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Reportaje:TRANSGRESORES

Rosa García-Malea, la mujer supersónica.

Nunca tuvo miedo a volar. Ahora, Rosa García-Malea es la primera piloto de caza y combate española. La joya del Ejército del Aire. Una pionera en lo suyo que dice sentirse incómoda con la fama y que ha roto ya, con 26 años, ciertas barreras. Para empezar, la del sonido, en su avión, y a más de 1.700 kilómetros por hora.

Jesús Ruiz Mantilla

Dice que cuando atravesó la barrera del sonido no sintió nada especial. Ni se le estiraba la piel, ni le pitaban los oídos más de lo necesario, ni le recorrió una hormiga el espinazo. Nada especial. Asumió aquella experiencia como una más de las emociones que le depararía la vida. Porque Rosa María García-Malea, a sus 26 años, ya ha cumplido el mayor de sus sueños: ser piloto de caza y combate del Ejército del Aire. La primera mujer piloto de caza y combate licenciada como tal en España.

Se ha preparado a fondo durante cinco años. Ha ido superando pruebas duras a las que ha sabido quitar presión, congelar de manera mecánica para no obsesionarse. De hecho, ahora, recién graduada, es difícil borrarle la sonrisa del rostro, una sonrisa que le traspasa incluso el casco con mascarilla que debe colocarse para volar, apoyada junto al cristal de la cabina de la nave frente a la que la sitúan para posar. Lo hace con gracia, ahora se pone el casco, luego se lo quita. Se ha presentado limpia de maquillaje, con la cara lavada que ensalza el valor inocente de sus pecas discretas, un moño práctico y el buzo verde, que es el uniforme único de la faena del aire, pero que debe acabar hartando a quien se confiesa una enamorada de la moda.

"El liderazgo es difícil de aprender. A cualquier líder se le puede corregir. Es más fácil obedecer que mandar"

Tampoco la disciplina militar le ha arrancado un ápice de la alegría ni del optimismo que mamó en una familia almeriense con tres hermanas más en la que no se respiraba por ningún lado el ambiente marcial -con su padre empleado de banca y su madre profesora-, aunque su experiencia en la Academia General del Aire de San Javier (Murcia) ha sido parecida a la que se imaginaba por las películas americanas de reclutas voluntariosos y sargentos gritones. De hecho, ha borrado de la mente los malos ratos: "Malos ratos no hemos pasado ninguno, simplemente han sido momentos menos buenos", asegura rodeada de oficiales en un decorado con aroma a aires de misión cumplida montado para los medios de comunicación que se han acercado desde varios puntos de España para conocerla de cerca.

La expectación parece más digna de un gran fichaje de equipo de Champions que de otra cosa, aunque el ambiente de la base aérea mediterránea evoque un punto hollywoodiense cercano a Top Gun. Lo que queda claro es que la muchacha, aun un tanto asustada por la capacidad de convocatoria, es la joya de la corona. Una pionera, otro ejemplo para romper moldes en una institución cuya cuota femenina no supera el 12% desde que entrara la primera mujer en una academia del Aire hace 20 años. Rosa María representa el nuevo diamante que el ejército español ha puesto a merced de los focos cuando cada vez es más difícil animar a los jóvenes a que se alisten y pasen a formar parte de una vida más volcada al sacrificio que al placer, a la medida que al exceso. Pero, pese a que no quieren quemarla, hace su papel perfectamente. Aunque está harta de persecuciones, entrevistas y declaraciones, ha accedido a dedicar un día a los medios de comunicación antes de irse de vacaciones. Cuando esté entre los suyos, con su familia, antes de incorporarse a su nuevo puesto en Zaragoza, donde pilotará F-18 -"el destino que he pedido", confirma-, no contestará a nadie. Así que hay que aprovechar la tarde tranquila para hablar con ella: "Hoy no hay problema", asegura el coronel Rubén García Servart, "está de servicio para atender a los medios. Pero otro día no os prometo nada", afirma.

