El rugido de la bestia parda
No hace mucho sintió una especie de déjà-vu. Le resultaba familiar ese niño al que separaban de su madre a muy temprana edad para introducirlo en un mundo de violencia y disciplina. Un niño adoctrinado para no retirarse nunca del combate. Acostumbrado a no rendirse jamás. A no mostrar dolor. Ni piedad. Pocos minutos de metraje más tarde, el niño se convertía en Leónidas, el Rey de Esparta que lideró la épica batalla contra el ejército persa en el desfiladero de las Termópilas. Y en ese momento, mientras veía la película 300, Jorge Lorenzo se emocionó. Aquel día se acordó de Giorgio.
Ha pasado una década desde que el tal Giorgio protagonizó otra película. Pero de vídeo. Una grabación casera en la que un renacuajo, de apenas diez años y mirada insolente, luce una cresta rubia adornada con estrellas por encima de las orejas. El niño viste camiseta de colores chillones y pantalones de trial con protecciones en las rodillas. Calza unas botas embarradas y ciñe la pechera a su cuerpo. Le acompaña en la radio el Smoke on the water, de Deep Purple. El calor estival parece sofocante, pero el casco no le asfixia. Ni siente ni padece. No mira a cámara, mira a su padre. Una mirada que bien podría parecerse a la de aquellos pequeños espartanos que se convertían en valerosos guerreros. Este niño no tiene miedo. Hace lo que le dicen. Posa su pie sobre el pedal de arranque como si llevara haciéndolo desde los tres años. De hecho, lleva haciéndolo desde los tres años. Cada día. Desde que cumplió los cinco, en el circuito de motocross de su padre, en un parque de atracciones de Palma de Mallorca. Caballitos, curvas, derrapes. Lo que quiera. A las motos grandes sube a duras penas, pero una vez cabalga sobre sus lomos ejerce su doma implacable. El mocoso derrapa que es un primor. Qué se habrá creído. Qué le habrán dicho. El espectáculo continúa en el aparcamiento de un centro comercial. Las rodillas rozan el asfalto y la criatura mete gas en las curvas. Una vuelta, otra. La siguiente siempre es más rápida. Si cae al suelo, no tardará en levantarse. Enderezará la máquina y saldrá disparado. Unas escenas grabadas para convertir a aquel niño en lo que es ahora. Apenas diez minutos para resumir la obsesión de un padre por convertir a su hijo en campeón.
"Sé que despierto antipatías. Y eso me encanta. No me gustan las cosas normales"
"Una de mis obsesiones es conseguir que no me importe lo que digan los demás sobre mí. Eso es tener carisma"
"Leo libros de autoayuda. Me interesa la realidad, no las novelas de ciencia-ficción"
"Me aburre la gente que me habla de motos. Hay muchos que van de Rossi por la vida"
Jorge lo recuerda todo como si fuera ayer. Por eso, durante esta tarde otoñal en el Poble Nou de Barcelona, a pocos días de revalidar su título de campeón mundial de motociclismo en la categoría de 250 centímetros cúbicos, proclama: "Si enfocas a una persona desde que tiene un año hacia un mismo objetivo cada día, cuando esa persona llegue a los 20 se convertirá en una bestia".
Estamos en un hangar cercano al estudio del equipo de diseñadores de Mariscal. Jorge llegará tarde a la sesión de fotos. "Estoy a cuatro minutos de ahí, según el GPS". El altavoz del teléfono móvil es de Pere Gurt, uno de los hombres de confianza del piloto. El flamante Jaguar XK aparecerá muchos minutos más tarde. Pero cuando lo aparque, Jorge no tendrá ninguna prisa por volver a arrancarlo. Disfrutará con el fotógrafo y se dejará llevar durante una larga conversación en uno de los patios de este complejo industrial de diseño made in Barcelona.
Todos se empeñan en llamarle Giorgio. Pero este mallorquín de 20 años dice que enterró ese apodo de la infancia hará cosa de un año. "Giorgio era más tímido. Y no disfrutaba tanto de la vida como Jorge. Cuando fui campeón del mundo me quité una carga, una gran presión que he estado soportando desde que nací. A partir de ahí, como si todo me fuese mal. Lo que llegue profesionalmente será bienvenido". Y lo que le ha llegado este año ha sido un Campeonato del Mundo de motociclismo donde ha dominado la especialidad del cuarto de litro con puño de hierro. Donde ha ejercido su hegemonía en carreras como la del pasado 14 de octubre en el circuito australiano de Phillip Island, convertida desde la salida en un paseo ante sus rivales con el que se aseguró prácticamente el título de bicampeón mundial.
Los que saben de esto dicen que hoy rueda mejor que nunca. Que pocos se muestran tan seguros de sí mismos como él sobre el asfalto. Ángel Nieto, la leyenda española de 12+1 títulos mundiales, contestaba hace unos días al teléfono desde la pista de Phillip Island durante la celebración del Gran Premio de Australia, poco antes de colaborar en la narración para Televisión Española del paseo triunfal de Jorge. "A su talento natural para ir en moto le acompaña una juventud agresiva. Este año ha mejorado sus planteamientos de carrera. Y el mundial de dos y medio se lo merece él; ha culminado una temporada genial, con victorias por un tubo. Hay pilotos que tienen carisma y otros que no. Él es de los afortunados. Eso le ha ayudado a estar donde está".
