años 25 locales, además de instalar 500 terminales en hoteles, salones de juego y estadios.

Al ser la vasca la primera comunidad que regula la materia (Madrid será la siguiente), las incógnitas se suceden. Respecto al volumen de negocio, sus responsables no se pronuncian por cautela. Otra tiene que ver con la inserción de un modelo británico en el mundo del deporte rural. Y es que las posibilidades para el apostante "van a ir de lo global, con la fórmula 1, la NBA o el fútbol internacional, a lo local: pelota, traineras y herri kirolak", apuntan desde las casas.

"Confiamos en la experiencia de Asegarce", dice Jesús Marrodán, ejecutivo de Garaipen, en cuyo capital participa esa promotora de pelota. "El apostante tradicional del frontón no desaparecerá", apunta Patxi Mutiloa, de Teleapostuak, de la que es socia la otra gran firma de pelota: Aspe.

Santi Agirre es jefe de artekaris (corredores de apuestas) de Aspe, con una decena de trabajadores. "Este sistema no tiene nada que ver con la apuesta clásica del frontón", indica. "Veo muy difícil que el que acuda a la pelota a apostar lo haga en una máquina". Con todo, advierte: "Puede que a largo plazo nos afecte y se reduzcan los corredores".

"Es cierto que el deporte rural es un mundo ceñido a unas normas tradicionales, pero también queremos estar ahí", recalca Javier Zozaya, director general de Ekasa."En recintos deportivos de menos de 5.000 espectadores, sólo se podrá instalar una máquina", comenta Mutiloa. En esa categoría entran todos los frontones. Sin embargo, el perfil sobre el que las casas han diseñado su estrategia se aleja del allí habitual: un hombre de 25 a 50 años, de poder adquisitivo medio y habituado a las nuevas tecnologías, "que decida jugarse cinco euros, por ejemplo, con su cuadrilla", agrega Mutiloa.

Interior ha fijado un máximo de 100 euros por apuesta. "Este es un juego relativamente barato", destaca Marrodán, para quien "la apuesta forma parte de la cultura vasca. Aquí va a costar menos que en otros lugares entender el sistema". En ese campo, el didáctico, se esforzarán las tres casas desde ahora. "Tenemos por delante una labor educativa muy importante. Todo este mundo es muy complejo", explican en Garaipen.

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"Hemos pensado en métodos fáciles de utilizar, como si las máquinas fueran cajeros", precisa Javier Zozaya. "Vamos a necesitar trabajo y un tiempo razonable para explicarle a la gente en qué consiste esto", apostilal Mutiloa. La próxima primavera se verán los primeros resultados.

El problema de la ludopatía

Uno de los aspectos en que puede incidir el desarrollo del negocio de las apuestas es el que tiene que ver con la adicción al juego. Para los operadores, el límite de 100 euros por apuesta y el que los cobros no sean inmediatos -el plazo habitual se eleva a cinco días- suponen dos herramientas importantes para combatir la ludopatía. Ekasa se ha apresurado a firmar un convenio con la Facultad de Psicología de la UPV para que les asesore en "la prevención de los impactos negativos que pueda provocar esta modalidad de juego". "El objetivo es que cada empleado pueda apreciar si un usuario padece estos problemas", aseguran responsables de Ekasa y Garaipen. "Si se observa algo, se avisará a los servicios de seguridad", explica Emma Mateos, de la segunda casa. "La apuesta es una manera más de sentir el deporte, pero no para que el usuario se enganche", indica Patxi Mutiloa, de Teleapostuak.

Los afectados no lo tienen tan claro. Ekintza-Aluviz, la principal asociación de atención al ludópata de Vizcaya, muestra su "preocupación". Con casi 300 casos nuevos al año, su presidente, José Manuel Vildosola, entiende el derecho de las empresas, pero recalca: "Va a hacer daño. Cuanta más oferta, peor. ¿Por qué no ubican todos los terminales en lugares específicos, como salas y casinos, donde todo está más controlado?" Y agrega: "Cualquier persona de la calle sabe que hay demasiado juego. Debe ser la propia Administración la que advierta del peligro y eduque al ciudadano en los problemas de los juegos de azar".

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