Por la mañana ha toreado con gracia en una rueda de prensa multitudinaria, y a la hora de comer ha quedado libre para El País Semanal. Buscan una sala confortable y fresca al final de un pasillo en el que atravesamos un aula repleta de cadetes y la puerta del servicio de caballeros. El de mujeres no queda a la vista, debe de estar en otra ala del edificio. Tres oficiales se sientan con ella en la mesa. Le cuesta conservar la tranquilidad.

¿Era esto lo que buscaba?

Sabía a lo que venía, aunque es cierto que siendo una persona que no ha crecido en un ambiente militar, no me ha sorprendido.

¿A qué se parece lo que ha encontrado en la academia? ¿A lo que ha visto en las películas?

No difiere mucho, sobre todo de las buenas películas. Todo ha sido, como digo, muy previsible. No venía a tomar el sol precisamente, sino a conocer y aprender lo que es la disciplina militar, los mandos, a mandar y a ser mandada. A obedecer.

Para saber mandar bien, hay que haber obedecido primero.

Soy oficial y tengo mis responsabilidades. Ahora me toca a mí enseñar a los que vienen, tengo a mi cargo a tres de primero y debo enseñarles a desfilar, que no es poco. Pero también debo estar preparada para acatar órdenes.

¿Habrá aprendido bien lo que es el liderazgo?

Eso es difícil de aprender. Hay gente que nace siendo líder y otros que no desarrollan esa capacidad. Es más fácil obedecer que mandar. ¿Qué se requiere? No es tan fácil como ser el graciosillo del grupo, el que convence a todos los demás para ir al cine.

Entonces, ¿es imprescindible haber nacido con vocación de liderazgo para entrar en el ejército?

No, no tanto. Pero sí un carácter fuerte, determinante, que te ayuda a saber tomar decisiones duras en un momento dado, en un vuelo complicado.

Y la virtud del liderazgo, ¿cómo la aprenden?

Puede ser, como dice, una virtud que aquí aprendemos a mejorar. A cualquier líder se le puede corregir. Por muy líder que seas, nunca llegas a la perfección. Y a las personas que no son líderes se les puede enseñar a superarse. Para el liderazgo se requiere discreción también. Ser líder no es pegar un grito y obligar a hacer lo que uno dice. Es llevar a un grupo de personas adonde tú quieres, pero convenciéndolas.

¿Su timidez es un obstáculo para ese liderazgo que requieren aquí?

Soy tímida para hablar en público, para hacer chistes, pero puedo conseguir que una persona no vea lo que no quiero que vea. Sólo soy tímida en ciertos ámbitos, pero no afecta a mi vida diaria.

¿Desde cuándo quiso ser piloto?

Desde siempre. No recuerdo exactamente un día que me levantara, una imagen concreta, el momento. Pero ya de niña decía que quería serlo, no quería ser monja, ni médico, ni profesora. Los mayores se reían. Comentaban: "¡Qué graciosa la niña!".

Piloto vale, pero piloto de caza.

Sí, bien, eso fue más tarde.

Lo que yo quería era llevar aviones.

Y cuando siguió con lo que para ellos era broma y para usted verdad, ¿qué cara pusieron?

No dejaron de sonreír, al menos de cara a mí, no sé por dentro. Yo lo tenía claro desde el principio, mis amigos también.

También para ellos resultaría chocante su determinación, porque incluso ahora conocerá gente cercana que a su edad no sabe qué hacer con su futuro...

Pues sí, y me decía: "Pero esta gente, ¿en qué está pensando?". Cada uno tiene sus condicionantes particulares.

¿A lo mejor, lo raro es su seguridad?

Rara, no. Especial, sí. Pero lo normal sería que todo el mundo lo tuviera tan claro.

La gente duda. ¿Le parece mal?

No, es muy loable. Yo también soy una persona muy indecisa para ciertas cosas.

¿Para qué?

