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Columna
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25 de octubre de 7001

Los políticos son esclavos de la imagen (o caricatura) que los demás tienen de ellos. La de Ibarretxe le presenta como alguien muy obstinado, cosa que él parece tener a gala. Un ejemplo muy citado es el de una reunión de presentación de su Plan ante un grupo de empresarios, los cuales formularon abundantes objeciones. Pero se despidió de ellos agradeciéndoles su apoyo al Plan, lo que provocó un fuerte desconcierto.

El encuentro con Zapatero de la semana pasada terminó como todo el mundo sabe. Sin embargo, dos días después hacía saber a través del diario Deia, que Zapatero le había reconocido la "solidez de los argumentos políticos de su propuesta". El mismo día era entrevistado en ETB. A la pregunta de si habrá consulta el 25 de octubre de 2008 respondía así: ese día "tengo pensado votar a las nueve y media" de la mañana. "Querer es poder", añadió imitando al Alcoyano.

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Tampoco Egibar, cabeza visible del sector soberanista del PNV, ha querido defraudar a los que le caricaturizan como un Victor Mc Laglen, el fornido sargento irlandés, de astucia un tanto primitiva, de las películas de John Ford. Tras desafiar a Zapatero a someter la Constitución a referéndum en Euskadi, ha propuesto que los partidos favorables a la consulta de Ibarretxe (los del tripartito más Aralar) concurran en coalición a las elecciones de marzo.

Un referéndum sobre la Constitución tendría interés si el voto negativo acarrease renunciar a lo que ha derivado de ella, incluyendo un nivel de autogobierno superior al de cualquier otro territorio autonómico en Europa, como reconoció hace años Arzalluz. Lo demás es un ejercicio ventajista, con red: reclamar las ventajas sin asumir las limitaciones de todo acuerdo. El ex lehendakari Garaikoetxea dijo ayer que el incumplimiento por el Estado del Estatuto hacía necesario el cambio de marco. El intento de hacer compatible el mantenimiento de las posiciones de poder con la adhesión al soberanismo como nueva frontera de reclamación ha llevado a esta virguería de justificar la posible ruptura del marco legal e institucional como respuesta a desacuerdos competenciales.

La nostalgia de Lizarra que revela la otra propuesta de Egibar puede tener una motivación pragmática: evitar que en las elecciones de marzo los partidos nacionalistas vuelvan a obtener, como viene ocurriendo desde hace tres legislaturas, menos representación que los no nacionalistas (8 escaños frente a 11). Considerar representación genuina de los vascos a esos ocho, con exclusión del resto, tiene difícil defensa, por más que Egibar diga que son "de obediencia española". La idea es que un PNV al frente de esa coalición nacionalista estaría en mejores condiciones para negociar contrapartidas relacionadas con la propuesta de Ibarretxe (por ejemplo, autorizar la consulta) a cambio de respaldar la investidura de Zapatero, si gana. Pero presentarse en bloque con el elemento en común de la propuesta de Ibarretxe convertiría a las legislativas en un plebiscito sobre el lehendakari, cuya eventual derrota arrastraría la del nacionalismo en su conjunto. Las elecciones legislativas no suelen ser el mejor terreno para los nacionalistas, y si participa ANV, como propugnan, les restará votos. Además, EA aprobó en su último congreso no repetir coaliciones con el PNV, y este partido está pendiente de su asamblea de diciembre. Los partidarios de Imaz podrían dar la batalla contra Egibar con el argumento de que su propuesta supone volver al frentismo de Lizarra, que el partido rechaza mayoritariamente.

La propuesta de Ibarretxe puede no ser tan desinteresada como pretende. Tal vez el punto de partida no sea tanto recuperar la estrategia soberanista como mantener una de sus consecuencias: la actual política de alianzas, plasmada en el tripartito PNV-EA-EB. Es posible que su forma de hacer frente al planteamiento transversal de Imaz haya sido forzar la aprobación de una estrategia (centrada en la consulta, por las buenas o por las malas) incompatible con cualquier fórmula de Gobierno que no fuera el tripartito que encabeza. Lo cual excluye cualquier candidato que no sea él para las siguientes elecciones, que adelantará a octubre del año próximo "cualquiera que sea el resultado de la consulta" como parte de un plan que llega hasta 2010, como mínimo.

Sólo un resultado electoral muy negativo en marzo permitiría a la dirección del PNV interrumpir o al menos controlar ese proceso con fuertes rasgos personalistas que ya ha costado el puesto a Imaz y aún se cobrará otras piezas. Pero ¿qué es eso para un pueblo que, según informó Ibarretxe a la salida de su entrevista con Zapatero, el 16 de octubre de 2007, tiene 7.000 años de historia?

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