Fuera de la pista, tampoco se arruga ante lo que le espera. A corto plazo, no patinar antes de que termine el mundial; y el año que viene, encontrarse a Valentino Rossi como compañero de equipo. Compañeros y rivales, claro. Doble salto sin red: abandonará el equipo Fortuna Aprilia, donde le conoce y le mima hasta el apuntador, por un contrato de dos años con Yamaha para competir en la categoría reina, la Moto GP, donde la potencia de las máquinas llega hasta 800 centímetros cúbicos; y el otro salto, el que debería provocarle más vértigo, compartir cartel con Il Dottore, el enfant terrible de los últimos años en el circo de las dos ruedas y una de sus personalidades más carismáticas, a pesar de encontrarse inmerso en su annus horríbilis desde que la temporada pasada perdiese el título mundial de un batacazo en el circuito de Cheste (Valencia), arreciaran las críticas por sus coqueteos con la fórmula 1 y el fisco italiano le reclamase más de cien millones de euros por una supuesta omisión de declaración de impuestos. A pesar de todo, Rossi sigue siendo El Doctor, pero ni siquiera eso es suficiente para que las pobladas cejas de Jorge tuerzan el gesto. "Rossi es el mejor piloto que hay ahora mismo. Le tengo muchísimo respeto. Pero no le temo. Puedo ganar a cualquiera".
Pura provocación. De casta le viene al galgo. Durante la temporada que viene no tendrá que rendir cuentas en su nuevo equipo por los resultados. Parte como novato de la categoría y sólo se le exige que coja el aire a la M1, su nuevo corcel. Que vaya más rápido en cada carrera. Pero tampoco él escatima a la hora de calentar el ambiente. Que se vayan preparando, prefiere pensar. Jorge Lorenzo siempre tiene algo que decir. Y con él no cabe la indiferencia. O le amas o le odias. Algo de lo que es plenamente consciente. "¿Despertar antipatías? Eso me en-canta. Me parece un fenómeno interesante que una persona sea capaz de decir cosas hermosas sobre ti y otra te critique hasta el infinito. Pero yo soy así. Ni voy a cambiar, ni me gustan las cosas normales que hace todo el mundo".
La obsesión por ser diferente. Por perseguir ese carisma del que habla Ángel Nieto. Entre esas cosas normales a las que se refiere, están las celebraciones de los triunfos. Ha llegado un momento en que una victoria de Jorge Lorenzo no es completa hasta que clava su bandera de Lorenzo's land (La tierra de Lorenzo) en las piedras de los circuitos que conquista, hasta que desarrolla su performance con disfraces, bien sea subido al podio con un traje de gladiador o colgándose una guitarra eléctrica al hombro para jalear al público. ¿Delirios de grandeza? ¿Excentricidades de un megalómano? "Lo de los disfraces es un juego. Sé que a los rivales no les gusta, pero no lo hago por humillarles. Algunos piensan que intento imitar a Rossi. Pero a mí me divierte. Una de mis obsesiones es conseguir que no me importe lo que digan los demás sobre mí. Ésa es la diferencia entre una persona carismática de otra que no lo es".
Daniel Palau, su amigo de la infancia, su confidente desde los tiempos del colegio mallorquín de La Milagrosa, un centro público donde Giorgio se pasaba el día dibujando y se defendía con las notas, reconoce que Jorge estudia al milímetro la imagen que desea proyectar. Que le preocupa no ser como el resto de la gente. "Pero de ahí a que pueda perder la cabeza hay un mundo. Gana mucho dinero y sin embargo no abusa de él. Cuando salimos, vamos a cenar a sitios normales, desde un burger hasta una pizzería. Lo del show cuando gana, yo creo que lo hace porque sabe que el año que viene lo va a tener más difícil y está disfrutando de este momento dulce". Palau trabaja hoy para su amigo. Coordina su página web y desarrolla los diseños con el sello de Jorge Lorenzo. Porque el piloto ha ideado hasta una marca propia: X fuera, en alusión a su forma favorita de adelantar a los rivales. Hoy circula impresa en gorras, banderas y camisetas que se venden en la zona de merchandising de cada Gran Premio de Motociclismo.
Los que manejan los hilos del circo de las dos ruedas ya empiezan a frotarse las manos. En un universo que mueve más de 1.000 millones de euros al año, los dueños de los derechos de emisión y organización del Mundial de motociclismo desde 1992 y hasta 2021 reconocen que Jorge Lorenzo es un tipo que ayuda a hacer caja. Desde Dorna Sports, empresa española participada en un 65% por el fondo de capital riesgo Bridgepoint, su director de marketing, José María Asensio, reconoce que "para sobrepasar los dos millones y medio de espectadores de audiencia media por carrera y alcanzar los cuatro millones de la fórmula 1 haría falta un Alonso de las dos ruedas. ¿Quién dice que no pueda serlo Jorge Lorenzo, un tipo que gana y ofrece espectáculo?". El consejero delegado de Dorna, Carmelo Ezpeleta, recuerda que precisamente el año pasado, cuando Lorenzo ganó el Mundial en 250 centímetros cúbicos, Álvaro Bautista el de 125 y Dani Pedrosa destacaba en Moto GP, se produjo el baile de derechos de emisión del Mundial entre Cuatro y Televisión Española. "Una puja resuelta", según Ezpeleta, "cuando la cadena pública ejerció su derecho de retracto e igualó la oferta de Cuatro en 20 millones de euros por temporada".
