Hay paro y... paro
El paro... ¿se mueve? Más parece que se agita, vamos, que cualquiera sabe. Días atrás, este periódico se hacía eco de una información paradójica: al parecer, hay más parados cobrando el subsidio de desempleo que parados. La cosa podría explicarse a partir de los diferentes criterios para considerar a una persona como parada empleados por el Eustat, que da la cifra baja en parados, y el Inem, que da la cifra -más abultada- de perceptores de prestaciones por desempleo. Y habrá que aceptarlo, primero, porque siempre es mejor tener menos parados que más, aunque para ello haya que recurrir a subterfugios (que levante la mano quien no recurra a ellos para aguantarse mejor la cara en el espejo), y, segundo, porque esto sucede en Euskadi, donde es fama, o se acepta como una verdad irrebatible, que todo lo que tiene nombre existe. Vean, si no, lo que ocurre con lo que hay detrás de los sintagmas Juan José Ibarretxe o, si lo prefieren, Euskadi (a diferencia de Teruel, todo porque allí no rige la verdad precedente).
Siempre es mejor tener menos parados que más, aun con subterfugios
Habría una tercera razón que me da un poco de vergüenza confesar y es la de que el Eustat es nuestro, mientras que el Inem no, por lo que un vasco no sería decente si no mirara antes por lo suyo. Lo más divertido es que Eustat e Inem parten prácticamente de la misma definición de parado, con la sola excepción de que el Eustat no tiene en cuenta que el sujeto en paro tenga cartilla del Inem, ya que, a fin de cuentas, no se trata más que de una cartilla extranjera. ¿Basta todo ello para explicar que el Inem considere que hay un 6,04% de parados mientras que el Eustat rebaje la cifra hasta el 3,4%? No lo creo, más bien parece que se trate de un fenómeno paranormal que requeriría todo el saber hacer de Iker Jiménez y su Cuarto Milenio, aunque sólo sea porque a lo mejor el Eustat ha teletransportado cifras de paro procedentes del Más Allá, ese donde se agazapan la independencia y ssshhh, el derecho a decidir... ya decidido.
Dejando de lado el recurso al realismo, aquella tendencia filosófica medieval que aseguraba que los nombres son las cosas, y la magia potagia de que la realidad es lo que uno quiere y en la que están especializados el brujo de Bargota, perdón de Egibar, y la bruja Coruja, digo Maruja, digo Begoña (Errazti, of course), y recurriendo al denostado expediente de la ciencia, parece claro que si para cobrar el subsidio hay que ser parado, no puede haber menos parados que subsidiados, sea cual sea la definición de desempleado que se adopte. Porque las pelas no juegan a los dados y tienen la maldita característica de imponerse a final de mes (sobre todo, pero se imponen siempre, que se lo pregunten a ese bravísimo ex rector de Hacienda llamado Bravo, que hizo virguerías para defraudar presuntamente al organismo que supuestamente representaba).
De modo que el Eustat debería corregir a la baja su optimismo y dar por parados como mínimo a quienes están cobrando el desempleo en alguna de sus modalidades y que asciende a 43.050 personas, apeándose de su cómputo de 33.900.
De lo contrario se avecinan tiempos conceptualmente duros. Porque si se le da la vuelta a la situación, se le podrían plantear a la Administración, sobre todo en su parte más sensible, la recaudatoria, distintas definiciones de empleado. O por lo menos una línea argumentativa sólida. No, no, yo no trabajo, perdone; dedico una parte de mi tiempo a ciertas actividades sobre las que carezco prácticamente de control y de las que me pasaría sin ninguna dificultad. ¿Afiliación a la Seguridad Social? Disculpe, pero no creo en la Seguridad Social, ese instrumento que en Euskadi no tenemos y que usted sabrá qué es, porque aquí todo lo que no existe no tiene nombre. ¿Cobrar? ¡Está usted de broma! ¿Cómo, si no, me iban a obligar a realizar una tarea que nadie haría a no ser por eso o por la fuerza. De hecho, pienso que ese dinero que me está echando en cara no es más que una forma de coacción que demuestra que en Euskadi hay un severo déficit democrático, ¡para que se entere!
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