_
_
_
_
Reportaje:Las huellas de Franco

Itinerario obligado por el franquismo en A Coruña

Pese a los 32 años de democracia, se hace imposible en la ciudad no tropezar con los símbolos de los ganadores de la guerra civil

Es prácticamente imposible realizar en A Coruña cualquier acción o desplazamiento de la vida cotidiana sin toparse con un símbolo que recuerde o ensalce a los promotores del golpe de Estado de 1936 y la dictadura franquista. Ir de compras por el centro de la ciudad, echar una carta en Correos, visitar la sede del Ayuntamiento o acudir al hospital conlleva forzosamente encontrarse con un recordatorio del anterior régimen. Los escudos franquistas en sedes de todo tipo de instituciones públicas del Estado, de la Xunta o municipales, y las placas con el yugo y las flechas proliferan en una ciudad que dedica una cuarentena de avenidas, calles y plazas públicas a eminentes falangistas o golpistas.

Los generales Sanjurjo y Mola siguen en el callejero, como Millán Astray en una estatua del centro urbano
Juan Canalejo, jefe falangista que fue fusilado, da nombre al hospital del Sergas y a una calle céntrica
Más información
El Caudillo se aferra a su ciudad natal

Entrando en A Coruña por el puente de A Pasaxe, bordeando la ría hacia el puerto, se puede bifurcar hacia la playa y zona portuaria de Oza por la larguísima avenida dedicada a Los Caídos, que incluye una plaza con la misma denominación en homenaje a los vencedores de la Guerra Civil, o trasladarse hacia la comercial zona de Cuatro Caminos por la no menos larga arteria General Sanjurjo, uno de los instigadores del golpe de Estado de 1936.

En la otra entrada principal al centro de la ciudad, el viaducto dejó recientemente de tener nombre. Nadie sabe cuando fue borrado el término Generalísimo con el que se bautizaba esa vía, que incluye un monolito, ahora también anónimo.

En los céntricos Cantones, permanece en la fachada de un banco, encima del nombre actual de Cantón Pequeño, la placa con la vieja denominación de Cantón José Antonio. Justo detrás, en pleno corazón de la zona de los vinos y de un concurrido barrio comercial, otro de los principales conspiradores de la sublevación militar que originó la Guerra Civil, el general Mola, tiene dedicada una calle y una plaza.

Al otro lado de los Cantones, en la parte trasera de los jardines Méndez Núñez, la avenida Alférez Provisional, el nombre del cargo que ostentaban oficiales que mandaban las tropas franquistas durante la guerra, concentra sedes administrativas e instituciones públicas y también vistosos escudos franquistas con el águila y el lema Una Grande Libre como los que adornan las fachadas de la Comandancia de Marina, del vecino edificio de Aduanas o, un poco más lejos, el frontispicio de la sede de Correos, remozada hace unos años.

Siguiendo el recorrido que bordea la ría y la dársena donde amarran pequeños pesqueros y embarcaciones de recreo, frente al Hotel Finisterre, se entra a la Ciudad Vieja por la plaza Cánova Lacruz, otro de los militares golpistas más allegados a Franco. Para que no queden dudas sobre su identidad, una placa encabezada con el yugo y las flechas recuerda que ese general era el jefe de la guarnición de A Coruña el 20 de julio de 1936.

Sea para una visita turística por el casco antiguo de la ciudad o para realizar simples gestiones administrativas en dependencias municipales, la ruta lleva inexorablemente hasta la plaza María Pita, presidida por el ayuntamiento, un palacio en cuyo interior también permanecen trazas y homenajes a la dictadura.

Un escudo con el águila forma parte de la enorme vidriera que decora el techo de la entrada principal de la casa consistorial. Arranca allí mismo una majestuosa escalera que, como recuerda una placa, "el 3 de septiembre de 1955 fue terminada y bendecida e inaugurada (con la Gracia de Dios) por S.E. el Jefe del Estado, Excmo Sr. D. Francisco Franco Bahamonde y su esposa, la Excma. Sra. Dña. Carmen Polo de Franco".

Una imagen del dictador con gesto victorioso, levantando una bandera y rodeado de su guardia mora a caballo, forma parte del bajorrelieve de madera que, en el salón de plenos municipal, decora los escaños donde se sientan, a la izquierda del alcalde, los concejales socialistas del equipo de gobierno.

A las espaldas del palacio municipal de María Pita, en una exigua zona ajardinada, se erige uno de los monumentos franquistas más contestados, la estatua de Millán Astray, el fundador de la Legión española y ferviente seguidor de Franco, de quien fue jefe de Prensa y Propaganda en los primeros años de la dictadura. Millán Astray era coruñés, como también lo era Juan Canalejo, el jefe de la Falange en Galicia, considerado un mártir por los franquistas tras ser detenido y fusilado por las autoridades republicanas a poco de estallar la Guerra Civil. El hospital público de A Coruña, así como una calle del centro, siguen llevando su nombre.

El Servicio Galego de Saúde no inició aún los trámites para rebautizar el complejo hospitalario, aunque sí se ocupó de retirar, hace poco más de un año y sin publicidad, el escudo franquista que lucía la fachada del cercano centro Materno Infantil.

Pero ni los más pequeños se libran de utilizar instalaciones públicas que rindan homenaje a Franco y su régimen. Un colegio público de Educación Infantil y Primaria, el que está situado en el barrio periférico de Elviña, lleva el nombre de Salgado Torres, que fue ministro de la dictadura.

En las inmediaciones de Riazor está el paseo dedicado al ultraderechista José Calvo Sotelo, ministro de la dictadura de Primo de Rivera y uno de los principales agitadores contra la República, asesinado en Madrid poco antes de la guerra, y quien también da nombre a una avenida del centro urbano. Los vecinos del grupo de viviendas María Pita, en Labañou, siguen sin conseguir que se retiren las placas con el yugo y las fechas que recuerdan que sus casas se construyearon en la dictadura.

Tras 32 años de democracia, en A Coruña se hace imposible no tropezar con la historia cruenta de la España más reciente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_