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Reportaje:El museo del futuro

El nuevo Prado se abre a la historia

La pinacoteca muestra su esplendor tras una década de trabajos de remodelación

Cuando el próximo miércoles se abra la puerta de Velázquez, que sirve de encuentro entre el palacio de Villanueva y la ampliación realizada por Rafael Moneo, el Museo del Prado no sólo será la pinacoteca de arte antiguo más importante del mundo, sino también una de las más modernas.

Por sus nuevos espacios, por su organización y por sus servicios.

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Su poder de convocatoria internacional resulta espectacular. Más de 200 directores y conservadores de museos europeos y americanos van a desfilar, a lo largo de este fin de semana, para admirar unas salas inauguradas en 1785 con el fin de mostrar los grandes tesoros de las colecciones reales. Unas 4.000 obras, en suma, entre las que se atesora lo mejor de Velázquez, Goya, Tiziano, El Bosco, Rubens o El Greco.

La apertura se celebra con un festín artístico. Dos exposiciones temporales de lujo. Se muestra por vez primera un centenar de pinturas de artistas españoles del siglo XIX, una selección de los fondos del museo que pasará a enriquecer la colección permanente de la pinacoteca. También se expondrán los dibujos de Goya. Esta muestra tendrá el mejor de los reclamos en El toro mariposa, uno de los últimos trabajos del artista recientemente adquirido por el museo. Ambas exposiciones se podrán visitar la semana que viene de forma gratuita.

En las vísperas de la presentación pública, un Rafael Moneo un punto taciturno paseaba entre los nuevos espacios con aire ausente. El arquitecto confesaba no tener dudas del resultado de una década de trabajo a veces incomprendido. "Sólo espero que se vea claramente la importancia de la colección. Hemos construido el envoltorio que necesitaba el museo. Me gustaría que los visitantes reconocieran que esta intervención se ha realizado en su justa medida, con una precisión casi matemática. Lo auténticamente importante son los artistas que se exponen y no la arquitectura espectáculo como en muchos otros museos".

El arranque desde la entrada por la neoclásica puerta de Velázquez, situada frente al paseo del Prado, es extraordinario. El nuevo acceso principal desemboca en la gran sala de las musas donde se han instalado las taquillas centrales.

Las ocho estatuas de mármol que adornan este espacio están inspiradas en las bellas artes y fueron un regalo de la reina Cristina de Suecia a los monarcas españoles. Desde sus pedestales, rodeados de rojo estuco pompeyano, recuerdan al visitante que el Prado es también un museo de escultura clásica, aunque ésta haya estado históricamente relegada a los pasillos y a las salas más escondidas.

Aquí, las hijas de Zeus y de la Memoria vuelven a inspirar la creación artística después de haber sido sometidas a un espectacular trabajo de restauración. En esta Sala de las Musas, el público puede optar por la visita a la colección permanente o a las exposiciones temporales. Con la primera elección, empieza un recorrido que, gracias a los nuevos espacios, pasará de 1.000 a 1.500 cuadrados jalonados de obras maestras del arte antiguo.

Si, por el contrario, se opta por las exposiciones temporales, el visitante se introduce en el gran vestíbulo de actividades sociales, al que también se accede por la nueva entrada de los Jerónimos. Aquí se encuentra un pequeño restaurante construido con los nobles materiales que habitualmente usa Moneo: madera y mármol. Junto a esta zona de descanso se encuentra la gran librería coronada por unas bellas lámparas en forma de palas. Cristina Alovisety, responsable de la nueva imagen del Prado y de promocionar en el exterior la marca del museo, explica su aspiración a ofrecer 3.000 títulos de producción propia en la tienda. "Estarán vinculados a las exposiciones y sus beneficios revertirán en el propio museo. Será una librería de arte antiguo de referencia en el mundo".

La visita termina en el reconstruido claustro de los Jerónimos, apoteosis de la visión del arquitecto Rafael Moneo. Es allí donde se ha organizado un gran homenaje a los monarcas fundadores de las colecciones reales de la pinacoteca, los auténticos mecenas españoles: las esculturas en mármol y bronce de Carlos V, su esposa, su hermana y su hijo Felipe II realizadas por los artistas italianos Leone y Pompeo Leoni.

En este ambiente, la luz natural, sumada a la textura del granito, logra que el restaurado conjunto escultórico deslumbre al visitante. El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, escoge la palabra "modernidad" para definir el nuevo Prado. Opina que en este caso no había que epatar ni romper, sino buscar una arquitectura tan útil como eficaz.

Zugaza cree que ahora se cumple la idea neorromántica de recuperar el paisaje del Prado en su conjunto, la concepción recreada por el pintor Rosales en uno de sus cuadros. "Es una especie de nueva Arcadia que sirve de refugio para el hombre moderno. Se trataba de ampliar, pero también de dar mejores condiciones de acceso, de recrear un entorno y un paisaje como éste". El paisaje al que se refiere el director es el del paseo del Prado y su arboleda, el Jardín Botánico y la iglesia de los Jerónimos y, también, la Academia. Una auténtica milla de oro cultural.

Miguel Zugaza subraya que en el Prado todo tiene que ser único e irrepetible porque así lo marcan los artistas que se exponen. "No exagero si digo que el museo es el padre de todas las pinacotecas de arte antiguo. No es muy grande, pero lo que exhibe es esencial". Recuerda que, históricamente, los artistas han pasado temporadas en Madrid inspirándose en el Prado. Como ejemplos, pone a Delacroix o Courvet. "Es un mito para los creadores. Pensemos que Goya pudo contemplar aquí su propia obra expuesta. Y ese sentimiento de reverencia y admiración lo mantienen los artistas contemporáneos. De Picasso a Barceló. Antonio Saura lo expresaba bien con unas breves palabras: 'Este museo no es es el más extenso, pero sí el más intenso".

Y ahora, ¿cuál es el siguiente paso? Miguel Zugaza dice que la ampliación no ha terminado. "El Casón del Buen Retiro se va a transformar en un centro de estudios ligado a la pinacoteca. Pero, sobre todo, tenemos que seguir avanzando con las dependencias del antiguo Museo del Ejército, el llamado Salón de Reinos".

Y aún queda otro objetivo que tiene que ver con el almacenamiento de los ricos fondos del museo. "El Prado", explica Zugaza, "tiene alrededor de 3.500 pinturas y esculturas en dependencias ajenas a este edificio. Están perfectamente localizadas en otros museos e instituciones. Hace ya meses que tenemos el centro de almacenamiento de Ávila con las obras paradas, y es urgente avanzar y encontrar un lugar en las mejores condiciones".

Los retoques de la colección permanente expuesta al público no van a ser demasiado espectaculares, aclara el director. "Al ganar espacio se enriquecerá nuestro conjunto de piezas, pero el único objetivo es que lo que tenemos se aprecie de la mejor manera posible".

De momento, el cambio más visible será la incorporación de un centenar de obras maestras de pintores españoles del siglo XIX que forman parte de la exposición que hoy se presenta a la prensa. "Estas obras eran un auténtico tesoro oculto que ahora sale a la luz para deslumbrar aún más a los visitantes".

EL PAÍS reunió ayer al arquitecto Rafael Moneo (izquierda) y Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, para una foto única. Ambos posaron junto a un grupo de trabajadores de la pinacoteca unos días antes de la apertura al público de la ampliación.
EL PAÍS reunió ayer al arquitecto Rafael Moneo (izquierda) y Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, para una foto única. Ambos posaron junto a un grupo de trabajadores de la pinacoteca unos días antes de la apertura al público de la ampliación.bernardo pérez

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