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Reportaje:50 aniversario de la riada de Valencia

Catástrofe y oportunidad

El desvío del Turia fuera de Valencia tras el desastre de 1957 ha transformado la ciudad

Sara Velert

El Turia ya había demostrado la fuerza demoledora de sus crecidas, había anegado cientos de casas, se había cobrado vidas. Pero nunca como en la madrugada del día 13 y el 14 de octubre de 1957, cuando sus aguas inundaron Valencia en dos embestidas salvajes que sumergieron buena parte de la ciudad en el fango y la tragedia. La cifra oficial de muertos se cerró con 81 personas, pero posiblemente hubo más víctimas.

Fue una catástrofe que las autoridades franquistas no pudieron ignorar y que obligó a buscar una solución para evitar nuevos desbordamientos del río. El Gobierno de Franco recurrió a un remedio drástico. La capital del Turia desterró su río del casco urbano, secó el cauce y construyó otro a tres kilómetros hacia el sur. Una decisión surgida del desastre, que con la llegada de la democracia derivó en la oportunidad de ganar un jardín singular que serpentea hacia el mar y ha transformado la ciudad y su crecimiento.

El agua se abre paso en los planes del final del jardín y en iniciativas de recuperar el río
El Plan Sur desterró el río y liberó un espacio que la Administración franquista pretendía aprovechar para hacer autopistas
El eje vertebrador del Jardín del Turia ha situado junto al cauce equipamientos culturales como el Palau de la Música o la Ciutat de les Arts
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"Para mí la operación urbanística más importante de la segunda mitad del siglo XX es esa conversión del río", afirma el arquitecto y urbanista Carles Dolç, que visualiza así el impacto de la creación de ese nuevo eje vertebrador: "En 1957 el Turia estaba al norte de la ciudad y hoy está en el centro". En la misma línea, el sociólogo José Miguel Iribas resalta "que lo importante es que la ciudad saltó el río". "En España los ríos son barreras demoledoras, hay pocos puentes", lo que no es el caso de Valencia. "La ciudad está muy bien suturada, y esa política de sutura entre riberas ha llevado al crecimiento norte, ha aliviado la presión sobre la zona sur y permite equilibrios urbanos poco frecuentes", añade.

Pero el Jardín del Turia, el río verde de 11 kilómetros que sorprende a los visitantes y que Dolç bautiza como "la calle mayor de Valencia", no nació directamente de la riada. El llamado Plan Sur desvió el cauce y liberó un espacio que la Administración de la época pretendía aprovechar para la construcción de autopistas en medio de la ciudad. Una perspectiva funesta que generó un movimiento social presidido por el lema El llit del Túria és nostre i el volem verd. Esta aspiración que sumó la exigencia de rescatar del ladrillo El Saler para preservar L'Albufera.

"Fue un objetivo político de la clandestinidad y de la revuelta contra el franquismo, que quería autopistas", recuerda el primer alcalde de la democracia, el socialista Ricard Pérez Casado. El rey Juan Carlos firmó la cesión formal del cauce el 1 de diciembre de 1976, pero la escritura que puso en manos del Ayuntamiento el lecho del Turia no se realizó hasta el 14 de octubre de 1982, en el 25 aniversario de la riada. "Lo primero fue suspender el planeamiento que hacía del cauce una autopista para recuperar el río como espacio colectivo", rememora Pérez Casado.

El proyecto para cambiar el paisaje urbano de la ciudad fue encargado al arquitecto Ricardo Bofill, que concibió un trazado unitario del cauce que sucumbió a una fuerte polémica de carga anticatalanista. Del plan de Bofill queda hoy la fusión de dos tramos del jardín en torno al Palau de la Música, que también se construyó con Pérez Casado. El resto del plan se desechó y condujo "a una contradicción en la ejecución" del jardín, "pero el sentido último de recuperar el espacio se consiguió".

La apuesta por una nueva centralidad ha situado junto al cauce equipamientos culturales y lúdicos emblemáticos, como el Palau de la Música; el Museo San Pío V; el Jardín Botánico; el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), y en medio del río seco, la Ciutat de les Arts i les Ciències. Más recientemente, el cauce ha ganado junto a Mislata el Parque de Cabecera y se ultima la apertura del nuevo zoológico.

El giro urbanístico hacia un nuevo modelo de ciudad, con este potente eje de Este a Oeste, también fijó la mirada de Valencia sobre el mar. Permitió "soldar" el núcleo urbano con la fachada marítima "de una manera elegante" con la prolongación de la Alameda, apunta el arquitecto Alejandro Escribano, al que correspondió elaborar "el documento urbanístico" a partir del proyecto de Bofill. El Plan General de Ordenación de 1989 plasmó la reflexión surgida del desvío del río para "equilibrar la ciudad, llevarla a un modelo maduro con el equilibrio entre el centro histórico y la fachada marítima usando el jardín como sutura", apunta Escribano. En su opinión, la avenida de Francia "no hubiera sido posible" sin la retirada del río -el barrio se eleva sólo metro y medio del cauce-, ni la Ciutat de les Arts. Y probablemente tampoco las soluciones que se plantean para el plan urbanístico de El Grau y la marina ciudadana en el puerto.

El encuentro con el mar remata el Jardín del Turia, y es una asignatura pendiente. El concurso internacional para la dársena interior del puerto y El Grau a raíz de la Copa del América ha dejado sobre la mesa los proyectos del arquitecto francés Jean Nouvel y del equipo GMP de Volkwin Marg y Gerhard von Meinard, en cuya fusión trabaja el valenciano José María Tomás. Desde perspectivas diferentes, los proyectos rescatan el protagonismo del agua en el tramo final del antiguo cauce, una perspectiva bien acogida por los especialistas. "La recuperación del agua es una cuestión de carácter medioambiental crucial", sostiene Iribas, que ha trabajado con Nouvel en una propuesta que crea un gran delta verde al final del cauce y devuelve la playa a Natzaret.

La Iniciativa Turia, impulsada por profesores universitarios y entidades medioambientales va más lejos y apuesta por devolverle a Valencia su ecosistema fluvial. Un río real que no debió dejar su cauce y que ocuparía un 10% del actual jardín, explica Antonio Estevan, consultor ambiental y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua. La ciudad ganaría el río que perdió y mantendría en esencia su jardín. La planificación actual, que no contempla esta posibilidad, puede convertir los restos del Turia en un Guadiana, afirma Estevan: un río con parque fluvial revitalizado hasta Quart de Poblet y con un lago en el Parque de Cabecera, que desaparece después a lo largo de kilómetros para resurgir en L'Oceanogràfic hasta el mar. "No sería despreciable que se pudiera recuperar el río", opina Francisco Taberner, decano del Colegio de Arquitectos de Valencia, que anima al debate.

Arquitectos y urbanistas coinciden en criticar que el jardín se ha ejecutado a retazos y ocurrencias, es heterogéneo y desigual en su paisaje. Echan en falta esa idea unitaria que subyacía al planteamiento de Bofill de articular una trama urbana más allá de un jardín para pasear. Lo que no se discute es que se ha convertido en un eje vertebrador de referencia que "identifica Valencia", resume Taberner, y ha cumplido la expectativa de ser un centro "de acceso ciudadano", añade Pérez Casado.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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