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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con criterio y oficio

Al calor del año Mozart en 2006, con las celebraciones del 250º aniversario de su nacimiento, se beneficiaron dos compositores españoles a los que se suele asociar al genio de Salzburgo. Del bilbaíno Arriaga se conmemoraban los 200 años de su nacimiento, del valenciano Martín y Soler los mismos años pero de su muerte. En el relanzamiento de ambos se implicó a tope Christophe Rousset, con la edición completa de la obra en el caso del primero o con la difusión entusiasta de óperas del segundo. Ha sido una decisión acertada enconmendar estas representaciones del Real a su experta y vital dirección. Es fundamental en este tipo de recuperaciones contar con una batuta elástica que domine el estilo y que imprima carácter. Han sido tantos los intentos fallidos en este tipo de operaciones por voluntarismo mal entendido que afrontar el reto con criterio y oficio se agradece. Y hasta se comprende con nitidez la afirmación del propio Rousset de que "Martín y Soler ayuda a comprender mejor a Mozart". La Sinfónica de Madrid respondió con espíritu a la propuesta. El armazón, al menos, era consistente.

IL BURBERO DI BUON CUORE

De Vicente Martín y Soler, con libreto de Lorenzo da Ponte. Director musical: Christophe Rousset. Directora de escena: Irina Brook. Con V. Gens, S. Pirgu, E. De la Merced, C. Chausson, C. Díaz, L. Pisaroni, J. F. Gatell y J. M. Ramón. Sinfónica de Madrid. Teatro Real. 1 de noviembre.

Se ha dado a la obra un tono de comedia de caracteres, sin forzar el lado bufo

No se acaban ahí los parabienes. El reparto vocal fue coherente, incluso en el aspecto físico para acercarse a la psicología de los personajes. Destacó la labor de conjunto, pero no está de más destacar el estilo de la francesa Véronique Gens en la segunda aria incorporada de Mozart al comienzo del segundo acto, la compacta vocalidad del italiano Luca Pisaroni, el sutil encanto del albanés Saimir Pirgu, la gran clase del aragonés Carlos Chausson, la arrolladora simpatía de la valenciana Elena de la Merced, la buena escuela de la argentina Cecilia Díaz, la seguridad del valenciano Josep Miquel Ramón o el empuje del argentino Juan Francisco Gatell.

La directora de escena Irina Brook había declarado que pensaba tratar a los personajes como si se tratara de una obra de Woody Allen y que con el paso del tiempo se fue inclinando por una dirección a lo Chejov. Ni una cosa ni otra, afortunadamente. Imprimió a la obra un tono de comedia de caracteres, sin forzar el lado bufo, inclinándose más bien por una comicidad elegante. Funcionó la idea y la representación se movió en el terreno de la naturalidad. No hubo riesgo y tampoco excesiva fantasía. La noche no estaba para sobresaltos y el entretenimiento se imponía.

Se han unido para esta aventura el Liceo de Barcelona y el Real de Madrid. Vicente Martín y Soler es el compositor español de ópera más importante del XVIII. Hizo cinco títulos con Da Ponte, dos más que Mozart. Triunfó en Viena, Londres y San Petersburgo. Con espectáculos como el estrenado ayer se hace justicia a sus valores y a su dimensión artística.

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