Para las chuminadas soy muy indecisa, para lo intrascendente. Pero las cosas importantes las tengo claras. Por ejemplo, planeo todo con cuidado, no me gusta irme a la aventura, eso de vámonos por ahí y ya veremos qué hacemos no es lo mío. Me viene de familia.

¿Qué más le viene de familia?

Mi padre es muy cabezota. Por mucho que discutas con él, siempre quiere salirse con la suya. Mi madre es más dialogante, en eso está su equilibrio, me parece. Todo lo que soy lo he aprendido de ellos.

¿Sí? ¿Y cómo cree que es?

Soy tímida, no muy extrovertida, pero segura de mí misma. Capaz de autocontrolarme ante situaciones de tensión. Alegre, sensible, muy sensible. Muy crítica, me gusta discutir con la gente, con la que tengo confianza, claro.

¿Y con los superiores?

[Los tres que la rodean no desencajan el gesto]. Ante ellos es necesario expresar tus opiniones, pero no pelearse. Ser militar no choca con ser crítico, lo que no crees correcto lo debes decir.

Tendrá que prescindir de su sensibilidad cuando, no lo quiera el destino, entre en combate. ¿Dejará su corazón en tierra?

A nadie le apetece entrar en combate. Para eso todavía estoy un poco verde, aunque preparada.

¿Le han enseñado a ponerse en lo peor?

Por supuesto.

¿Y qué es lo peor?

Lo peor es un accidente, la pérdida de un compañero, el sufrimiento de mi familia.

¿Y lo mejor?

La sensación de hacer bien las cosas, sentirte bien contigo mismo, que te den una palmada en la espalda cuando cumples con tu deber. Lo que observas en los demás cuando te das cuenta de que han valorado lo que has hecho, sobre todo tu familia, tus compañeros, y servir a España.

¿Qué es eso?

¿El qué?

Servir a España.

Es hacer lo que el pueblo español determine para defender los derechos y libertades, la Constitución, la integridad territorial.

Pero no me repita lo que viene en los manuales, cuénteme algo que le salga más de dentro.

Es que eso me sale de dentro. Parece abstracto, pero la integridad territorial está especificada en la Constitución, o si alguien dice algo en su contra. Luchar por el pueblo, por nuestra bandera. La bandera no es un simple trozo de tela, representa unos valores, una cultura. En cierto modo, la disciplina, que es uno de los valores que nos enseñan en la Academia, está muy relacionada con esto. Al acatar y hacer tuya una orden de un superior estás sirviendo a España.

¿Lo mejor también puede ser convertirse en madre, en su caso?

Por supuesto. Lo seré. Madre de familia numerosa, no concibo una familia sin hijos. Hoy día, todo se puede compatibilizar, aunque la vida militar tiene sus particularidades.

¿Se siente pionera o transgresora?

Ni pionera ni transgresora. Mi vida era normal hasta este año, cuando surge la noticia, y lo que ha pasado es que en vez de sentirme transgresora o pionera, me he sentido culpable.

¿Por qué?

Porque no soy más válida ni tengo más méritos que mis compañeros. Ellos han hecho lo mismo que yo, pero nadie les hace caso, aunque por otra parte estoy orgullosa de que esto sirva para que la gente se fije más en nuestro mundo. En cuanto a mi caso, no es importante, he sido yo la primera mujer piloto de caza como podría haber sido otra.

¿Se ve como un mono de feria, entonces?

Tampoco. Soy consciente de ser noticia, pero espero que sirva para mostrar también mi alegría por haberlo conseguido y así motivar a otros.

¿Se encuentra como una mujer anuncio?

Tampoco. El Ejército del Aire es una institución que se ha adaptado a los tiempos y que no requiere de una imagen concreta para demostrarlo.

¿A qué tiene miedo?

No tengo miedo a nada en lo relativo al vuelo. No lo he sentido. Corremos riesgos, pero estamos preparados para superarlos. Simulamos emergencias, entramos en pérdida...

