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Reportaje:

Ellas también quieren jugar

Una experta en abrirles a las mujeres nuevas puertas al placer -pionera en montar una tienda distinta de juguetes eróticos y en recorrer con estos productos los domicilios españoles, 'Tapersex'- da claves de lo que ellas quieren y sienten (y generalmente, nadie se lo ha preguntado).

"Una compañera que trabaja en Londres ha venido unos días después de cortar con el novio", contaba una asistente a una reunión Tapersex. Pero no era a él a quien echaba de menos..., sino a su vibrador. Se lamentaba de no haberlo incluido en su equipaje. Compañero fiel durante su estancia en el extranjero, jamás lanzó un reproche, ni rechistó en el momento de su abandono en un cajón del apartamento vacío.

Anécdotas como ésta son una muestra del gran salto generacional que se ha producido en la forma en que las mujeres viven su sexualidad. En las reuniones Tapersex ponen en común sus descubrimientos, sus temores, sus dudas... Son los secretos que la editorial Planeta me animó a desvelar en este libro. En él, ocho mujeres de diferentes edades y situaciones sentimentales aguardan, nerviosas, que muestre los vibrantes amigos que llevo en la maleta.

Es lo que se echa en cara a los hombres: la falta de imaginación, que no las sorprendan con una sesión de sexo salvaje

¿Dependencia del juguetito? Es lo que piensan y lo que temen muchos. Sobre todo, ellos, atemorizados por el tamaño de algunos aparatos y sus pilas de larga duración. "Lo siento, cariño, pero la tuya no hace esto", amenaza con decirle al marido una de las asistentes a la reunión, colocándole ante los ojos la punta del dildo, que gira en una y otra dirección, a diferentes velocidades, según el gusto de la consumidora. ¿Cómo lo he llamado? Dildo. La palabra consolador está prohibida en nuestro vocabulario. Los juguetes no te ponen el hombro cuando estás de bajón.

Al descubrir sus posibilidades, algunas mujeres se preguntan para qué necesitan a los hombres. Quizá sean aquellas que tampoco reciben de la pareja el apoyo emocional que necesitan, y ése no es un problema del juguete.

El principal conflicto llega con el desacuerdo, cuando uno de los dos quiere y el otro no. Es entonces cuando puede aparecer la mentira y hasta la infidelidad. Sí, hay quien es infiel con el vibrador, aunque es más habitual que engañen con el ciberamante.

También aparece el miedo de algunos hombres hacia los Tapersex: ¿de qué hablan las mujeres? ¿Van a despabilar a la mía? ¿Qué va a exigirme luego? ¿Qué va a aprender allí que yo no sepa?

La comadrona Maria Angels Santandreu es una de las pioneras en fomentar el uso de las bolas chinas para fortalecer la musculatura pélvica y prevenir los efectos de los partos y la menopausia: "Tanto las que vienen a los talleres sobre menopausia como algunas jóvenes en el posparto se encuentran con el rechazo del hombre al uso de las bolas, cuando él las ve como un rival y considera que en la vagina de su mujer no debe entrar nada más que su pene. Hay hombres, incluso, que se oponen a que ella dé de mamar al bebé, porque piensan que los pechos son suyos, no del niño. También expresan el miedo a la infección, sobre todo, las mujeres menopáusicas, que no se hacen a la idea de introducirse un cuerpo extraño. Esta actitud esconde a menudo un rechazo a tocarse. En esta generación hay muchas que no están acostumbradas y, en este sentido, es una buena técnica para que sean conscientes de su sexo".

Represiones y tabúes en el siglo XXI que a veces son derrumbados gracias a las buenas ondas de unos artilugios y, sobre todo, con la complicidad que surge en las reuniones donde desvelan su manera de vivir y sentir su sexualidad.

Reuniones terapéuticas, como señala la sexóloga Flavia Limone: "Los grupos donde los asistentes hablan de sus experiencias en confianza permiten hacer visible la diversidad, descubrir que 'no soy rara/o' y que hay otras personas que escapan a la normalidad estadística aprendida como verdad única. Permiten que avancemos un poco en aceptar nuestras contradicciones y en dejar de estigmatizarnos y estigmatizar".

Recuerdo una reunión en Madrid a la que asistían dos amigas muy íntimas. De repente, una de ellas empieza a explicar que las relaciones sexuales le producen dolor y le crean muchos conflictos. La otra la miraba alucinada. No se lo podía creer, tantas veces que habían hablado de sexo, de hombres y demás, y ella nunca se lo había mencionado... No puedo olvidar el desconcierto en el rostro de la amiga.

Así es como se acrecienta la confianza entre algunas amistades, y muchas veces entre los miembros de una misma familia, en un terreno tan íntimo como es el sexo.

