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Reportaje:

"El Ébola contagia al cuidador"

Desde que se declaró en Congo una epidemia de la enfermedad han muerto 176 personas

El mismo día que Josep Prior aterrizó en Kinshasa para asumir las funciones de coordinador de Médicos sin Fronteras (MSF) en Congo, el Ministerio de Salud del país centroafricano anunció la existencia de una epidemia de Ébola en la región meridional de Kasai Occidental. "Y ya me puse al teléfono", apunta Prior, en el inicio de una avalancha frenética de llamadas y reuniones de coordinación para hacer llegar el material necesario y detener el avance de la fiebre hemorrágica, altamente contagiosa y letal y que, como si ella sola no bastara, se ha acompañado de tifus y de disentería. El número de muertos de los últimos seis meses se eleva ya a 176 y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado el diagnóstico de Ébola en 25 casos.

"Todavía no sabemos cuál es la extensión del brote; por el momento parece que el epicentro se halla en Kampungu (2.000 habitantes), una zona muy rural, empobrecida por los años de dictadura de Mobutu y la última década de guerra civil", explica Prior. Paradójicamente, la pobreza de la población ha contribuido a evitar la extensión de la epidemia: "No hay comercio, no hay carreteras, todo se hace a pie y la estación de lluvias hace los accesos más difíciles. Ni siquiera han llegado enfermos a Luebo, de 9.000 habitantes, situada a 15 kilómetros. Todo eso ayuda al control de la epidemia", explica este ingeniero técnico de Girona, de 39 años. Viajar entre Kananga, la capital de la provincia, y Kampungu, a 250 kilómetros, cuesta tres días. Por el momento, se trabaja en Kampungu, donde se han establecido los primeros centros de aislamiento, y en 12 poblaciones afectadas en un radio de 30 kilómetros.

Lo aislado del área explica asimismo la tardanza en comunicar la causa de las muertes que, con sintomatología similar al Ébola (comienza con fiebre, dolor de cabeza y vómitos, y deriva en diarrea, deshidratación, hemorragia interna y externa y causa la muerte en cuestión de días), se han producido en la zona desde abril. "El personal sanitario lleva años sin cobrar, no hay vacunas, no hay neveras para guardarlas, la zona está en abandono total", informa Prior, que añade que recibir mensajes o llamadas telefónicas en el área es complicado en extremo.

Un equipo internacional de 16 personas más el equipo fijo de MSF en Congo, integrado por ocho especialistas y alrededor de 60 congoleños contratados para la emergencia, forman la vanguardia de la ONG. Sólo un grupo reducido lidia directamente con los enfermos. Aunque directamente no es la palabra: llevan monos, gorros, guantes, gafas, máscaras, delantales... "Como un astronauta", atestigua Josep, quien no es la primera vez que se enfrenta al Ébola y quien constata que la diferencia cultural es la primera barrera a sortear: "Imagine la reacción de una familia si alguien entra de sopetón en su casa vestido de astronauta: sale corriendo. Hay que evitar que la gente se ponga en tu contra. Por eso enviamos a un psicólogo y un antropólogo a reunirse con los líderes de la comunidad, a explicar la enfermedad y qué se debe hacer. Luego llegan los sanitarios, que se visten tras haberse presentado". Una aproximación más agresiva o directa puede forzar el rechazo de la población y el sabotaje de la tarea de los médicos. MSF lo sufrió en sus carnes en Gabón en 1993 en un brote de fiebre hemorrágica entre una comunidad pigmea.

La protección de los sanitarios no es vana. El Ébola se puede transmitir tan sólo con tocar la piel sudorosa de un enfermo y llevarse la mano a la boca o los ojos. "Sudor, sangre, saliva.... es una enfermedad terrible porque contagia precisamente a la gente que te cuida. A tu familia si estás en casa, a enfermeros y médicos en el hospital". Prior considera que la fascinación por la fiebre hemorrágica se explica porque es incurable ("sólo podemos aislar a los afectados, hidratarlos y darles antibióticos, pero entre un 40 y un 90% de los infectados mueren"), por la amenaza a la salud pública ("imagine si se da un caso en un gran hospital de una gran ciudad"); porque se sabe poco de ella ("no sabemos dónde está el reservorio, se habla de los murciélagos, es un misterio"), y, finalmente, "porque llegamos a lugares aislados, pobres, vestidos de astronautas. La mezcla de lugares atrasados y tecnología punta también fascina".

La ONG se encarga del aislamiento de los afectados y su tratamiento, instruye a la población sobre profilaxis e incide en la necesidad de enterrar a los muertos inmediatamente. En un plazo entre tres y seis meses se puede dar la epidemia por controlada, de acuerdo con Prior.

La tarea principal de los especialistas de la OMS es hacer un seguimiento de los "contactos", la gente que se ha relacionado con los enfermos, y comprobar que no se han contagiado (hay 200 "contactos" por el momento); identificar a los sospechosos para su posterior aislamiento e investigar las causas de las muertes. El pasado lunes se instalaron en la zona dos laboratorios, procedentes de Canadá y Estados Unidos, que permitirán el diagnóstico en cuestión de horas: "Algo muy importante cuando estamos hablando de tres enfermedades, sobre todo cuando presentan síntomas similares", explica Gregory Härtl, portavoz de la OMS, quien añade que darán por controlada la epidemia 42 días después de haber entrevistado al último contacto sin incidencias.

Josep Prior.

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