La era de la desconfianza
Las agendas de nuestros teléfonos móviles, la bandeja de entrada del correo electrónico, el historial que facilitan programas como Internet Explorer y el rastro que van dejando los pagos que hacemos con las tarjetas de crédito parecen conspirar por hacer de nuestro tiempo la era de la absoluta transparencia. Cada una de esas herramientas es, a la vez, un estímulo para esa natural tendencia del hombre civilizado a adensar su red de secretos y mentiras o a querer desentrañar la red del prójimo. Con los perversos materiales de una utópica Era de la Transparencia ha acabado por cobrar forma la antiutopía de la Era de la Desconfianza en la que estamos inmersos y que, ahora, la cineasta Icíar Bollaín toma como gran tema de su cuarto largometraje como directora.
MATAHARIS
Dirección: Icíar Bollaín. Intérpretes: Najwa Nimri, Nuria González, María Vázquez, Diego Martín, Antonio de la Torre, Tristán Ulloa. Género: Drama. España, 2007. Duración: 95 minutos.
Mataharis, película de elaboradísimo andamiaje, toma el arquetipo del detective privado y le obliga a girar a la izquierda de la tradición: hay un doble cambio de género en la propuesta de Bollaín y su coguionista, Tatiana Rodríguez, porque aquí la mirada del explorador de privacidades ajenas es femenina y la coloratura pasa del noir al gris urgente de lo cotidiano. Lo que está en juego no es precisamente un proceso de desmitificación porque estos personajes con cochecito, incomunicación cultural o complejo de culpa a cuestas han dejado ya tan atrás la vieja épica del arquetipo que el único territorio posible de sus aventuras es la épica (o antiépica) cotidiana. Hammett y Chandler ya sabían que el género negro era un pretexto para hablar de otras cosas, Icíar Bollaín puede permitirse el lujo de olvidarse incluso del pretexto para orquestar su indagación de esas historias invisibles que definen la esencia de nuestro presente pero que, quizás, necesitan la mirada funcional del/la detective para desvelarse como gran narrativa.
En Mataharis, la ficción intoxica por primera vez la voluntad testimonial de la directora para desembocar en una precisa coreografía de lonchas de vida: los equilibrismos entre lo personal y lo profesional, los conflictos éticos ante la amoralidad de ciertas obligaciones y los desencuentros sentimentales, entre otros temas, articulan un conjunto que tiene el buen gusto de parecer fácil y liviano cuando no lo es. Bollaín, narradora nata, ha logrado una película viva y redonda, un trabajo ambicioso que logra desvanecer este último adjetivo ante la mirada del espectador, sorprendido por el inusual juego de magia de una cineasta empeñada en no sobreactuar su mérito. Sería injusto no mencionar las notas precisas que pulsa un elenco encabezado por Najwa Nimri.
Babelia
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