El huevo de Monda
La noche del martes, el mismo día que en el Parlamento se había hablado del Pazo de Meirás, en los canales que emiten en abierto vinieron a coincidir una serie de circunstancias que, todas juntas, inducían la sugestión de que alguien había orquestado un retorno al pasado. Ver la televisión, oír la radio, era como transitar por carreteras secundarias ya en desuso, arrumbadas por el nuevo paisaje neutro que se ve desde las autovías. Ahí estaba el campo viejo, con todos los atributos de los viejos tiempos.
Naturalmente, el resumen diario de El cortijo en 1907 es una explícita visita al pasado que se sirve en imágenes bien tratadas (por ejemplo: el paso del blanco y negro al color, de la imagen congelada al movimiento) para producir la ilusión de estar realmente en ese tiempo añejo. No sé si logrará entusiasmar, porque la vida de entonces era infinitamente más sutil que esta nuestra de ahora, y quizás sea esa la razón de que en El cortijo... se busque interesar al público con ganchos propios de la estirpe televisiva de Gran Hermano (cosas como si el novio de la chica dormirá en la casa familiar o no). Sería interesante que la experiencia de este reality nos permitiera hacernos cargo de una diferencia esencial (y muy aleccionadora) entre las fechas del concurso y las de su emisión: el distinto sentido y uso del tiempo. Pero me temo que para eso habría que utilizar un ritmo (por ejemplo: el de El sol del membrillo, de Víctor Erice) incompatible con nuestro presente en todos los sentidos, y desde luego con la retórica de la televisión.
Algo más tarde la primera de TVE estrenó Herederos, un folletín lleno de malos y malas de película ambientado en el inmenso caserón de una hacienda con ganadería de reses bravas. Otra vez el campo, esta vez con Álvaro de Luna como un capataz bastante verosímil, pero en una intriga como la del Pazo de Meirás pero con aliños (fiestas con whisky y demás) de ahora. Si en ese momento se salta a Canal Sur TV y uno se encuentra con el programa Se llama copla, lo primero que espera es que al frente de la orquesta esté el maestro Ibarbia. No es así, claro, pero todo, incluido un decorado cuyas dimensiones están bastante por debajo de lo que se lleva ahora, inevitablemente suena a continuación del musical que hay antes de las noticias de las ocho y media. Y en las noticias del mismo martes, por cierto, una de esas que aparecían en los periódicos en época de Franco para llenar el hueco de las que no podían publicarse: en Monda, provincia de Málaga, una gallina ha puesto un huevo enorme, gigantesco, desproporcionado; parece que hay récord.
Al apagar el televisor, oigo en la radio a un tertuliano incómodo con la discusión parlamentaria sobre los bienes de la familia Franco: no hay que remover esas cenizas -dice- porque debajo hay brasas, y brasas terribles.
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