La pérdida es la falta de sustentación que sufres por una maniobra agresiva o brusca.

¿Qué es lo más duro?

La disciplina, el estar disponible 24 horas, estar lejos de casa, no ver a la familia.

Todo imprescindible para desarrollar las cualidades de la vida militar. ¿Cuáles son éstas para usted?

Ser leal, obediente, honesto, buen compañero y valiente.

¿Qué considera ser valiente?

Ser capaz de decir lo que uno piensa y hacerlo sin dudar, aunque sea algo que muchos no comparten, implica hacerlo aunque no lo sientas. Es un requisito necesario. Se va superando la cobardía. Las personas que dan un paso atrás pueden aprender a vencer el miedo y que en la siguiente situación en la que se planteen dar un paso atrás lo den hacia delante.

¿Ha dado usted muchos pasos atrás?

No se me ha presentado la ocasión. No he vivido aún momentos de demasiado peligro en el avión como para hacerlo.

¿Se siente orgullosa de su hazaña?

No es que haya sido fácil, ni que pensara que todo me fuera a salir perfecto, no he pecado de exceso de confianza, pero tampoco me he infravalorado. Tenía claro lo que debía hacer para cumplir mi objetivo.

¿Ha cambiado aquí? ¿Se ve diferente a cuando entró? ¿Más fuerte?

Hay cosas que han cambiado en mi manera de ser, la experiencia ha influido.

Tanto como para sentirse preparada para el momento en el que tenga que entrar en combate y matar a alguien. ¿Lo está?

A eso no se aprende. Ni nadie pretende enseñarlo. A nadie le gusta matar, nadie aprende a sentirse bien matando. Pero si sabes por qué lo haces y existe una razón justificada, no debe ser un tabú. La guerra es algo que nadie desea, pero si alguien te agrede, no vas a quedarte con los brazos cruzados. Aunque es algo tan abstracto, tan lejano, que se ve de manera extraña.

¿Qué cosas la superan todavía? ¿Qué cree que no ha conseguido controlar?

En este curso hemos trabajado muchas situaciones límite, de estrés, situaciones en que tienes que pensar más rápido de lo que ocurren las cosas. Lo que se te echa encima sin haber tomado una decisión. Eso hay que vivirlo. Más cuando vas solo en un avión, porque en otros casos hay copilotos, van más despacio, tienen tiempo para equivocarse y volver a corregir lo que se ha hecho mal. Nosotros, no.

¿Qué velocidad ha alcanzado en el aire?

En los F-5, 1.700 kilómetros por hora, más que la barrera del sonido. Significa que tú llegas antes que las palabras que pronuncias, antes que el sonido de esas palabras.

¿Y sintió un escalofrío?

No, nada especial. Esperaba un ruido, algo, un movimiento, pero no sientes nada. He sido y soy supersónica, pero no siento nada.

Para ser una chica normal, como usted se define, no está mal. Al menos le producirá placer volar.

Todo lo que no es peligroso es placer, puro placer. Aunque incluso de las situaciones más estresantes se aprende mucho y se disfruta después. Suelo ver el lado positivo de las cosas siempre, le saco puntilla a eso. Me exijo tanto que disfruto tanto de los malos momentos como de los buenos, porque de ellos se aprende también.

Y cuando pisa el suelo, ¿qué es lo que más le gusta hacer?

Estar con mi familia, mis amigos, hacer deporte, taekwondo, tenis, esgrima, que lo he descubierto aquí; nadar, leer novelas de intriga, de Agatha Christie, aunque suene antiguo. Ir al cine, aunque no tanto, porque estar sentado tanto tiempo seguido no me gusta, tiene que ser muy buena la película. Salir de compras.

¿'Fashion victim'?

En cuanto puedo, lo hago.

Aquí le va a costar lucir muchos modelos.

No he venido aquí a lucir modelos, pero en cuanto puedo me pongo cómoda. Cómoda a la última.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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