El desplome del cuarto poder
Entre los europeos está muy extendida la idea de que lo que ocurre en Estados Unidos no tarda mucho en suceder en Europa. Desde 2000 ha sido espectacular el descenso de la prensa impresa. En Alemania no es menor la crisis por la que pasan los periódicos. Ha bajado el número de lectores, con la gravedad añadida de que es la población más joven la que les ha dado la espalda. Las causas son muy distintas, aunque la principal sea el impacto de la prensa digital. No en vano los grandes consorcios, como Axel Springer o Georg von Holtzbrinck, invierten cientos de millones en Internet. El periódico digital comunica con los lectores de manera mucho más rápida y, sobre todo, a un menor costo. Pero el cambio de formato implica también el de los contenidos.
Redacciones exiguas y bajos sueldos repercuten en la calidad de la prensa
En los años sesenta recuerdo que un publicista escribió que la libertad de prensa en Alemania era la de 200 ricos para expandir las ideas que mejor encajasen en sus intereses. En efecto, controlar un periódico proporcionaba una enorme influencia en distintos ámbitos, no sólo el político; en cambio, hoy corre el dicho de que ser propietario de un periódico es la forma más cómoda de arruinarse. No es extraño que grandes periódicos, como el Süddeutsche Zeitung de Múnich, estén a la venta. Los que los compran a bajo precio lo hacen, no para colaborar con un servicio público fundamental, ni siquiera para fortalecer una influencia política y social, que logran mejor por otros conductos, sino tan sólo para ganar dinero. Para ello no queda otro remedio que reducir los costos, adelgazando las plantillas, incluso a ser posible suprimiéndolas, encargando a pequeñas empresas que aporten los contenidos de las distintas secciones. Si en 1993 trabajaban 25.000 periodistas en la prensa alemana, hoy han disminuido a 17.000, incluyendo fijos, ocasionales y externos. La gran cantidad de periodistas en paro ha mermado drásticamente los sueldos. Según la Asociación de Periodistas Alemanes (DJV) una buena parte apenas superan los 1.000 euros mensuales, cantidad mínima que hay que acreditar para ser reconocido como profesional. Redacciones cada vez más exiguas y los bajos sueldos -muchos son los periódicos provinciales que no pagan las tarifas acordadas con los sindicatos- repercuten en la calidad de la prensa, que, al perder credibilidad e interés, pierde lectores.
Se pretende salir del hoyo bajando aún más la calidad, un círculo infernal con consecuencias catastróficas. Los periódicos que más venden han colocado en un primer plano sucesos, sexo y deportes, es decir, fútbol. Si se alcanza una tirada que supera el millón de ejemplares, como el Bild Zeitung, pequeñas dosis de política, expresadas en un lenguaje simplista, ejercen una enorme influencia, pero ya no como instrumento de orientación, sino de manipulación.
Una prensa, entendida como servicio público, que encauce la opinión por la vía de la información veraz y la reflexión sosegada y racional ha sido uno de los soportes básicos de la convivencia democrática. No en balde, las constituciones europeas protegen la libertad de prensa como uno de los principales puntales. Después de que el Parlamento, absorbido de hecho por el Ejecutivo, ha perdido su anterior centralidad, el desplome de una prensa libre y rigurosa, que no en vano habíamos llamado cuarto poder por su función principal de control del Gobierno, constituye el segundo gran golpe a la democracia establecida.
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