"Para un actor los espacios nunca están vacíos"
Todos los sentimientos pueden ser válidos y un actor sentado sobre un taburete de madera, basta para canalizarlos. Cada actuación depende de ellos, y por eso un denso y largo monólogo pronunciado por un poderoso cardenal frente a un Cristo silente nunca es el mismo. Bruce Myers (Manchester, 1942) interpreta desde hoy y hasta el próximo domingo en el teatro de La Abadía -dentro del programa del Festival de Otoño- El gran inquisidor, la obra dirigida por Peter Brook inspirada en un capítulo de Los hermanos Karamazov, de Dostoievski.
"La representación objetiva de esta obra no existe", afirma Myers. "No hay una actuación igual. Las emociones pueden cambiar de un día a otro, hasta pueden ser opuestas, y pese a ello, la interpretación siempre será la correcta". Myers lleva un gabán marrón hasta los pies. Frente a él, está el actor francés de origen peruano Joaquim Zuber (que interpreta a Cristo). En el patio de butacas les observan la hija adolescente de Myers y María Dermitzaki, encargada de la dirección técnica. Recién llegados de París, ensayan la obra. El actor quiere ajustar su voz a la acústica de la sala madrileña. Mueve la cabeza para proyectar la furia que brota cuando el personaje proclama: "¡y vendrán más siglos de pensamiento incontrolado!".
"En el teatro nunca se trabaja lo suficiente, cada ensayo es necesario y cuantos más, mejor. Éste es un oficio que no tiene fin", explica. "Cuesta mucho interpretar un monólogo, resulta pesado memorizarlo. Demasiado texto y demasiado largo. Sólo si se trabaja mucho puede surgir algo fresco y espontáneo. A mí no me gusta actuar solo, echo de menos a mis colegas y además me incomoda recibir unos aplausos que en el fondo tampoco me pertenecen del todo".
El gran inquisidor es una reflexión sobre la religión, el poder y sus súbitos. Sin decorados, Brook (para quien El rey Lear es la gran tragedia y Los hermanos Karamazov la gran novela) ha prescindido de cualquier ornamento. El actor apenas mueve el cuerpo. Toda la energía se concentra en sus largas manos, su cabeza respetable y su poderosa voz. "Un espacio vacío es un lugar privilegiado para cualquier actor, aunque para un actor un espacio nunca está del todo vacío", afirma entonces. "Un simple taburete puede determinar una actuación y su forma, sus patas anchas o delgadas, marcar muchas diferencias".
Myers trabaja con Brook desde la fundación, en 1971, del Centro Internacional para la Investigación Teatral. El actor explica que el autor de montajes tan célebres como El Mahabharata no busca la simplicidad por una cuestión meramente estética. En su despojamiento del escenario persigue el único misterio que le interesa: el del actor y el del hombre. "Los actores trabajamos con la voz, el cuerpo y la palabra, pero lo único que de verdad importa es la libertad. Y eso es lo que Peter Brook nos ha enseñado durante tantos años de colaboración: a trabajar sin miedo a la libertad. Todo se puede manipular menos esa libertad interior que se conquista cuando ya no hay ni temores ni ansiedad". Brook, añade el actor, da muy pocas indicaciones, "pero hoy, un año después de estrenar la obra, sus palabras resultan aún más válidas que al principio. Después de años trabajando a su lado me quedo con su sentido del humor y con su necesidad de hacer preguntas".
Myers se reconoce en la inmensa tradición de actores de su país. La que va de Laurence Olivier a John Gielgud y Paul Scofield. "Llevo muchos años viviendo en París, he experimentado con muchas técnicas, pero con el tiempo me siento más cerca de la gran tradición de actores británicos. Ahora necesito como nunca mi idioma y creo que ya no puedo trabajar con otro. Creo que los actores británicos contamos con un gran entrenamiento que quizá se podría resumir así: una tradición muy fuerte, una conexión muy sana con el cine y un gran público"."En el teatro nunca se trabaja lo suficiente, cada ensayo es necesario" "Peter Brook nos ha enseñado a actuar sin miedo a la libertad"
Babelia
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