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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Las turbulencias mudan de naturaleza

Las colas para sacar el dinero ante las oficinas del banco Northern Rock revelan que la crisis se ha trasladado en parte ya a los clientes. Es una excepción, pero hay que tenerla en cuenta para que no se repita

Joaquín Estefanía

LA PASADA SEMANA, las turbulencias financieras que padecen las principales economías occidentales cambiaron de naturaleza. El lunes se generalizaron las colas de depositantes anónimos que querían sacar su dinero de las oficinas del quinto banco hipotecario británico, el Northern Rock, emulando las escenas de la navideña película ¡Qué bello es vivir!, de Capra. Con ello, la crisis financiera se trasladaba desde el sector bancario hasta los clientes del mismo. Fue una excepción, pero ocurrió y todos lo vimos por televisión.

Hasta ese momento, la crisis originada en EE UU a principios de agosto por las hipotecas de alto riesgo había permanecido en el mercado mayorista: las entidades financieras no se prestan dinero unas a otras o porque creen que aquel que pide el dinero puede estar contaminado y ocultar su riesgo -y por consiguiente, tener dificultades para devolverlo-, o porque piensan que en el futuro ellas mismas van a necesitar ese dinero que otros solicitan. La contaminación al mercado minorista venía de la hipótesis de que se van a endurecer las concesiones de créditos a los particulares y empresas. Pero las colas del Northern Rock significaban algo más que una hipótesis sobre la desconfianza.

Se dio cuenta de ello inmediatamente el Gobierno británico, que de la noche a la mañana cambió las normas de garantía de los depósitos. Hasta el pasado lunes, el fondo de garantías sólo respaldaba los depósitos hasta la cantidad de 31.700 libras (alrededor de 43.100 euros). Ese día, el titular del Tesoro anunció que aseguraba el 100% de los depósitos del Northern Rock. Lo que genera un cierto precedente, a pesar de las peculiaridades de este banco, que no basa sus créditos en los depósitos de sus clientes, sino que su modelo de negocio consiste en recurrir al mercado para comprar dinero, que luego presta a un interés superior en forma de hipotecas.

Este significativo hecho pasó a un segundo plano con la decisión de la Reserva Federal (Fed) de bajar los tipos de interés en EE UU. La euforia de los mercados, las primeras 48 horas, eclipsó de momento los sufrimientos vigentes. Pero la medida de la Fed también tiene su lectura crítica: contra la mayor parte de los pronósticos de los analistas y expertos, Ben Bernanke bajó los tipos de interés medio punto, no un cuarto. ¿Significa ello que la Fed conoce algo de la economía americana que los demás no sabemos?, ¿se aproxima ésta más a la recesión que a un aterrizaje suave, por la profundidad de la crisis inmobiliaria que padece? Además, cuando un banco central hace un movimiento sobre el precio del dinero, tan importante como ello es la literatura que acompaña a su determinación. Del comunicado de la Fed puede deducirse que en esta coyuntura el problema de la inflación no es el más importante a pesar de la subida del precio del petróleo y de las materias primas, así como de la debilidad del dólar (la inflación en EE UU en agosto bajó una décima y se ha situado en una tasa del 2% interanual), y que ha sido sustituido por el del crecimiento: "El crecimiento se ha moderado, pero el endurecimiento de las condiciones del crédito tiene el potencial de intensificar la corrección en la vivienda y limitar el crecimiento en el tiempo".

¿Qué hará el Banco Central Europeo (BCE) en su reunión del 4 de octubre? El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, dijo en su comparecencia en el Congreso de la pasada semana que aún es pronto para evaluar el efecto de estas perturbaciones sobre el crecimiento económico mundial, y que la decisión del BCE -una vez acumulada más información- dependerá de tres factores: cuál es el verdadero alcance de la desaceleración americana, su posible transmisión a la economía mundial y las consecuencias sobre los tipos de cambio; calibrar los efectos de las turbulencias sobre el coste y la disponibilidad de financiación para el sector privado, y seguir de cerca las repercusiones sobre la confianza de las empresas y los consumidores.

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