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Reportaje:CONSAGRADOS Y NOVATOS

Siempre asomados al balcón de la historia

El embajador Bregolat y una joven diplomática en Bagdad huyen de "los tiempos tranquilos"

Siendo un crío, el hijo del embajador Eugenio Bregolat empezó un curso escolar en Pekín, lo continuó en Ottawa y lo acabó en Moscú. Hoy tiene 23 años, un buen trabajo en un banco, y habla chino con acento pequinés, pero aquellos nueve meses de locura siguen haciendo pensar a su padre, que "si se llega a encasquillar entonces, tal vez se hubiera quedado marcado para toda la vida". Por su parte, los padres de Yera Ortiz de Urbina se enfrentan cada día al telediario con el corazón encogido. Su hija de 33 años lucha desde hace meses junto a Javier Rupérez por mantener abierta la Embajada de España en Bagdad. Así que cuando, ya avanzada la charla, el veterano Bregolat y la joven Ortiz de Urbina coinciden en que para ellos ser diplomático, más que una profesión, es un estilo de vida, ya hace rato que se borró cualquier rastro de duda.

El encuentro es en Andorra, donde ahora Bregolat -una verdadera institución en el cuerpo diplomático- ejerce de embajador. De la quinta del 43, su vocación por ver mundo le llegó a través de la lectura. "Yo soy de aquí al lado, de La Seu d'Urgell, y en los años cincuenta no había otra cosa que los libros. Me leía una novela al día, y de ahí me vino la afición. Pero tengo un compañero al que le picó la curiosidad porque los mejores coches que veía en aquel tiempo eran los que tenían la matrícula diplomática. Lo que quiero decir es que la primera curiosidad te puede venir de la manera más tonta, pero luego te vas metiendo y te conviertes en un profesional". No es fácil resumir el currículo de Eugenio Bregolat, pero a modo de ensayo se puede apuntar que estaba en la Unión Soviética durante la agonía y muerte de Franco, de asesor del gobierno de Adolfo Suárez cuando Tejero entró en el Congreso o que era embajador en China cuando los sucesos de la plaza de Tiananmen...

-Y también estuvo en Malta y en Costa de Marfil...

Yera Ortiz de Urbina se sabe de memoria la trayectoria su anfitrión, lo que sorprende y halaga al veterano embajador. Cuando este periódico preguntó al Ministerio de Asuntos Exteriores por un valor emergente en la diplomacia española para que confrontara su visión de la carrera con la de Bregolat, la respuesta no tardó en llegar. Ortiz de Urbina era la persona. La suerte hizo que esos días estuviera en España pasando unas vacaciones. Cuando llega a Andorra, apenas hay tiempo para las presentaciones. De ahí que en el momento en que ella -de pasada y sin darse importancia- dice que en su actual destino es del todo imposible conciliar la vida profesional con la personal, Bregolat lanza una expresión de sorpresa y admiración a un tiempo.

-¡Ah!, ¡¿pero estás en Irak?!

De modo que la anécdota que acaba de contar el embajador no se le puede aplicar a ella precisamente. "Yo", cuenta Bregolat, "trabajé bastantes años con Suárez, y fue él quien me dijo la cosa más bonita que me han dicho nunca. Mi novia era rusa, y eso levantaba suspicacias. Suárez me dijo: 'Los americanos dicen que eres de la KGB, luego no eres de la CIA. Y los rusos dicen que eres de la CIA, luego no eres de la KGB. ¡Tú eres el verdadero hombre de centro!'. Yo me he encontrado en medio de ciertos berenjenales de importancia. Me seguían en coche, mi chófer llevaba una pistola en el calcetín... Una maldición china dice: 'Te deseo que vivas en tiempos interesantes'. Y es verdad. Los tiempos buenos son esos que no tienen ningún interés, que no te pasa nada, que nadie sabe ni que existes...".

Yera Ortiz de Urbina sonríe. A ella se le puede aplicar de lleno aquella maldición china. Su destino actual está plantado justo en la capital del horror. "Yo estaba en Jordania y no encontraban a nadie para Irak. Tenía la opción de quedarme en Ammán, o podía haber elegido algún lugar de África, o Helsinki... Pero pensé que Helsinki tal vez cuando fuera más mayorcita, porque si no me iba a aburrir. Y en Bagdad, de aburrimiento, nada de nada...". El embajador la escucha con atención. El Irak de ella y de hoy es el Tiananmen de él y de entonces, su guerra fría, su telón de acero... Los dos están de acuerdo en que los 30 años que los separan han cambiado mucho el salón de baile, pero que los ideales que los condujeron hacia la carrera diplomática siguen siendo los mismos. "Curiosidad, vocación de servicio", dice ella, "y de ahí que el trabajo consular sea el más bonito. Que llegue la noche y te puedas acostar con la satisfacción de haber ayudado a alguien". "Tienes razón", subraya él, "y yo añadiría que hay que tener sentido político, empatía, capacidad para meterte en los zapatos del otro, mirar sus gestos. Yo creo que en los equipos de negociación siempre tendría que haber un tío que a poder ser fuera sordomudo y que fuera un experto en ese arte chino de interpretar las caras, que sólo estuviera pendiente del lenguaje corporal... Yo creo que en este oficio nuestro hay que tener ese radar".

Eugenio Bregolat

Hay un momento en la conversación en que Eugenio Bregolat dice: "A mí, sinceramente, mi hijo me da envidia; me gustaría estar donde está él, haciendo lo que él hace". Su hijo está en China, hablando chino, viviendo con los chinos. Y Bregolat, en cierta forma, sigue estando allí. Cuando habla de aquel país, en el que estuvo destinado en dos etapas desde 1987 a 2003, se le enciende la expresión. Su manera de seguir estando allí ha sido escribir un libro, La segunda revolución china (Destino), con dos gatos en la portada que le gustan mucho a su hija pequeña.

Yera Ortiz de Urbina

Está en Bagdad, y además lo cuenta sin darse importancia. Casi no hace falta decir más sobre ella. Yera Ortiz de Urbina, nacida en San Sebastián hace 33 años, explica que su reto diario es mantener la Embajada de España abierta. "Es prácticamente nuestra dedicación exclusiva. Hay problemas de seguridad muy graves, y cada día que nos levantamos por la mañana tenemos la sensación de que puede ser peor que el anterior. Pero tenemos que seguir allí. Es nuestro gesto de apoyo a un futuro pacífico y democrático para el pueblo de Irak".

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