Todas las miradas están puestas sobre el mallorquín. Mientras el show business se afana en perseguirle, desde su entorno se preocupan de fomentar una coraza de protección. Desde los pilotos Ricard Cardús y Alex Debón, su fiel escudero en la pista y quien le rescató anímicamente de su mala racha de caídas durante el año pasado, hasta Juan Llansá, su mecánico de confianza; un hombre con el que ha compartido habitaciones de hotel y todo tipo de inquietudes previas a la competición hasta hace muy poco tiempo. "Nunca le oí decir que tuviera miedo antes de un gran premio", asegura Llansá. "Y si lo ha pensado, se lo ha callado". El ex piloto Daniel Amatriain, el primero que vio aquel vídeo del niño de la cresta amarilla que corría como un diablo, el hombre en cuyas manos puso Chicho Lorenzo, el padre de Jorge, la senda del guerrero cuando tenía apenas once años, el que presentó al mundo en Jerez a un chaval de 15 años que debutaba en el mundial de 125 centímetros cúbicos, se encarga hoy desde su oficina en Badalona de dirigir los designios del pupilo. Maneja un presupuesto de alrededor de cinco millones de euros para el equipo de Jorge y planifica cada día de su vida: cinco horas de ejercicio físico por las mañanas, clases de inglés y de expresión oral. "También leo muchos libros de autoayuda por iniciativa propia. No llegué a terminar la ESO y me preocupo por conocer la realidad. Me interesan la psicología y las relaciones personales, no las novelas de ciencia-ficción".
Mientras entrena en un gimnasio de Barcelona con su preparador físico, Marcos Hirsch, también saca tiempo para otra de sus pasiones: la estética. Sus 172 centímetros de altura repartidos en 62 kilos de pura fibra van de un lado a otro de la sala en busca de los espejos. "Ponle gomina a Brad Pitt y verás lo que te queda", bromea ante el consejo de su entrenador. María Guerrero, la mujer que llevó a Jorge en sus entrañas subida a un Vespino rojo sobre el que trabajaba de mensajera, presencia la escena. Y recomienda a su hijo que se eche una novia. Y él, claro, le dice que tiene 20 años. Que es el momento de vivir la vida. Horas antes confesaba a su interlocutor haber mantenido una relación hasta el año pasado. "Ella fue mi primer amor. Pero yo pensaba... ¿Voy a estar siempre con la misma chica hasta los 25, sin experimentar? De un tiempo a esta parte he vivido una larga experiencia. Con muchas mujeres. No soy ningún Casanova, pero sí que he mejorado".
Junto a su madre tiene ahora su residencia fijada en Londres, donde está a punto de comprar una vivienda en el exclusivo barrio de Chelsea. Dice llevar una dieta equilibrada y una vida sana. Sigue escuchando rock y venerando a los Red Hot Chili Peppers. "Ahora me gusta el house un poco más que antes. Pero en la discoteca, no en mi Ipod". Por la calle no monta en moto. No es algo con lo que disfrute, a pesar de haber representado recientemente a la comunidad motera en su protesta contra los guardarraíles de las carreteras durante el pasado Gran Premio de España en el circuito de Jerez. "Me aburre la gente que me habla de motos. Más de uno va de Valentino Rossi por la vida. Y la calle no es el lugar para imitarlo".
Jorge conserva hoy el mismo pelo rubillo y el perfil griego que ostentaba de pequeño; la sangre, si cabe, más fría. Los nervios, más templados. ¿Pero dónde está el hombre que se inventó a Giorgio? Chicho Lorenzo, su padre, vive ahora en Palma de Mallorca con la hermana pequeña del corredor. Allí regenta Lorenzo Competición, una escuela donde instruye a padres e hijos para adentrarse en el mundo de la velocidad sobre dos ruedas. Una serie de desencuentros durante el año pasado con el entorno del piloto le han llevado a mantenerse apartado de la vida profesional de su hijo. "Cuando Giorgio ganó el Campeonato del Mundo sentí una mezcla de alegría y amargura. Nadie me llamó, ni tuve pase para asistir a la celebración".
-¿Le ha merecido la pena el empeño en que su hijo fuera campeón?
-Es ley de vida. Yo también me enfrenté a mi padre cuando era joven.
Mientras tanto, Jorge argumenta que cuando va a Mallorca suele mantener encuentros con su padre. "Pero la familia y las novias deben estar en casa; nadie se los lleva a la oficina".
Distancia. Al menos, de momento. Quizá haya sido ése el precio de una obsesión. La de forjar una leyenda desde la cuna.
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