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Bush deja en herencia la guerra de Irak

El presidente dice que la seguridad del país árabe exigirá una larga estancia de las tropas de EE UU

Antonio Caño

El presidente de EE UU, George Bush, ha admitido por primera vez que la presencia militar norteamericana en Irak continuará después de que concluya su mandato, en enero de 2009, y ha anunciado un compromiso estadounidense con la seguridad de aquel país que podría exigir el despliegue de un cierto número de tropas de forma permanente o por un largo periodo de tiempo. Bush ha aceptado, al mismo tiempo, la progresiva reducción del número de fuerzas en Irak en la medida en que se vayan consolidando los progresos que ahora mismo dan por hechos los responsables de esta Administración.

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"Las condiciones en Irak están mejorando y estamos arrebatándole la iniciativa al enemigo"
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Como se esperaba, Bush aprovechó el infrecuente formato de un mensaje televisado a la nación para respaldar, en la noche del jueves, la estrategia que ha estado defendiendo esta semana en Washington el jefe de la misión militar en Irak, general David Petraeus.

Bush insistió en que esa estrategia está funcionando. "Las condiciones en Irak están mejorando y estamos arrebatándole la iniciativa al enemigo", dijo. Olvidada ya la opción de una completa victoria -Bush ni siquiera ha mencionado esta vez esa palabra-, el presidente aludió a los "éxitos" en Irak en términos de ganar una mayor "estabilidad" para aumentar el espacio de actividad política en el país.

El presidente dijo que esos "éxitos" permiten empezar a retirar tropas este mes, continuar hasta completar la salida de 5.700 hombres y mujeres para la Navidad y llegar hasta 30.000 en julio próximo. Los próximos repliegues estarán sometidos a lo que llamó "regreso tras éxitos", es decir, que en la medida en que se sigan alcanzando progresos habrá nuevas salidas.

Esos progresos, aun siendo ciertos en el plano militar, no se ven todavía acompañados de avances en cuanto a la reconciliación política y la democratización de Irak. El informe al respecto que la Casa Blanca presenta cada dos meses al Congreso aseguraba ayer que el Gobierno iraquí había tenido éxito en el cumplimiento de 9 de las 18 metas políticas fijadas, una más de las condiciones que se cumplían en julio. Un mínimo avance, por tanto.

Bush reconoció que todos, norteamericanos e iraquíes de cualquier comunidad, quieren ver la salida de las tropas. Pero -y éste fue el gran pero de un discurso por lo demás previsible- "[los iraquíes] comprenden que su éxito requerirá participación política, económica y de seguridad por parte de EE UU que se extenderá hasta después de mi presidencia".

"Estos líderes de Irak", añadió el presidente, "han solicitado una relación duradera con Estados Unidos. Y estamos listos para comenzar a desarrollar dicha relación de manera que proteja nuestros intereses en la región y requiera una cantidad considerablemente menor de soldados estadounidenses".

Altos funcionarios de la Administración que hablaron ayer con la prensa para profundizar en el mensaje del presidente no precisaron qué cantidad de tropas es esa fuerza "considerablemente menor" a la que se refirió Bush, cuánto tiempo tendrían que permanecer en Irak ni bajo qué forma legal actuarán esas unidades que varios comentaristas locales comparan con el contingente militar establecido en la frontera de las dos Coreas después de la guerra y que permanece allí desde hace 60 años.

Bush justificó este compromiso permanente porque "el éxito de un Irak libre es crucial para la seguridad de Estados Unidos". Portavoces oficiales explicaron que, en cierta forma, el presidente está facilitando el camino a su sucesor al crear condiciones de estabilidad en Irak que evitarán nuevos ataques contra norteamericanos. Esto no coincide con el punto de vista de los más probables sucesores de Bush, los candidatos demócratas a la presidencia, que ven cada día más cerca el peor escenario que podían imaginar: una guerra ilimitada, imposible de ganar y de la que es imposible escapar.

La líder destacada en los sondeos presidenciales, Hillary Clinton, reaccionó al discurso de Bush casi con desconsuelo. "Sigo implorando al presidente", dijo ayer la candidata demócrata, "que cambie de rumbo, que traiga las tropas a casa más rápido y que ponga fin a esta guerra responsablemente tan pronto como sea posible".

Más radicalmente, Barack Obama, dejando constancia de que, a diferencia de Clinton, él nunca estuvo a favor de la guerra, declaró ayer: "El presidente Bush estaba equivocado cuando empezó la guerra, estaba equivocado cuando incrementó el número de tropas en enero y está equivocado en mantener el rumbo ahora. Por eso he propuesto una retirada de una o dos brigadas cada mes de forma que el repliegue concluya a finales del año próximo".

El tercer demócrata en discordia, John Edwards, manifestó que las tropas "están atrapadas en Irak entre un presidente sin un plan para triunfar y un Congreso sin el coraje para traerlas a casa".

En el Congreso, quien está intentado satisfacer los deseos de Edwards y del 60% de los norteamericanos es el líder de los demócratas, Harry Reid, quien ayer volvió a pedir respaldo para "un plan que nos permita de forma rápida y responsable empezar una reducción de tropas en Irak". Pero los republicanos, por el momento, siguen al lado del presidente.

George W. Bush hace cola en el comedor de la base militar de Quantico, en Virginia (EE UU), que visitó ayer.
George W. Bush hace cola en el comedor de la base militar de Quantico, en Virginia (EE UU), que visitó ayer.REUTERS

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