"Los niños tienen miedo a dormir por si tiembla la tierra"

Teresa Pacheco aterrizó en Perú el lunes y la tierra comenzó a temblar violentamente. Sintió muchísimo miedo. E imaginó lo que tuvo que ser el gran terremoto (de casi 8 grados en la escala de Ritcher) de hace justo una semana. Quinientas personas muertas, casi dos mil heridas, y muchísimas más sin casas, sin esperanza. Teresa vio edificios derruidos y carreteras agrietadas. Y un pueblo, el peruano, muy necesitado. Por eso esta chica, de 31 años y psicóloga del Samur, está estos días en Humay, un pueblo de 12.000 vecinos arrasado por el sismo. "Desde nuestro campamento se ven decenas de casas destruidas", describe. Pero lo peor, sin duda, es el desamparo de la gente. Y entre todos, el que más le choca, cuenta, es el de los niños.

"Hablamos y jugamos con ellos. Los chavales tienen miedo a dormir, por si vuelve a pasar algo", dice. La situación de esos menores no difiere de la de sus mayores: "Duermen en la calle pero no quieren volver a sus casas". Además, no tienen colegio. "Se espera que la ayuda humanitaria les ponga una carpa para que puedan seguir dando clase allí", asegura Teresa. Ante nuevas réplicas, la psicóloga dice que su labor también consiste en explicar a esos niños lo que tienen que hacer.

La experiencia de Teresa en Perú es la primera en su vida en un escenario de catástrofe natural. Sin embargo, ya sabe lo que son otro tipo de dramas, en concreto los atentados terroristas. "Acompañé a los familiares de las víctimas ecuatorianas del atentado de ETA en la T-4 hasta su país". Además, Teresa fue una de las psicólogas que echó una mano en la tragedia del 11-M. "Te puedes imaginar lo que fue aquello", murmura.

Teresa no ha ido por su cuenta a Perú. Ella forma parte de un equipo del Samur que ha enviado el Ayuntamiento de Madrid. Son 14 personas, entre médicos, enfermeros y otra psicóloga, Susana Lasterre, de 43 años. En el terreno, en las tiendas de campaña que han levantado en Humay, Teresa y Susana reciben a gente con problemas de "shock emocional y de crisis de ansiedad, sobre todo cuando hay réplicas". En sólo un día, el martes, atendieron a unas 200 personas. "No hemos parado ni un segundo. La gente tiene mucho miedo a que mueran sus familiares", dice Teresa.

Las comunicaciones son muy complicadas. No funcionan los móviles y para hablar con Teresa hay que hacerlo a través de satélite. Apenas 15 minutos de conversación, con retardo. Las carreteras están agrietadas, los puentes también, y hay gente que lo está pasando fatal: "Muchos tienen familiares en pueblos cercanos. Y no saben si sobrevivieron al terremoto". Una preocupación difícil de soportar.

La importancia de respirar

Para combatir estos problemas, Teresa y Susana enseñan "pautas" a las víctimas. "Les decimos cómo tienen que respirar para controlar esa ansiedad y relajarse", dice Teresa. "Es lógico que tengan hiperventilación o adormecimiento de las manos. Porque ante el recuerdo de lo sucedido o cuando se sienten nuevos temblores, la gente recuerda el miedo y es normal que les pase", añade. Lo que hacen, cuenta Teresa, es explicarles que esas reacciones son "normales y humanas".

Teresa confía en que la gente termine por superar las consecuencias de esta dentellada de la tierra. Pero insiste: "Lo que vemos es muy deprimente. Todo está destruido".