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Crónica:Vecinos
Crónica
Texto informativo con interpretación

Baños duros

El blando litoral que la ciudad se regaló por los Juegos Olímpicos, de Sant Sebastià a la Nova Mar Bella, culminó en 2004 con una playa dura a la vera de la placa fotovoltaica del Besòs. Una playa con cemento en lugar de arena. En la fotografía puede apreciarse parte de esa dureza: los suelos de listones de madera, las duchas de diseño, los escalones afilados de la izquierda, el toldo de cañizo de la derecha, que proyecta la sombra sobre un suelo de piedra caliza. Mirando al mar, la zona queda limitada por plataformas geométricas y paralelepípedos de hormigón que dan al conjunto un aire de la pintura metafísica de De Chirico. Pero vista más de cerca, esta playa posmoderna es más cool de lo que parece a primera vista. En primer lugar por los completos servicios que ofrece (de 11.00 a 19.00 horas): socorristas, guardias jurados, vestidores, aseos, bar -la caña en vaso de plástico, a 1,50 euros- y alquiler de toda suerte de artefactos para convertir la estancia en un recuerdo imborrable: tumbonas, kayacs, aletas, máscaras y tubos, y "juegos acuáticos para toda la familia", a saber: miniwaterpolo, volei marino, cestas de baloncesto flotantes y fritas (ni la más mínima idea de qué puede ser eso). Y si uno se anima, hasta puede hacer un curso de inmersión o de vela ligera. El mar, convertido en parque temático: hay que convenir que todo esto tiene poco que ver con la estación balnearia de principios de siglo que todos llevamos dentro.

Donde se duchan esos caballeros, hasta entrados los años cincuenta se fusilaba a gente excedente, disfuncional al régimen

Poco a poco, los vecinos van haciendo suyas todas estas novedades. De los dos caballeros que se duchan, el de la derecha es un bañista convencional, mientras que el de la izquierda lleva a media asta el traje de neopreno que le habrá servido para practicar el diving. La chica del biquini probablemente aguarda tanda para remojarse. En primer plano, contrastan dos parejas, una joven y otra ya madura. La joven está concentrada en tomar el sol, sin que parezca importarle nada cuanto ocurre a su alrededor. ¿La chica practica el top less? Probablemente, aunque en la instantánea cuesta apreciarlo. En cualquier caso, la otra tarde sí había chicas con los senos puestos a airear, tantas como las que los mantenían a resguardo. La España de los últimos 30 años ha sido un modelo de convivencia, también en este sentido.

Pero la pareja que más llama la atención es la de la derecha, especialmente el señor en camiseta imperio, bermudas y cangrejeras que está a punto de calarse la gorra. Se diría venido de otras playas, de otros tiempos. Sin embargo, no desentona: la convivencia lo ha sido también de formas de vida muy distintas. ¿Es un vecino de La Mina? Es probable. La otra tarde había una alegre familia gitana acampada en estas instalaciones. Eran vecinos, oí que lo decían. Y se sentían felices de tener una playa tan cerca de casa, aunque sea una playa dura. Bueno, al menos el Fórum sirvió para esto: ha dejado un barrio nuevo que ya nada tiene que ver con el siniestro imaginario de la zona trazado por el franquismo. Ahí, donde se duchan esos caballeros o donde las parejas toman ahora el sol, hasta entrados los años cincuenta todavía se fusilaba a gente excedente, disfuncional al régimen. La ciudad acumulaba en la zona sus materiales de desecho, tanto inorgánicos como humanos: el Besòs era una cloaca maloliente que recogía toda la desesperación de los suburbios.

En la explanada por encima de la zona de baños hay una escultura abstracta colocada en 1992 que recuerda los ajusticiamientos del Camp de la Bota. Es preciso conservar esa memoria, porque la ciudad va muy rápida en su determinación por borrarla. Tapar las vergüenzas es una reacción instintiva de todo ser vivo, pero conviene no ofuscarlas del todo para mantener viva la conciencia del país de bestias que fuimos frente el país de baños de temporada en que nos hemos convertido.

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