Hasta cuatro generaciones de mujeres han acudido juntas a una reunión: bisabuela, abuela, madre e hija. También está el caso de Pepa y Noelia, madre e hija. En varios momentos, la hija, la nueva generación, reclama mesura a la madre, que parece más abierta y liberal. Me encuentro con muchas situaciones así. A Noelia le sucede como a la mayoría de los hijos: pensamos que nuestros progenitores nos han gestado asexualmente o que mamá es hermafrodita. ¿Un fallo en la educación?

En un Tapersex con mujeres de entre 28 y 43 años, después de las risas y brindar "por el buen sexo", comenzaron a hablar sobre la importancia de la sexualidad y los problemas cotidianos, de la falta de tiempo, del deseo, de la monotonía...

Una de ellas, con una hija de 11 años, explicaba que aquél era un momento crucial. La niña recibía clases de educación sexual en la escuela, y una noche, de repente, mientras cenaban, se le ocurrió preguntar a los padres cuántas veces lo hacían. Ella contestó ruborizada que cuando les apetecía. Su marido, en cambio, con toda tranquilidad, le explicó que se trataba de un acto de entrega amorosa, donde lo menos importante es la cantidad, sino que lo valioso es la calidad y el amor que se siente por la pareja.

La mujer escuchaba a su marido sorprendida y admirada por la locuacidad verbal que demostraba, y recordaba mientras tanto el polvazo de la noche anterior. Sintió una especie de clic en su cerebro, el inicio de una etapa al descubrir en su marido habilidades naturales para desenvolverse en la comunicación con la niña. A ella jamás se le habría ocurrido preguntarles algo así a sus padres. Por fortuna, los hijos han ganado en confianza. Después de explicar la anécdota, preguntó cuál era mi opinión al respecto. Para mí, la educación sexual que ofrece la escuela tiene que complementarse con la educación emocional dentro del seno familiar. Les felicité a ambos por afrontar la pregunta y responder sin evasivas, por mostrar respeto ante la curiosidad de la hija en lugar de reprenderla, y sobre todo por la sinceridad. Aun así, también se podría haber hablado del placer, que es el gran ausente en las conversaciones de sexo con los hijos.

Es cierto que últimamente se habla mucho de sexo. De sexualidad, de juguetes eróticos, de actores y actrices porno, de las prácticas transgresoras como el trío o el sexo en grupo, de las películas eróticas caseras. Y aunque parece que todo lo que nos rodea es sexo, hay muchos vacíos de contenido informativo, valioso y fiable.

La masturbación, sin ir más lejos -la mejor forma de conocerse y de aprender para alcanzar unas relaciones satisfactorias-, es un terreno al que muchos adolescentes llegan sin tener quien les guíe correctamente, como cuenta esta treintañera con estudios universitarios: "Comencé a masturbarme con 13 años, aunque no llegué al orgasmo hasta los 21, gracias a una revista que explicaba cómo se debía hacer para que te saliera bien".

Algunas personas manifiestan estar cansadas de programas televisivos o publicaciones que expliquen dónde se encuentra el clítoris y cómo es, pero aquellos que educan desde una actitud responsable y no frivolizan sobre el tema están realizando una labor encomiable, y puede ser el detonante para que las mujeres que no habían explorado su cuerpo se inicien en ello. Por supuesto que disfrutamos de mayor información que aquella a la que se podía acceder hace unas décadas, pero siempre hay que enseñar a las nuevas generaciones, y a las que se aventuran por primera vez a conocer sus genitales, a escucharse, porque cada mujer goza a su manera. Y también fantasean a su manera, como se descubre en obras como Lo que de verdad nos pone (Temas de Hoy), uno de los libros con más éxito en los tapers.

Montse, abogada de 51 años que participa en una de las reuniones, ha iniciado una relación después de su viudez y comienza a percibir los primeros síntomas de la menopausia: "He aprendido a pedir lo que me apetece. Y a decir no. Las mujeres de mi generación vivimos una época de progresismo, luchamos durante la transición política para conseguir derechos y libertades de todos. Pero en la intimidad, todo era muy diferente. Una seguía estando al servicio del placer del hombre. Mi difunto marido era un hombre cariñoso, no era de esos que se comportaban en el sexo como si fuera una obligación de la mujer. Pero aun así, ahora es cuando he descubierto lo que significa tomar las riendas en la cama. Por eso me fastidia mucho que, cuando mejor puedo disfrutar, y con un hombre que me está descubriendo tantas cosas, llegue otro cambio hormonal".

¿Entrenamos nuestro cuerpo y nuestras emociones para dar la bienvenida a una nueva etapa físico-vital? Es un cambio anunciado, y, sin embargo, suele llegar por sorpresa... Algunos especialistas, como Francisca Molero, presidenta de la Sociedad Catalana de Sexología, creen que todo lo que se entiende por perimenopausia está excesivamente medicalizado: "El climaterio es una etapa vital en la que se producen cambios en la vida de la mujer, pero no sólo síntomas por déficit hormonal (sofocos, insomnio, cambios de peso); son cambios psicológicos y sociales. Es una etapa de crisis vital entendiéndola como algo positivo, semejante a la pubertad, pero con toda una experiencia de vida irrenunciable. Yo digo que realmente es la madurez de la mujer, donde ella es totalmente consciente de su identidad, independientemente de sus otros roles", comenta la doctora.

