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Reportaje:Las molestias del ruido

Pares, sí. Nones, no

Los inquilinos de los números impares de una calle de la Alameda de Osuna reclaman a AENA que les insonorice sus casas, como ya hizo con las situadas en la acera de enfrente

Jesús Sérvulo González

"¡Es ridículo que los pares sí y los nones no!", exclama con vehemencia Santiago Mijangos, vecino del número 5 de la calle de Bergantín, en el barrio de la Alameda de Osuna. "Sólo nos separan seis metros de alquitrán", agrega.

El pesar de Mijangos, trabajador de Iberia durante más de 40 años, proviene del ruido que hacen los aviones en las pistas del aeropuerto de Barajas cuando aterrizan y despegan. AENA ha insonorizado todas las viviendas de los números pares de su calle. Pero ha olvidado a los impares. Un muro invisible, que separa a los pares de los nones, se levanta en la calle de Bergantín. Las viviendas de la acera de la derecha, pares, lucen ventanas y cristales nuevos: PVC y Climalit. Los de la izquierda, impares, están ajados.

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Más de 200 vecinos "nones", como se llaman entre ellos, remitieron hace unas semanas al Ministerio de Fomento un recurso solicitando que se les incluya en "el plan de aislamiento acústico de la ampliación del aeropuerto de Barajas". En el escrito los vecinos aseguran que soportan ruidos de hasta 65 decibelios entre las 7.00 y las 23.00, el límite máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

"Se nota mucho el ruido, sobre todo por la tarde-noche. Y en verano es peor, porque tenemos que abrir las ventanas por el calor...", relata Crescencio Chacón, vecino del número 1 de la calle de Bergantín, uno de los afectados. "No es insoportable, pero es molesto", cuenta.

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AENA, la sociedad estatal que gestiona los aeropuertos, elaboró en 2004 una huella acústica del aeródromo madrileño y estableció cuáles eran las zonas afectadas por su actividad. En ese estudio se excluía el barrio de la Alameda de Osuna en la relación de zonas afectadas.

El Ayuntamiento de Madrid encargó a la Escuela Superior de Arquitectura que midiera el impacto acústico del aeropuerto para argumentar sus alegaciones e incluir los barrios de la capital que habían sido excluidos de la huella sonora. El informe de los arquitectos reflejó que el 70% del barrio de la Alameda de Osuna sufre los efectos de la actividad aérea de Barajas. Pero ese informe, esgrimido por el Ayuntamiento ante AENA, olvidó a los vecinos de los números impares de la calle de Bergantín. Por eso, los números pares de esta calle, en la que vive Mijangos, están insonorizados y los impares no.

"Es cierto, AENA negoció con el Ayuntamiento y estimó que estos vecinos no estaban afectados", explica Andrés Martínez, vecino de la Alameda de Osuna. Los vecinos han pegado en sus portales una carta de AENA en la que se justifica que "los impares no se encuentran dentro de las isófonas [huellas acústicas] que aprobó la comisión de seguimiento de la actividad del aeropuerto. Esta huella sonora fue aprobada el 28 de enero de 2004". AENA precisa en la misiva que "está previsto realizar la revisión de dichas isófonas, una vez que el aeropuerto lleve un año operando con las cuatro pistas en su configuración definitiva". "Los vecinos deberían estar incluidos en la huella anterior. Y no esperar a la nueva", remacha Martínez.

Desde que se aprobó la huella acústica de Barajas, AENA ha insonorizado unas 12.000 viviendas. Un portavoz de AENA explicó que en las próximas semanas se comenzarán las mediciones para elaborar la nueva huella acústica del aeródromo. Entonces los vecinos de Bergantín podrán cambiar sus ventanas.

Un avión sobrevuela el barrio de la Estación de San Fernando de Henares, que sigue afectado por los ruidos del aeropuerto, en una foto de 2001.
Un avión sobrevuela el barrio de la Estación de San Fernando de Henares, que sigue afectado por los ruidos del aeropuerto, en una foto de 2001.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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