Las orejas del bachillerato
Ser un estudiante a pesar del tópico social no es ni mucho menos un paseo por la playa. Todos y cada uno de los que estamos metidos en este asunto vivimos sumidos en una extraña presión al empezar el curso terminal, 2º de bachiller, que nos ha de preparar para recibir una formación universitaria.
Después de una escasa, insuficiente y mohosa educación secundaria obligatoria, en la que parece que el único objetivo de los centros educativos es perder de vista a la mayor parte de alumnos, tocamos otro terreno, un terreno en el cual se debería de tomar la batuta de la vida para que dependiendo de la opción elegida por el alumno vaya arañando sus horizontes, fijando su mirada en un futuro a corto y largo plazo.
Pues bien, como miles de veces ha quedado de manifiesto, tanto el personal docente como los alumnos vamos haciéndonos más vagos, pasotas, bajando el nivel de conocimientos, y este déficit hace que la esperada llegada al último curso de formación no sea un curso que funcione correctamente. A veces, la expresión "estoy cursando 2º de bachillerato" lleva una connotación negativa unida, arrastrándola como las cadenas de un fantasma. Lo que quiero decir con esto es que hay que llegar a un punto, pero el punto de partida para llegar a él está bastante retrasado debido a circunstancias acumuladas durante los cursos anteriores, evadiéndonos, evitando empaparnos de la mayor cantidad de materia posible. Todo esto hace que el último curso sea una odisea para muchos alumnos, un muro con el que muchos se topan y caen de bruces.
¿Profesores culpables? ¿Alumnos culpables? ¿Todos culpables? En mi opinión, unión de ambos estamentos; así es como lo veo a mis 17 años.
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