En los altares de la alta cultura
Recuerda este crítico los ecos del sonado abucheo que, hace ya bastantes años, recibió Robert Wilson en el festival Grec de Barcelona tras presentar una versión del prólogo de Deafman's glance -uno de sus montajes más emblemáticos- interpretada por él mismo y por un niño contratado para la ocasión. El incidente resume, en buena medida, la controvertida naturaleza de un creador que, tras convertirse en nombre de referencia de la experimentación teatral, no ha dudado en abonarse a la sopa boba de la alta cultura de mercado (institucional), ofreciendo, alguna que otra vez, gato por liebre. Absolute Wilson, el documental que le ha dedicado Katharina Otto-Bernstein, no profundiza en esas sombras, pero logra articularse en forma de fascinante reportaje, de considerable potencial didáctico, sobre una figura de medular importancia en la evolución del teatro de vanguardia americano. El tono un tanto reverencial de la directora levanta una cortina de humo sobre el otro lado del espejo: su influencia en las nuevas tendencias de la escena europea en el último tramo del siglo XX actuó, a menudo, como un virus de amaneramiento formal y modernidad mal entendida.
ABSOLUTE WILSON
Directora: Katharina Otto-Bernstein. I ntérpretes: Robert Wilson, Susan Sontag, Philip Glass, Tom Waits. Género: Documental. Estados Unidos-Alemania, 2006. Duración: 105 minutos.
Una larga entrevista con Wilson -en la que habla de su homosexualidad, de los desencuentros con su padre y de su búsqueda de una identidad y un lenguaje a través del arte- puntúa el seguimiento cronológico de su carrera: el descubrimiento de la lentitud como arma expresiva, su tratamiento del tiempo suspendido del sueño, sus diálogos creativos con el niño sordomudo que le sirvió de inspiración en Deafman's glance y con el discapacitado psíquico que le permitió fracturar el lenguaje verbal, los años de su liderazgo casi mesiánico al frente de la Byrds Hoffman School of Byrds, las consecuencias del extenuante tour de force que supuso KA MOUNTain and GUARDenia Terrace, su montaje de siete días de duración en Irán, el triunfo apoteósico de Einstein on the beach junto a Philip Glass, la frustración del proyecto megalómano de Civil wars y la redención profesional que supuso The black rider, su celebrado espectáculo en complicidad con Tom Waits...
Críticos, escritores como William Burroughs y Susan Sontag y artistas como Tom Waits, David Byrne, Jessye Norman o Philip Glass aportan sus opiniones en torno a Wilson en un tono de exégesis y celebración que no hubiese estado mal puntuar con alguna voz disidente. La cámara de Katharina Otto-Bernstein no puede evitar capturar a un Wilson excesivo, autosatisfecho, megalómano, irascible y un tanto tiránico. El retrato es, por supuesto, hipnótico.
Babelia
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