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El conflicto de Oriente Próximo
Columna
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Guerra a los persas

Andrés Ortega

A menudo se empiezan las guerras por unas razones, o sinrazones, y se continúan por otras. Es lo que le ha ocurrido a EE UU. La guerra de Irak, que en parte tenía ya ese objetivo, se ha tornado contra Irán, para deshacer los efectos imprevistos de la propia invasión americana. Pero de momento, y pese a los rumores, para la Administración Bush no se trata de usar medios militares contra Irán, sino de contener a Teherán, e intentar convencerle bajo presión de que no se haga con la bomba atómica. ¿Le seguirá su sucesora en la Casa Blanca? Probablemente. Pero ha sido un error de la actual Administración intentar provocar un cambio de régimen, o al menos de Gobierno, en Irán, y a la vez evitar que se haga con la bomba. Con Corea del Norte también lo intentó, pero al final ha optado por su desnuclearización, aunque sea a costa de reforzar el régimen de Pyongyang. Podría ocurrir también con Irán, si coopera en el tema nuclear y en apaciguar Irak.

La invasión de Irak y la guerra no ganada de Israel contra Hezbolá ha dado un mayor poder a Irán y a los chiíes que van retomando el poder en el país invadido. Han vuelto a poner en marcha un doble enfrentamiento histórico: entre persas y árabes, y entre chiíes y suníes. Desde el punto de vista de los intereses de EE UU, no se podía haber hecho peor, por mucho que se deshiciera de un dictador como Sadam Husein. La política de impulsar la democracia en la zona ha quedado, al menos de momento, archivada. Se trata ahora de cambiar Irán, no al resto. Estados Unidos vuelve a apoyar, y a armar, a los regímenes autoritarios suníes de Arabia Saudí, otros países del Golfo, Egipto y Jordania para frenar la marea del poder chií y de Irán como Estado. Irán es, además, uno de los países que más lejos ha llevado la denominación de muchas (65%) de sus ventas de crudo en euros en vez de en dólares (ya sólo un 20%). Para compensar, e intentar no pasar a la historia como lo que ha sido, Bush intenta ahora reactivar un proceso de paz entre israelíes y palestinos, como si se pudiera hacer ahogando Gaza. Su tesis inicial había sido la contraria: dominar y democratizar Irak, y después abordar ese complejo conflicto, o ignorarlo.

Que Bush haya citado a Corea como modelo no ya para Irán, sino para Irak, no es una casualidad. Se trata de tener una presencia militar durante largo tiempo para frenar a Irán. Además de otras por todo el país, la construcción de una base americana a pocos kilómetros de la frontera con Irán, la Combat Outpost Shocker, está destinada a frenar el paso de armas iraníes hacia Irak, pero también a servir como elemento de contención, como otras instalaciones en casi toda Asia Central. La gota que puede hacer desbordar el vaso, y que, según algunos medios, barajan los iraníes, es dotar a las milicias iraquíes afines de misiles transportables SAM, que podrían abatir helicópteros y aviones americanos.

Por otra parte, EE UU está montando su caso contra Irán, independientemente de que se demuestre que éste colabora con el OIEA en sus respuestas sobre su programa nuclear. Bush cuenta ahora con un aliado de importancia, la Francia de Sarkozy, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, el French doctor Bernard Kouchner, no sólo no excluye el recurso a la guerra, sino que propugna sanciones unilaterales reforzadas de la UE o de algunos de sus Estados contra Teherán si el Consejo de Seguridad de la ONU no las aprueba, para congraciarse con Washington y tranquilizar a los preocupados regímenes amigos árabes. Podría obligar al Gobierno español a tener que definirse con mayor claridad.

En cualquier caso, algunos medios israelíes consultados consideran muy difícil acabar con un bombardeo con el programa nuclear militar iraní. Y un ataque parcial podría provocar represalias directas de milicias chiíes contra tropas de EE UU en Irak, por no hablar de lo que pasaría con la producción de petróleo o su paso por el estrecho de Ormuz. Pues ésa es la gran paradoja: EE UU necesita a Irán para pacificar Irak, y necesita seguir en Irak para contener a Irán. Hoy por hoy, sin embargo, nada garantiza que no se pueda producir una escalada, aunque fuera asimétrica. aortega@elpais.es

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