Lágrima fácil

En los últimos años, el cine argentino ha cosechado tales éxitos de público en España, que las coproducciones entre ambos países se están generalizando en busca, sin duda, de alimento mutuo. La ambiciosa, irregular y lacrimógena Tocar el cielo, escrita y dirigida por Marcos Carnevale, es la última de ellas, una película coral de vidas cruzadas con algunos pasajes muy bien escritos y personajes en general razonablemente trazados, a la que sin duda le perjudica la poca brillantez de su puesta en escena.
Tremendamente ambicioso tanto por la cantidad de historias como, sobre todo, por sus elevadas temáticas (la adopción de bebés por parte del Primer Mundo en zonas extranjeras depauperadas; la necesidad de papeles para adquirir la ciudadanía; la enfermedad terminal; el legado cultural y político entre padres e hijos, la egolatría del artista...), Carnevale lleva a buen puerto unas (la de la adopción), mientras otras se le desmadejan por falta de química entre los intérpretes (la doble vida del hijo rebelde) y alguna más resulta incomprensible (la del amor de Verónica Echegui por Chete Lera) a causa de una buena secuencia que describa la naturaleza del flechazo. Al menos, eso sí, ha abandonado las tremebundas intenciones chistosas de la astracanada Almejas y mejillones (2000), y ha tirado del hilo de la ternura que ya le llevó en Elsa y Fred (2005), su anterior trabajo, a que se vislumbrara que estaba dotado para la vis cómica en medio de un tono trágico. Un registro en el que de nuevo destaca la presencia de China Zorrilla, un prodigio a la hora de modular sus réplicas y de dotar de magia, crueldad, humor y negrura a sus secuencias.
TOCAR EL CIELO
Dirección: Marcos Carnevale. Intérpretes: Chete Lera, Montse Germán, Raúl Arévalo, Facundo Arana. Género: tragicomedia. España, Argentina, 2007. Duración: 109 minutos.
En cambio, frente a la ampulosidad de la temática, la dirección resulta más funcional que brillante, más pedestre que sutil. De modo que, apoyada en la melosa música de Lito Vitale, la película siempre parece a la búsqueda de la sonrisa cómplice y de la lágrima fácil a través de los métodos más obvios.
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