Son edades en las que arrasan con las bolas chinas, por su gran valor terapéutico para la prevención de la incontinencia urinaria, como también sucede entre aquellas que acaban de tener un bebé.

Las más estresadas son las mamás trabajadoras, las superwomen. Luisa lo cuenta así: "Cuando ya he acostado a los niños continúo haciendo cosas en la casa: pongo una lavadora, plancho, dejo preparada la comida para el día siguiente... De verdad, es imposible tener ganas cuando llego a la cama. Y entonces él me pone la mano en el culo y yo se la aparto de un manotazo".

Tienen tanto que hacer, que siempre están con la cabeza en otra parte, por eso entienden perfectamente a qué me refiero cuando menciono las propiedades del sensibilizador del clítoris: "Además de la novedad al percibir algo diferente en vuestros genitales, que intensifica el placer, el sensibilizador de clítoris te permite concentrarte en ese momento que dedicamos al sexo, porque las mujeres tenemos serios problemas para desconectar de lo cotidiano. ¿No os ha pasado? El chico está ahí, esforzándose por poneros a tono, después de haberos hecho las remolonas, y nuestra cabecita se pone a pensar en el informe que teníamos que dejar listo a las nueve de la mañana, en los ronquidos del vecino que traspasan la pared del dormitorio, en lo que teníamos que decirle a la profe del niño cuando lo llevemos al cole...". Mientras describo este panorama, las mujeres con cargas familiares menean la cabeza afirmativamente. La desgana es uno de los principales problemas sexuales que padecemos en nuestro país. Podemos creer que tomarse una pastilla o ponerse un parche junto al pubis es una solución fácil, pero lo cierto es que se trataría sólo de eso, de un parche en el sentido metafórico de la palabra. Es el estilo de vida que llevamos y el modelo de relación el que origina la mayor parte de nuestros conflictos cotidianos.

También las 'singles', las mujeres sin pareja, son forofas del sensibilizador. Cuando presenté este gel en un Tapersex organizado por una reportera de guerra, la periodista se llevó unas cuantas provisiones para superar los momentos difíciles en su próximo destino. Además de ella, unas cuantas asistentes compraron la crema sensibilizadora.

También tenemos un cliente que hace un uso muy especial de este producto. Se trata de un fisioterapeuta que realiza los masajes a domicilio; comenzó a llevarse aceites con sabor, ya que algunas de sus pacientes le pedían que completara la terapia con otras técnicas manuales. Un día probó con el bálsamo, y tuvo tal éxito que nunca puede faltar en su botiquín.

Las singles que se muestran más dispuestas a conocer nuevas fuentes del placer son, sin duda, aquellas que ya supieron lo que significa el desgaste de la falta de comunicación y de imaginación en la relación estable: las separadas. Nuria, de 42 años, pertenece a este grupo. Habla con tal desparpajo que algunas de sus amigas se sienten, incluso, agredidas.

Según algunos estudios, nosotras mentimos más que ellos cuando nos referimos a nuestra sexualidad. Tendemos a creer que son los hombres los que se pasan poniéndose galones, pero las féminas engañamos para dar una imagen de más recato. Sin embargo, algunas de las mujeres que asisten a las reuniones disfrutan explicando sus batallitas. Como Nuria, las hay tan expresivas que se diría que esas ganas de hablar son una muestra de rebeldía. Como si después de una época represora exhibieran su conducta liberada para defender el derecho al placer sexual que se les había negado.

Eso es lo que a menudo se echa en cara a los hombres: la falta de imaginación, que no las sorprendan con una escapada romántica o una sesión de sexo salvaje. Las mujeres ansían que exista novedad en sus vidas sexuales, ni la cena con velas todas las noches, ni el ataque rápido cuando los niños se han dormido... "Yo le he pedido un montón de veces a mi marido que entremos en una sex-shop, pero él se empeña en que esos sitios están llenos de tíos guarros. Así que me ha ido muy bien que Julia montara esta reunión", cuenta Pepa, ama de casa de 54 años.

Aún nos queda mucho trabajo por hacer. Como botón de muestra, una anécdota de Araceli Álvarez, sexóloga que ofrece charlas a alumnos de ESO. En una clase con jóvenes de edades entre 15 y 18 años, una chica comentó que no entendía por qué había que tomar precauciones para el sexo oral: "Le dijimos que, al igual que en el coito, se pueden transmitir diferentes infecciones, a lo que ella respondió: 'Pero el sexo oral se hace por teléfono, ¿no?".

Eva Moreno -con un máster en sexualidad- ha escrito 'Es la hora del Tapersex'. Junto a Sonsoles Fuentes, publicará 'Mujeres, juguetes y confidencias (secretos revelados en una reunión de Tapersex') (editorial Planeta) el próximo 18 de septiembre.

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