Siempre asomados al balcón de la historia
Siendo un crío, el hijo del embajador Eugenio Bregolat empezó un curso escolar en Pekín, lo continuó en Ottawa y lo acabó en Moscú. Hoy tiene 23 años, un buen trabajo en un banco, y habla chino con acento pequinés, pero aquellos nueve meses de locura siguen haciendo pensar a su padre, que "si se llega a encasquillar entonces, tal vez se hubiera quedado marcado para toda la vida".